La paz buena de la derecha y la paz mala de la izquierda 

El alto al fuego decretado por Israel gracias al impulso de Donald Trump, como paso imprescindible para sentar las bases de una paz duradera en Gaza, permite constatar que el péndulo político se mueve con fuerza hacia la derecha

El alto al fuego decretado por Israel gracias al impulso de Donald Trump, como paso imprescindible para sentar las bases de una paz duradera en Gaza, unido al Nobel de la Paz concedido a la opositora venezolana María Corina Machado, permite constatar que el péndulo político se mueve con fuerza hacia la derecha. Una parte del mundo ya no cree que sea peor la paz impuesta por Trump para detener la guerra que la guerra promovida por Hamás con el fin de alcanzar a largo plazo una paz beneficiosa para sus intereses.

La Venezuela antidemocrática de Maduro, sostenida en Europa por la izquierda “verdadera”, ha perdido su brillo y legitimidad frente a las denuncias por represión al Estado venezolano realizadas por María Corina Machado en todo el mundo. Muchos ciudadanos europeos que veían con horror la guerra en Gaza y observaban con inquietud cómo se intentaba movilizar a la población en favor de la causa palestina contra el Estado de Israel, ahora perciben que es posible encontrar una salida que ponga fin tanto a la anexión de Gaza por Israel como al terrorismo de Hamás.

Al mismo tiempo, la imagen de líderes de izquierda, como Zapatero, que se muestran como “facilitadores” para una salida consensuada en Venezuela, se deteriora. No es que sus intenciones sean malas, sino que no han entendido que las bases de una salida en Venezuela serán impulsadas por la derecha; una salida que se vislumbra híbrida, al coincidir en el objetivo de hacer caer al régimen totalitario de Maduro, tanto de Donald Trump como de María Corina Machado.

La paz buena, parece decirnos la derecha, es aquella que se logra con pragmatismo, decisión y capacidad para obtener resultados; mientras que la paz mala de la izquierda se sustenta en alimentar una ilusión colectiva que no responde a la realidad, pues se basa en grandes elaboraciones teóricas —como la paz justa o la paz perpetua— que poco tienen que ver con la posibilidad real de alcanzar la paz. Aceptar la fealdad del mundo, dice la derecha, es más beneficioso que aferrarse a la belleza de los ideales de la izquierda, que busca justicia donde solo puede haber un equilibrio inestable alimentado por decisiones basadas en el mal menor.

Aceptar la fealdad del mundo, dice la derecha, es más beneficioso que aferrarse a la belleza de los ideales de la izquierda

La estética histriónica —e incluso kitsch— de Trump tiene más recorrido político que la ideología de Obama, al fundamentar su acción en los resultados y no en la forma en que los consigue. “Los fines no justifican los medios”, argumentará la izquierda para criticar a la derecha populista, mientras que esta se mostrará dispuesta a demostrar que el valor moral de una acción depende de sus consecuencias y que, consecuentemente, la obtención de la paz no debe estar sujeta únicamente a la ética, sino también al hecho de conseguir poner fin a una guerra. El mundo, la política internacional, se bate en retirada del campo de la estética y la moral de la izquierda, que ya no está en condiciones —según la derecha— de decirle a nadie por qué vale la pena luchar, pues su mundo ha desaparecido, corrompido por su afán de distorsionar la realidad con sus ideales.

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