La soledad del president Puigdemont

Convergència busca cómo reiventarse, con Artur Mas como gran hacedor, las familias ideológicas quieren influir, y Esquerra va a lo suyo, con Junqueras negociando directamente con De Guindos y Montoro, mientras el jefe del Ejecutivo catalán trata de darse a conocer

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

En España todo es interino. El presidente Mariano Rajoy sigue en funciones, y por eso no quiere que el Congreso controle a su gobierno. Y en la Generalitat de Cataluña su presidente, Carles Puigdemont, también vive una situación provisional. Es presidente, elegido por el Parlament, pero se encuentra solo, en un momento convulso, en el que todo a su alrededor se mueve a gran velocidad.

Todo gira. Su propio partido, Convergència, y Esquerra Republicana, su socio, que, con Oriol Junqueras a la cabeza, negocia directamente con los ministros Luis de Guindos y Cristóbal Montoro, y mantiene la cohesión de lo consellers republicanos, provocando el enfado del mismo Puigdemont.

Las palancas del poder

Un representante patronal ilustra su situación con una idea muy gráfica. ¿Dónde iría a comprar una americana el president Puigdemont en Barcelona? «Seguramente al Corte Inglés». Lo que conlleva esa afirmación, jocosa, es que el president no conoce Barcelona, no ya sus tiendas y sus sastrerías, sino las palancas de poder de la capital catalana.

Con todas sus referencias en Girona, Puigdemont insiste ante los suyos, y ante la dirección de Convergència que su misión está tasada, por un tiempo limitado, que cumplirá el mandato de 18 o 20 meses acordado entre Junts pel Sí y la CUP y después volverá a Girona.

Pragmatismo independentista

Un destacado asesor de Artur Mas, y ahora también de Puigdemont asegura, sin embargo, que en los próximos meses esa idea inicial podría cambiar. «Alguien que en muy pocas horas acepta el reto de ser president, tiene ambición y aguante para seguir», asegura. La cuestión es que todo dependerá de cómo evolucione Convergència, y del papel que pueda tener Artur Mas, muy activo en su misión de refundar el partido de Jordi Pujol.

Puigdemont «quiere ser muy pragmático, sin olvidar todo lo que defiende, y es que es un independentista de siempre», asegura otro de sus asesores. Lo ha demostrado en una entrevista conjunta con varios rotativos europeos, entre ellos el Financial Times. Su idea es que la legitimidad «viene del Parlament», y que el Gobierno español no podrá ignorar por más tiempo el movimiento independentista, y que se deberá convocar un referéndum de autodeterminación.

Mensajes inocuos

Pero, ¿qué puede hacer? El mismo día que se reunía con el socialista Pedro Sánchez en el Palau de la Generalitat, esta pasada semana, almorzaba –el martes—con los empresarios del Instituto de la Empresa Familiar en el Círculo Ecuestre. Con la presencia, entre otros de Javier Moll (Prensa Ibérica); Marc Puig (Grupo Puig); Simón Pedro Barceló (Barceló Corporación Empresarial); José Lara (Grupo Planeta); Javier Godó (Grupo Godó); Joan Molins (Cementos Molins); Antonio Gallardo (Almirall); Ferrán Rodés (Havas Media) o José Manuel Entrecanales (Acciona), Puigdemont gustó, pero los empresarios no obtuvieron ninguna pista de qué iba a hacer exactamente el presidente catalán. Se trató de una reunión inocua, insustancial, según fuentes empresariales.

Con la presencia de Josep Rius, mano derecha ahora de Puigdemont, como director de la oficina del president, —antes coordinador del gabinete de Artur Mas— el jefe del Ejecutivo catalán buscó la complicidad del empresariado para que actúe de puente con el Gobierno español. Pero, ¿en qué dirección?

Diálogo, ¿pero sobre qué?

Sobre el papel, Puigdemont no renuncia a la hoja de ruta independentista, aunque nadie en el Govern, como apuntan varias fuentes, cree que se pueda hacer nada en 18 meses. Todo queda a la expectativa del próximo gobierno en Madrid. Para conocer, además, las palancas reales del poder, en el mundo financiero y empresarial, Puigdemont no ha cerrado todavía una entrevista con Isidro Fainé, el presidente de CaixaBank.

Sí la mantuvo con el presidente del Círculo de Economía, Antón Costas, que también se reunió con Mariano Rajoy y Pedro Sánchez para encontrar una salida a la gobernabilidad de España. En esa reunión con Costas, Puigdemont se mostró comedido, dispuesto a establecer una vía de diálogo con el próximo jefe del Ejecutivo.

El núcleo de amigos

Puigdemont es voluntarioso, pero se encuentra atrapado en una situación que él no controla. Su círculo sigue siendo el de siempre, con su amigo Miquel Casals en el centro, un independentista de primera hora, que se dio de baja de Esquerra, donde militaba, cuando los republicanos facilitaron la presidencia de José Montilla, como apuntan Jordi Grau Ramió y Andreu Mas, en su semblanza sobre el president, en Puigdemont, el president @krls.

