Ciencia a ritmo de récord: hasta 50 vacunas contra el coronavirus

Los científicos apuran decenas de pruebas y experimentos para conseguir lo antes posible una vacuna eficaz contra el coronavirus

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Nunca antes se ha avanzado tan rápido en el desarrollo de una vacuna como en 2020. Al menos 53 vacunas se están estudiando en todo el mundo para detener el coronavirus. Pero no se trata solo de la abrumadora cantidad de candidatos a traer el suspiro de tranquilidad más anhelado en la historia moderna de la humanidad. La velocidad a la que avanzan muchos científicos no tiene precedentes. La ciencia es el campo de la prueba-error, lo que implica que es posible que algunos experimentos fracasen en el intento. Pero la megaoperación internacional para conseguir una vacuna no deja de ser sorprende. Es una pequeña luz al final del túnel que se ilumina en uno de los momentos más oscuros de nuestra existencia.

Explica en un artículo publicado este viernes la revista Science que, «con una velocidad récord, los fabricantes de vacunas toman sus primeras inyecciones ante el nuevo coronavirus». Cita la revista científica al virólogo del Fred Hutchinson Cancer Research Center, Lawrence Corey, que califica la respuesta de la comunidad biomética a la pandemia de «maravillosa», aunque matizando que «es tanto gratificante como problemático en el sentido de cómo se puede reducir todo esto». Lo dice en alusión a la gran cantidad de proyectos científicos que, a la vez, se han puesto manos a la obra contra el Covid-19. Es difícil incluso comunicárselo al público en general sin generar falsas esperanzas pero señalando la trascendencia de los hechos.

En términos generales, hay ocho categorías de vacunas en proceso de experimentación o desarrollo, a las que los científicos se refieren como «plataformas». Biotecnológicas, academias, investigadores militares y varias farmacéuticas están entre los desarrolladores de las mismas. Los plazos para confirmar oficialmente que alguna de estas vacunas sirve para atacar el nuevo coronavirus siguen siendo dilatados: al menos habrá que esperar un año. Los más precavidos hablan de 18 meses, cuando menos. No ha faltado tampoco quien exige atajos difíciles de encajar éticamente para acelerar los ensayos clínicos, que pasan por dar vacunas a candidatos e intentar infectarles para ver si realmente están protegidos.

Primeras pruebas experimentales, en marcha

El primer experimento fuera de China en personas, que se realiza a muy pequeña escala, ya comenzó este pasado mes de marzo. La estadounidense Jennifer Haller, no infectada, fue la primera persona en ser inyectada con una posible dosis contra el coronavirus, y como ella hay 44 voluntarios más que la probarán durante seis semanas en un estudio coordinado por el Instituto de Investigación Sanitaria Kaiser Permanente Washington, en Seattle. La vacuna es fabricada por la biotecnológica Moderna en colaboración con la china CanSino Biologics. Se trata de la una nueva tecnología llamada mRNA (ácido ribonucleico mensajero). Básicamente, incita a las células a generar una proteína viral que podría producir una inmunidad.

Haller, la primera en vacunarse, entiende que el experimento traiga cierta esperanza a la comunidad, porque así se lo han trasladado muchas personas en las últimas semanas. Pero también sabe que el resultado final puede llegar hasta dentro de 18 meses. Moderna, la biotecnológica que está aplicando la vacuna en EEUU, dice que si todo sale bien podría lanzar el experimento final con 5.000 personas a finales de noviembre y determinar en enero de 2021 si la vacuna funciona. Hasta el momento, Haller no ha experimentado ningún efecto secundario. «Encontrar una vacuna segura y efectiva para prevenir la infección es una prioridad urgente de salud pública», manifestó el encargado de la investigación.

Pero la rapidez con la que se ha facilitado todo es impresionante. Los inmunólogos que están llevando a cabo las pruebas dicen que solo transcurrieron 63 días desde que se desarrolló la base de la vacuna hasta que se inyectó la primera dosis. El récord anterior fue de 190 días, que es lo que le tomó al equipo de científicos pasar del laboratorio a la primera inyección cuando probaron una vacuna para el virus de Zika. Epidemias recientes han ayudado a los científicos a apurar cada vez más estos esfuerzos, y los resultados de esas experiencias están empezando a verse en el momento en que más urgentes se antojan. Ayuda también que el coronavirus no parece tan imposible de derrotar como el VIH o la hepatitis C, según los científicos.

La ciencia acelera pero rechaza esquivar las pruebas apropiadas que se ponen en uso antes de lanzar cualquier vacuna. La incertidumbre hace de estos procesos engorrosos algo justo y necesario. Se sabe que los pacientes recuperados producen anticuerpos, pero no qué tipo de anticuerpos. Se sabe que quienes desarrollan la enfermedad Covid-19 tienen un número bajo de células-T, que en muchos casos protegen contra infecciones pero no se sabe si contra el coronavirus también. Se sabe que algunas vacunas experimentales para MERS y SARS pueden empeorar los síntomas en animales, pero no se sabe si pasaría también con el coronavirus.

Las pruebas clínicas son largas, pero por lo mismo garantizan respuestas a estas incógnitas. Otro paso necesario, al margen de los experimentos, es la cooperación internacional y la financiación de aquellas vacunas que prueben ser más eficaces. Hay muchas posibilidades ahora mismo, pero los expertos indican que lo ideal es, en vez de seguir incrementando el número de proyectos, reducirlo lo suficiente como para dotar de suficientes recursos aquellos que tengan más probabilidades de ayudar.

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Alessandro Solís Lerici

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