¿Va a volver? 

Gerardo Cuerva encarna ese espíritu distinto de hacer las cosas

Me lo preguntan una y otra vez: ¿va a volver Gerardo Cuerva? Me dicen que no puede acabar aquí, que esto no puede seguir así, que alguien tiene que dar un paso al frente para regenerar un modelo empresarial que ha dejado de estar a la altura de lo que necesitan nuestras pymes. Y la verdad, yo también lo creo. 

Creo que podría volver, aunque quizás lo más correcto sería decir que lo deseo. Y pienso que lo haría no por ambición personal, sino porque liderar un proyecto de regeneración se ha convertido en una necesidad colectiva. Porque nuestra sociedad entera clama por cambios en sus instituciones, y las organizaciones empresariales no pueden ser una excepción.

Vivimos un tiempo en el que la ciudadanía desconfía de estructuras que parecen más preocupadas por preservarse a sí mismas que por defender a quienes dicen representar. Y si eso es grave en la política, también lo es —y mucho— en la representación empresarial. 

Gerardo Cuerva encarna ese espíritu distinto de hacer las cosas. Lo demostró en su candidatura a CEPYME: puso sobre la mesa debates incómodos, pero imprescindibles. Reclamó transparencia, democracia interna, representatividad real. Y aunque la maquinaria desplegada en su contra fue inmensa, la diferencia final fue mínima. Esa es la señal de que hay un sustrato, de que existe una mayoría latente que quiere cambio. 

Hoy, tras su derrota, no se apresura. No quiere que nadie interprete su silencio como una reacción de rabia o de despecho. Yo no sé si va a volver, pero estoy seguro de que está reflexionando, escuchando, pensando en lo que hace falta para cambiar de verdad este modelo. Porque lo que está en juego no es una elección más: es la posibilidad de refundar la representación empresarial en España. 

Lo esencial es que el movimiento de regeneración ya está en marcha

No se trata solo de nombres, se trata de un diagnóstico que muchos compartimos: la estructura actual está agotada. No ofrece respuestas a las pymes, no genera confianza entre los empresarios de base y vive más pendiente de los equilibrios internos que de los retos reales de quienes crean empleo. Esa brecha no se puede tapar indefinidamente, y alguien tendrá que llenarla con un proyecto diferente. 

Por eso, si decide volver, no debería hacerlo como candidato de sí mismo, sino como referente de una generación de empresarios que ya no tolera la complacencia. Lo tendría que hacer con nuevas ideas y con la legitimidad de quienes vieron en él un portavoz de lo que sienten cada día en sus negocios: la necesidad de ser escuchados, de contar con una organización que esté verdaderamente de su lado. 

La pregunta de si va a volver, en el fondo, es secundaria. Lo esencial es que el movimiento de regeneración ya está en marcha. Puede tener un nombre y un rostro reconocible, pero lo que de verdad importa es la corriente de fondo que representa. Esa corriente no se detiene, porque responde a una necesidad real. Y lo más probable es que, si Gerardo decide dar ese paso, acabe poniéndose al frente de esa ola de cambio. 

Entonces, si regresa, la cuestión no será tanto su vuelta como si el viejo modelo será capaz de resistir el empuje de un proyecto que reclama transparencia, participación y representatividad auténtica. Y en esa batalla, estoy convencido de que el futuro jugará a su favor. 

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