También se ayuda en el convergente Jami Matamala, y en los periodistas Xevi Xirgo (El Punt-Avui) y Carles Porta. Ellos, y con la mujer del diputado Jordi Xuclà, Mireia Santamaría, -él, diputado de CDC en el Congreso, no pudo asistir, además de sus parejas, cenaron con Artur Mas y Helena Rakosnik en un restaurante de Girona a mediados de enero, poco después de ser elegido president en el Parlament-.

En el Govern le ayuda el conseller de Empresa, Jordi Baiget, indispensable en estos momentos, y hombre de estrecha confianza de Artur Mas. También le asesoran intelectuales próximos a Mas, para buscar ese difícil camino entre pragmatismo y defensa del proyecto independentista. Moderación sí, pero ambigüedad no, o gestión de los tiempos con inteligencia, pero proyecto claro también, lemas en los que se mueven Agustí Colomines o Francesc Marc Álvaro.

Fuera de los debates

La cuestión es si el ex alcalde de Girona tendrá algún papel después de la misión encomendada. «Está fuera de los debates ahora en Convergència, y además debe estarlo, para concentrarse en el Govern», aseguran fuentes de la dirección del partido. Pero también se recuerda que «dependerá de la refundación de CDC y de si en un año, o año y medio, el partido puede basarse en una doble figura, la del candidato, y la del jefe ideológico, como ha hecho siempre el PNV, desde tiempos de Arzalluz».

Artur Mas, llamado a ejercer esa figura del viejo presidente del PNV, «ha logrado una aureola, como referente del país para muchos catalanes, que puede facilitar ese modelo», se señala. Porque lo que sí se descarta es que Mas pueda ser candidato. Con acierto o no, Mas ha señalado que no será más el candidato para una Cataluña autonómica. Lo que pretende Mas es impulsar un plan, en paralelo, que parte de la refundación de Convergència, con un congreso en el mes de junio, y de la generación de espacios ideológicos a través de una plataforma de pensamiento que ya está trabajando.

Una federación de federaciones

Si Ferran Mascarell, el ex conseller de Cultura –ex socialista—logra una plataforma de apoyo, del mundo socialista, o si Antoni Castellà –ex secretario de Universidades y ex dirigente de Unió—consigue un espacio democristiano, o si otras figuras suman otras corrientes, siempre con el referente del soberanismo, y todas éstas se federan con la refundación de CDC, eso será la nueva Convergència que pretende Mas.

Existen otros colectivos, y otras personalidades. Antoni Fernández Teixidó defiende un espacio más orientado al liberalismo, conectado con la política española, y con el ánimo de rectificar respecto al pasado reciente. David Madí y Marc Guerrero buscan potenciar Llivergència, el espacio liberal de CDC, en el que se encuentra el propio Teixidó, y que ha organizado un acto con el propio Mas para el 31 de marzo.

Alcaldes jóvenes e independentistas

Y también empuja el colectivo de alcaldes, que representan un cambio generacional mayúsculo, y que quieren influir para que CDC –tenga ese nombre o no—confluya en una fuerza política de centro, pero netamente independentista.

Alcaldes como Marc Castells, de Igualada; Albert Batalla, de la Seu d’Urgell; Marc Solsona, de Mollerussa; Miquel Buch, alcalde de Premià de Mar y presidente de la AMI, o Laia Flotats, jefa de filas de CDC en Sant Just Desvern, o Joan Ramon Casals, alcalde de Molins de Rei, tienen claro que no se podrá volver a la tradicional ambigüedad. Todos nacieron en los setenta. Pertenecen a una generación que ve lógico el proyecto independentista.

Otros, más jóvenes aún, como Sergi Miquel, secretario general de la JNC, insisten en esa dirección. Y dirigentes como Ferran Bel, de Tortosa, siguen la corriente, pero reclaman una cierta rectificación.

Batalla interna y externa

Mas trata de ser, como él mismo dice, la «rótula» entre los distintos colectivos, de fuera del partido y de dentro. Y en los próximos meses deberá lidiar con Germà Gordó, que dice que cuenta con un «ejército local», en referencia a los alcaldes, que otros dirigentes aseguran que no tiene; con Josep Rull, que busca un lugar propio; o con un tercero que pueda surgir de improvisto. Otros, como Carles Campuzano –un referente ideológico y de rigor para todo el partido– también desean influir directamente en el debate.

Pero Puigdemont es ajeno a todo ello. O cumple su promesa, en un año y medio –o tal vez menos, en función de la cohesión de Junts pel Sí, con Esquerra jugando a favor de sus propios intereses—o alguien le destina otro papel.

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp