Felip Puig aparca su soberanismo tras la presión judicial

El conseller de Empresa quiere influir en el futuro de CDC, pero adopta un perfil bajo y cree que debe dar paso a otras generaciones

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Entre el corazón y la cabeza, no hay elección posible. ¿O sí? El consejero de Empresa, Felip Puig, no ha tenido duda, y ha elegido «la cabeza».

Puig, presionado por varios asuntos judiciales, ha reforzado su apuesta pragmática, la que le ha llevado en los últimos meses a recelar sobre la vía soberanista, sabedor de que el independentismo en Cataluña sigue sin ser mayoritario, aunque haya crecido de forma notable en los dos últimos años.

No quiere estar bajo los focos. Ya no es su momento, y lo asume. En la retina de todos los dirigentes de Convergència permanece la imagen del Jordi Pujol independentista, del activista del proceso soberanista que, con Mas de President, acabó siendo fiscalizado por Hacienda, hasta provocar su confesión del 25 de julio sobre su cuenta en Andorra.

Agotar o alargar la legislatura

Felip Puig, un soberanista, precisamente, de primera hora, se alineó con los consejeros Andreu Mas-Colell y Santi Vila en el debate que se estableció en el seno del Govern en el mes de enero de cara a convocar las elecciones autonómicas. Los tres apostaron por alargar algo más la legislatura, y no convocar en marzo, y el President Artur Mas acabó tomando esa decisión, aunque, presionado por Esquerra Republicana, las fijó para el 27 de septiembre.

En ese momento, Puig aseguró en su entorno que había optado por lo que le dictaba su «cabeza», más que por lo que le sugería su corazón.

El debate, en todo caso, tuvo otras connotaciones, porque otros dirigentes, como Antoni Fernández Teixidó o Germà Gordó apostaban por convocar las elecciones en marzo para buscar un mejor resultado de Convergència, pensando en la erosión que ahora está viviendo el partido con, entre otras cuestiones, el caso Pujol, investigado en el Parlament.

Acusaciones de soborno

Puig, pese a todo, vive un momento contradictorio. «Participa menos en el partido, se refugia más en sus tareas como conseller, pero lo pasa mal porque sufre por el desgaste de Convergència, y por los pasos que ejerce la actual dirección», asegura un dirigente. Puig no dejará de influir en lo que pueda, se añade, pero ha asumido que debe estar en un segundo plano.

Su último dolor de cabeza ha llegado tras la decisión del juez Pablo Ruz, a instancias de la Fiscalía Anticorrupción, de remitir al Tribunal Superior de Justícia de Cataluña un atestado policial que recoge una doble denuncia del intermediario François Seroux. La denuncia es contra el propio conseller, y también contra su hermano Jordi Pujol Godés y su amigo Jordi Pujol Ferrusola, como él mismo admitió en la comisión de investigación en el Parlament.

El intermediario relató un supuesto intento de soborno por parte del conseller. Y todo quedará en manos ahora del TSJC, aunque Puig ha asegurado que «todo es rotundamente falso».

La familia Pujol en el centro del escenario

Todo esto ha llegado con el desfile de la familia del ex President Jordi Pujol en la comisión de investigación, que afecta directamente a Felip Puig. Un dirigente de Convergència lo justifica. «Puig es uno de los rostros de los gobiernos de Jordi Pujol, –fue consejero de Medio Ambiente, de Política Territorial y portavoz del Govern– y en un momento en el que el partido trata de iniciar una nueva etapa, con una refundación, está claro que no es la mejor credencial».

Puig tiene la confianza de Artur Mas. Cuando aparecieron las primeras informaciones sobre esas denuncias del intermediario Seroux, acerca del supuesto soborno en un proyecto comercial en el Puerto de Barcelona, Mas le pidió explicaciones, y aseguró que éstas le habían resultado satisfactorias. Nada que decir. Hasta ahora.

Pero el partido vive en un permanente sobresalto, perplejo por todo lo que rodea a la familia Pujol, y Felip Puig es una pieza central en ese escenario. El mismo nunca se ha escondido de que es amigo de Jordi Pujol Ferrusola. Aunque también ha insistido en desmarcarse de los negocios de su hermano Jordi Puig.

Refugiado en su obra de gobierno

Puig ha optado por centrarse en su trabajo como conseller. Su relación con el sector empresarial también le ha llevado a adoptar un perfil político más discreto, más pragmático. En diferentes foros no ha ahorrado sus críticas al llamado proceso soberanista.

Considera que el Govern, y, por tanto, CiU, debería haber insistido en su petición de un pacto fiscal con mayor determinación. Ahora ve un error la patada adelante continua del President Mas, que ha llevado al Govern a un callejón sin salida, desde el adelanto electoral de 2012, hasta el nuevo adelanto en septiembre de este año.

Cuando fue nombrado consejero de Empresa y Empleo en 2012 –acababa de dejar la consejería de Interior–, el sector aplaudió con estruendo. Puig es un político de largo recorrido, con capacidad de diálogo, y los empresarios lo agradecieron.

La paradoja de Puig

Pero el escaso presupuesto y la poca iniciativa política del conjunto del Govern ha provocado ahora una imagen poco brillante de Puig.

«La sensación es que su tiempo ha pasado», asevera un dirigente, aunque la paradoja es que lo que defiende ahora Puig, esa línea pragmática, es la única posible que podrá seguir CiU con un Parlament que experimentará una enorme fragmentación política.

 

 

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