La Diada a pie de calle: «No sabemos adónde vamos pero queremos marcharnos»

Crónica de un paseo de punta a punta de la Diagonal a través de una marea humana pertrechada de esteladas y camisetas de color coral

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Es 11 de septiembre y esto es Barcelona, así que  toca catarsis para el independentismo, que en estas fechas se regala un baño de masas a sí mismo y entona su particular aquest any sí (este año sí), como hacía aquel Barça de antes de Cristo, digo, de Cruyff. Por eso son poco más de las tres y media de la tarde y en la calle Aragón está hasta las cejas de autobuses aparcados. Y por eso la idea es recorrer la Diagonal de rabo a cabo, es decir, a lo largo de los seis kilómetros destinados a la megaconcentración por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que es quien organiza el bañito. 

Esa es la idea. Otra cosa es que sea posible completar el recorrido. Igual el colapso lo impide. De momento son las cuatro menos cuarto y una riada de gente ya desfila por entre las obras de Glòries, eso sí, todos por la acera, y tan disciplinadamente que ni uno baja un pie a la calzada.

15.53. Tramo 37.

Encuentro la primera de las paraditas de la ANC en las que se distribuyen botellines de agua a cambio de la voluntad, que se destina a la llamada caja de resistencia. Y también el primer mantero vendiendo esteladas. La pequeña, a cinco euros. La grande, a siete. El tramo 37 es el último de la concentración. La cola, y, como en la cabeza, hay instalado un escenario, por el que van desfilando representantes de entidades juveniles. Arran y compañía. “Esta será la primera república que no hagan ni reyes ni reinas”. El mensaje es confuso, sí, pero da un poco igual. 

16.05. Tramo 36.

La mayoría lucen la misma camiseta, la que tocaba este año, color coral porque de ese color eran las bridas que precintaban las urnas usadas el 1-O, y con el voluntarista lema “Hagamos la república”. La inmensa mayoría. Total, la ANC dice que ha vendido 275.000.  A 15 euros, hagan números. Aunque hay quien opta por reciclar las de otros años, o los que apuestan por una camiseta de ese color, que podemos llamar coral o salmón fluorescente, que ya tenían por casa. Como la chica que, viva el reciclaje, luce una de “Muévete por la esclerosis múltiple”.

Otros apuestan por cambiar de colores, y de lemas. “No sabemos adónde vamos, pero sabemos seguro de dónde nos queremos marchar”, luce una chica en una pancarta. “Es muy sencillo, desobedecemos porque creemos que un cambio es posible”, reza la camiseta, verde, de otra manifestante. Pero lo que se lleva es que hagamos la república. Y el coral, o el salmón, entre un mar de gente. Toda ella uniformada.

16.33. Tramo 34.

Suena en unos altavoces una canción de Esquirols que reza “Torna, torna, Serrallonga”, en referencia a aquel bandolero mitificado en modo Robin Hood catalán. La marea humana es intergeneracional nivel pub dublinés. La situación, con «presos y exiliados» según reza el mantra, es excepcional, pero el ambiente es tan familiar y festivo como cada año. Hay desde abuelos apoltronados en sillitas plegables a bebés en carritos. Y muchos más niños que ancianos. Que no votan, pero abultan. Y que ya votarán, eso es mera cuestión de tiempo.

16.17. Tramo 31.

La cola para los lavabos de quita y pon instalados en el cruce de Aragón y Sicilia ya cruza la calle, que la imprevisión ya se sabe que ha sido uno de los defectos evidenciados durante el procés por el independentismo. A pocos metros, unas chicas pintan en el suelo con tiza una estelada y la palabra “Llibertat”. Es una opción mucho mejor que aquella que se les ocurrió a las entidades hace unos meses de llenar la Diagonal de velas, cuya cera inutilizó la avenida durante todo el día siguiente para protestar cuando encarcelaron a sus líderes. 

16.40. Tramo 26.

Llegando al paseo Sant Joan, avanzar se complica. Es el primer embudo. Al final, toca hacer un pequeño desvío y retomar la Diagonal dos calles más adelante. De nuevo en la avenida, sonora pitada al helicóptero que sobrevuela la concentración. El mobiliario urbano empieza a lucir lazos amarillos. Los bares y restaurantes son todo coral, están a rebosar, y eso que ni son pubs dublineses ni es juernes, solo martes, y la hora del café.

16.48. Tramo 24.

En el paseo de Gracia tropiezo con el segundo y último embudo que impide avanzar. Tomo un segundo desvío. Volviendo a la avenida por la Rambla Cataluña, otro mantero. No se crean eso de que el centro de Barcelona es necesariamente más caro. Aquí la bandera grande vale cinco euros, y la pequeña, tres. Dos más barato que en Glòries, aunque aquellas llevaban asta, y estas no. Eso sí, el vendedor es más plasta. Me persigue e insiste. No entiende eso que le he dicho de que nunca voy de uniforme estando de servicio.

