Zelensky cambia el mundo

Gracias a la resistencia ucraniana de los primeros meses, el enfoque bélico ha pasado de ser defensivo a ofensivo, hasta el punto en el que el objetivo que se dibuja en el horizonte es la capitulación de Putin

No andan desencaminados quienes definen esta guerra como un enfrentamiento por procuración de los Estados Unidos contra Rusia y con la colaboración europea. Por procuración significa en este caso que Ucrania, al defender su soberanía, actúa como ariete de Occidente contra la prepotencia de la ex potencia rusa.

Lo que ha decidido a Joe Biden para que pasar de la ayuda militar defensiva a una ingente entrega de armas ofensivas es el curso de la guerra, que se ha torcido para los rusos gracias a la increíble resistencia ucraniana. Sin la determinación de Zelensky y la unidad de la población en defensa de su territorio, Putin no se habría visto obligado a abandonar la conquista de la capital y moderar su objetivo de conquista y satelización total de un país que en la historia era hermano y ahora ya se ve.

La debilidad operativa del corrupto ejército ruso ha puesto al descubierto que el gigante arrastra los pies por el barro y es incapaz de vencer a unas tropas muy inferiores. El nuevo objetivo ruso consiste en apropiarse del este y el sur del país, y si es posible irlo fragmentarlo y desmembrando luego. Fracasada la guerra relámpago, nos adentramos en el desgaste lento.

Ahí es donde Biden ha visto la oportunidad, no de ayudar a resistir sino de vencer a Putin, obligarle a retirarse de la devastada Mariúpol así como de toda la franja ocupada o víctima de la ofensiva actual. Fracaso histórico, derrota total, humillación de Rusia.

Y por si fuera poco, en el frente paralelo de la justicia contra los crímenes de guerra, Putin y sus colaboradores están en proceso de pasar de socios de Occidente a perseguidos por los tribunales internacionales de justicia. Los grandes medios desplegados por Europa en busca de pruebas y testimonios llevan a prever que las condenas serán múltiples y severas. Rusia, en muy destacado primer lugar en la lista de países que cometen atrocidades contra la humanidad en pleno siglo XXI.

Tal como se desarrolla esta guerra en el frente que conduce a los tribunales, hay pocas dudas sobre el castigo al régimen ruso, considerado ya por los políticos y los medios europeos y americanos como culpable de grandes atrocidades y crímenes contra la humanidad.

Crímenes que sin duda se agravarán, vae victis, si las tropas y los voluntarios ucranianos aprovechan el armamento americano y europeo para doblegar a los rusos, expulsarlos de su territorio y por si fuera poco establecer en la práctica una zona más o menos desmilitarizada en el lado ruso de la frontera con Ucrania.

Este es el objetivo sobre el terreno. Que la guerra iba para largo ya estaba claro a los pocos días de iniciarse la ofensiva. Pero la decisión de Biden pretende cambiar el panorama, pasar de la resistencia a la victoria. Nadie sabe si lo conseguirá pero está claro que los medios materiales –armamento— y humanos –ejército y población con grado muy elevado de determinación y disposición al sacrificio— están sobre la mesa y no van a ser fáciles de doblegar.

Es en previsión de la posible derrota que el ministro ruso Lavrov aumenta el tono de sus discursos y convierte en seria la amenaza de la guerra nuclear. Nadie cree que Putin sea capaz de desencadenar un conflicto de incalculables y fatales consecuencias, entre las que se cuenta sin duda borrar por completo a Rusia del mapa.

Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado de transporte de personal BTR-80. EFE/ Stringer

Pero tampoco nadie salvo Biden creía que la invasión se iba a producir. De modo que lo prudente, y lo conveniente, es aparcar el miedo nuclear en el subterráneo más profundo, por lo menos hasta que los americanos den señales de que el holocausto es posible y se avecina.

El tercer frente, el de las sanciones, también se recrudece contra Rusia. La dubitativa Alemania, que dependía más que nadie de la energía rusa, ya ha aceptado el embargo europeo de hidrocarburos. Por un tiempo relativamente corto, no mucho más de un año, Europa puede sobrevivir sin el gas ruso.

Rusia en cambio no puede sobrevivir sin las divisas y las importaciones de Occidente. Al principio de la guerra ya se predijo que si los rusos estaban entonces muy contentos viendo la potencia de su ejército por televisión pronto no lo iban a estar tanto al contemplar el interior de sus neveras. Ya faltan en Rusia medicamentos básicos. Pronto habrá carencia casi de todo.

Si el segundo frente, el de los derechos humanos, importa poco a Putin y a la mayoría que aún le sostiene, la combinación de escasez en severo aumento y de malas noticias en el frente militar puede desestabilizar el régimen.

Al final, este es el objetivo, que la gran mayoría de rusos caigan en la cuenta del gran y doble error de considerar a sus vecinos como súbditos y a los vencedores de la Guerra Fría como enemigos.

Gracias a la voluntad indomable de Zelensky, puede abrirse una vez más para Rusia la oportunidad de dar un giro de 180 grados e incorporarse a Occidente sin reticencias. Si Alemania lo hizo tras perder dos guerras mundiales, Rusia puede hacerlo tras aceptar sin un disparo la derrota en la gran Guerra Fría y después de un fracaso en todas las de la ley, si llega a producirse, en la intentona de apoderarse por la fuerza del vecino.