Entre Otegui y Puigdemont

"Veremos en qué queda el pulso con el prófugo Puigdemont. Sánchez no puede alardear de alianzas moderadas. Entre otras cosas porque ha sido él quien ha empujado a su partido a la radicalidad populista"

Con Pedro Sánchez la política española se juega con el máximo riesgo y los mínimos principios. Su debilidad parlamentaria es tal que no le duelen prendas en dar un vuelco al tablero político. El broche de cierre de la ronda de sus contactos para asegurarse la investidura, con Bildu y Junts, desvela el ‘estado de necesidad’ en que se encuentra el candidato a la reelección que aspira a seguir en la Moncloa con unos apoyos que no le dieron las urnas.  

Su reino, por seis escaños (Bildu). Sus campos de algodón por otros siete (Junts). Y así hasta los 178 votos que busca desesperadamente para no tener que volver a convocar elecciones.  

Le aplica un cordón sanitario a Vox, pero no se le caen los anillos por estrechar la mano de Mertxe Aizpurúa, condenada por apología del terrorismo para gobernar apoyado en la denominada izquierda abertzale. 

“El panorama político ya resulta ser otro” se justifican en la Moncloa para tratar de dar razones incomprensibles a las cesiones que se están concediendo a cambio de seguir en el poder. No les falta razón. El panorama ha cambiado tanto que, al cabo de cuatro años, cuando el PSOE dio carta de naturaleza a Bildu como interlocutor -el grupo que sigue sin condenar el terrorismo de ETA- la formación de Otegi ya está blanqueada, gracias a Pedro Sánchez y, anteriormente, al PNV.    

Bildu se ha convertido en un pilar fundamental de la gobernabilidad de España

Bildu se ha convertido en un pilar fundamental de la gobernabilidad de España desde que el sanchismo y el neocomunismo manejan el rumbo de nuestros destinos. En todo este tiempo, los herederos políticos de ETA han apoyado los presupuestos generales del Estado y leyes tan polémicas como la de Vivienda y la de Memoria Democrática. La ‘neoBatasuna’ es, de hecho, el socio más seguro con que cuenta, en estos momentos, Pedro Sánchez, aunque sigan con lo suyo: presos de ETA y plurinacionalidad y aunque tuvieran el cuajo de haber empotrado en sus listas electorales a condenados por terrorismo.  

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (2i), se ha reunido este viernes con los portavoces de EH Bildu en el Congreso y el Senado, han acudido su portavoz en la Cámara Baja, Mertxe Aizpurúa, y en el Senado, Gorka Elejabarrieta (d). Ha estado presente también el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán (i). EFE/ J.P.GANDUL

Hablar con Puigdemont, si hace falta

Hace cuatro años fueron los emisarios de Sánchez quienes se encargaron de las negociaciones parlamentarias. Si ahora se ha implicado él personalmente, es porque necesita, en el caso de Junts, cambiar su voto negativo por un ‘sí’.  

El prófugo de Waterloo es la gran incógnita. ERC está escenificando su presión para obtener más réditos de esta situación tan desventajosa para Pedro Sánchez. Pero en la Moncloa siguen pendientes de Puigdemont. Después de su conversación telefónica con Oriol Junqueras, no tendrá prejuicios a la hora de hacer lo propio con el fugado de Waterloo. Lo que haga falta, es decir; lo que quiera Puigdemont.  

Del pulso entre las dos fuerzas secesionistas surgió el cambio de planes de Puigdemont, a última hora, en 2017. Pasó de la idea inicial de convocar elecciones a proclamar la declaración Unilateral de Independencia. De ahí que Pedro Sánchez no se fíe ni de su sombra y vaya con pies de plomo, alardeando de una transparencia que no practica. La procesión va por dentro. Los secretos permanecen en el corredor entre la Moncloa y Waterloo 

Bidu se jacta de sus alianzas con Pedro Sánchez

Si Puigdemont accediese a renegar de la unilateralidad y se conformara con la admisión a trámite de la ley de amnistía en el Congreso (con una exposición de motivos que no vaya repleta de alusiones al “Estado opresor”) y diera por bueno que el referéndum queda aplazado a una segunda fase, estarían firmando ya el acuerdo. Pero no es fácil.  

Si con Bildu no hay prácticamente problema el pulso con Junts tiene muchas aristas.  

Si con Bildu no hay prácticamente problema (dan su alianza por amortizada y se jactan de haber “obligado” al gobierno a replantearse el concepto de España como nación) el pulso con Junts tiene muchas aristas.  

Es en la exposición de motivos de una ley de impunidad para los delitos del procés donde estará la verdadera carga de la prueba. Puigdemont quiere cebarse en la justificación de la amnistía, propia de una situación de tránsito de un régimen de dictadura a una democracia, que un Estado de derecho como el nuestro no podrá aceptar.  

Veremos en qué queda el pulso con el prófugo Puigdemont. Sánchez no puede alardear de alianzas moderadas. Entre otras cosas porque ha sido él quien ha empujado a su partido a la radicalidad populista. Las alianzas que busca Sánchez no tiene que ver con la ideología, sino con el poder. El pacto con Otegi no se puede circunscribir a la alineación maniquea de izquierda o derecha. En su caso, es cuestión de ética y democracia. Como Puigdemont, ultranacionalista que mantiene amistades peligrosas, flamencas y rusas, que se saltó la legalidad y quebró la convivencia.  

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