17.02. Tramo 18.

Casi todas las banderas -y casi todas es un 98 o un 99%- son esteladas. La senyera se ha quedado en casa. Pero ahora detecto una europea. Una excepción. Un poco antes, otra. Excepción, no bandera de la UE. Esta, en forma de lema contra ERC. La división independentista es notoria, pero hoy, con todos uniformados y disciplinados, lo que toca no es cruzar reproches ni debatir sobre tácticas y estrategias. Solo comunión y lemas simples. Hagamos la república, sea lo que sea eso, y se haga como se haga. “Ni un paso atrás. ERC, no sois de fiar”, dice la excepción.

17.10. Tramo 15.

Faltan cuatro minutos para las 17.14, la hora mágica para el independentismo. Se hace el silencio. Casi absoluto, Tanto, que impresiona, teniendo en cuenta el mar de independentistas. El helicóptero, que acaba de llevarse otra bronca, es el único que rompe el mutismo, pero esta vez, nadie le silba. Y después, un aullido, que viene de lejos, desde la plaza de les Glòries, esa ola sonora que llega en segundos. La multitud se suma entusiasmada, voz en grito, brazos en alto.

La secuencia, punto álgido de la concentración, se repite una segunda vez, que se antoja aún más estruendosa, aunque también más breve. La concentración, como la de cada año, es mera puesta en escena, pero la práctica ha afinado la capacidad de la ANC y de los congregados para hacerla progresivamente impresionante. Hay que ver de lo que es capaz una multitud uniformada y adecuadamente disciplinada, al menos para salir de fiesta con la familia. Igual alcanzar el grado de perfección coreográfica de aquellas multitudes chinas en la ceremonia inaugural de aquellos Juegos de Pekín a mayor gloria del régimen también es cuestión de tiempo.

Aunque uno, que aún recuerda aquella inauguración olímpica con escalofríos, espera que no.

17.36. Tramo 10.

Avanzo cada vez más deprisa. Por un lado, porque a medida que nos alejamos del centro, el paso puede ser más ligero, y la columna de manifestantes, que desde el Paseo de Gracia, y salvo en los cruces, se concentra en el paseo central de la Diagonal, se va estrechando. Por otro, porque a medida que se avanza, hay menos que contar. Es lo que tiene la uniformidad. La marea humana emplazada en Glòries y en el Eixample se parece como dos gotas de agua a la concentrada en la zona alta.

Los lazos amarillos decoran bancos, ventanas de edificios, fachadas, vallas, jardineras y árboles. La mayoría de manifestaciones dejan a su paso un reguero de pintadas. Esta, tan disciplinada y familiar, no. Solo lazos, que son más fáciles de quitar que las pintadas. Lo que está por ver es si el Ayuntamiento los quitará, con lo que eso, ay, conlleva en forma de reproches.

18.02. Tramo 1.

La gente va retirándose, parsimoniosamente, pese a que, unos metros atrás, por megafonía se les pedía hace poco que esperaran, que había que cantar Els Segadors. Y pese a que, unos metros más adelante, al final del tramo 0, al final de todo, hay un escenario que sobre el que desfilan los líderes políticos.

El tramo 0, el reservado a autoridades e invitados, es el único que he visto atiborrado. La capacidad de convocatoria de la ANC para el acto festivo y catártico de la Diada sigue siendo impresionante. Otra cosa es que los concentrados sean 200.000, como dice Sociedad Civil Catalana, o un millón, como dice la Guardia Urbana. Yo hace mucho que he perdido la cuenta, pero no es una cuestión baladí, después de que el president Quim Torra haya dicho que aquí estaría la «parte central» de la sociedad catalana. 

Sea como sea, son más de las seis y los que atiborran  el tramo 0 ahí siguen, escuchando las arengas. Los demás, van desfilando. Total, los parlamentos, como las discusiones sobre tácticas y estratégicas, los pueden dejar para casa y verlos luego por TV3.

Epílogo.

De vuelta, en la plaza Francesc Macià, un grupo de tres chicos comentando la jugada. Uno de ellos luce la pancarta más excéntrica del día. Por un lado, el cartón dice «Free Bhagwan» (Libertad para Bhagwan) y por el otro, «Rajnishpuram is not Spain» (Rajnishpuram no es España), en referencia al gurú Bhagwan, también conocido como Osho, líder de la secta de los rajhnise, y la ciudad que fundó en Oregón y con la que desafió incluso al gobierno federal, según cuenta Wild Wild West, la serie documental de moda los últimos meses en Netflix. Un guasón irónico, el de la pancarta. Otra excepción.

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