La realidad fingida
A medida que la bola de nieve de la corrupción y los abusos políticos se hace más y más grande en la opinión pública, se establece la percepción de que el político es un fingidor
La acumulación de noticias negativas que están cercando al PSOE y al PP en las últimas semanas podría inducir a pensar que nos encontramos en uno de los momentos más críticos vividos en la democracia española. Sin embargo, si observamos cómo se abren los debates políticos con informaciones sobre malos tratos, mala gestión sanitaria, corrupción o política de pactos, se percibe un fingimiento: hacer creer, simular, que Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijóo se encuentran librando un duelo a muerte.
Como consecuencia, cabe preguntarse cómo es posible que, sabiendo todas las partes que la situación no es tan mala -aunque sí preocupante y delicada-, se haya conseguido imponer la impresión de que todo se acaba si Pedro Sánchez sigue en el Gobierno o si Alberto Núñez Feijóo pacta con Vox.
La respuesta tiene que ver con la forma en que son representadas las crisis políticas por parte de dirigentes del PSOE y del PP, dándoles una mayor gravedad política de la que realmente tienen para así lograr que los ciudadanos no puedan ver la gravedad objetiva de los delitos, errores, faltas o abusos cometidos.
Lo que se pretende es limitar el alcance de actos ilícitos o decisiones equivocadas dentro de una dialéctica política centrada en estimular el escándalo, evitando que la opinión pública juzgue cada caso en sí mismo.

Al utilizar los casos de corrupción para desgastar al adversario político, se deja sin efecto la responsabilidad directa de las personas que en su día los apoyaron. De este modo, se consigue que solo se dirima en la política -en el juego político- aquello que afecta a toda la sociedad.
A medida que la bola de nieve de la corrupción y los abusos políticos se hace más y más grande en la opinión pública, se establece la percepción de que el político es un fingidor: finge tan completamente que llega a olvidar que está fingiendo ante algunos casos de corrupción o errores que sabe que en verdad han sucedido.
«Al utilizar los casos de corrupción para desgastar al adversario político, se deja sin efecto la responsabilidad directa de las personas que en su día los apoyaron»
Se trata de una variación sutil pero determinante del célebre poema “Autopsicografía” de Fernando Pessoa. Pessoa escribe: “El poeta es un fingidor; / finge tan completamente / que llega a fingir que es dolor / el dolor que en verdad siente”.
Una pequeña variación literaria se convierte en abismal desde el punto de vista de los objetivos: mientras el poeta finge un dolor para poder llegar a mostrar el dolor verdadero, el político fingidor simula para evitar afrontar la verdad.
Esta propensión al fingimiento -de dolor, de rabia, de altura moral, de ética, de regeneración democrática– ante los casos de corrupción es la necesidad de que todo quede inscrito en el perímetro de la política, de que no salga de él, para que los casos no se desborden al entrar en contacto con los hechos desnudos de lo que realmente sí ha sucedido.