Quim Torra se bunkeriza: ni elecciones ni acuerdos con ERC

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, se resiste a llamar a las urnas sin un acuerdo con ERC para desafiar la previsible inhabilitación del Supremo

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Quim Torra se niega a dar por finalizada la legislatura, a convocar elecciones y a echarse a un lado. Las presiones de ERC para que Torra firme el final del mandato ante su previsible inhabilitación como presidente de la Generalitat no han dado resultados y el líder independentista, que este miércoles afronta el debate de política general en el Parlament de Cataluña desde primera hora de la mañana, está decidido a protagonizar el ejercicio de resistencia que le exige Carles Puigdemont. «Está bunquerizado», afirman en el Palau de la Generalitat para describir su actitud.

Las formaciones independentistas han cruzado llamamientos a la unidad para dar respuesta a la probable inhabilitación que espera a Torra en el Tribunal Supremo. Pero toda esta retórica ha resultado hueca.

Junts per Catalunya reclama a ERC que se preste a la desobediencia de algún modo, pero los republicanos se niegan a asumir una estrategia que, a su entender, solo conduce a la derrota.

La Esquerra de Oriol Junqueras tiene planes muy distintos. Quiere elecciones y, en paralelo, explorar la negociación con el Gobierno —sea en la mesa de diálogo soberanista o sea en los presupuestos— en busca de una rebaja de penas para los políticos presos y en busca de algún tipo de votación en Cataluña que guarde algún parecido con la autodeterminación.

La división del bloque soberanista solo ha hecho que extremarse en los últimos días. Pese a todo, las partes se niegan a dar por imposible el acuerdo porque nadie quiere aparecer como el culpable ante la parroquia soberanista.

Las órdenes de Puigdemont a Torra

El debate de política general, que comienza este miércoles y que se alargará hasta el viernes, reflejará con exactitud el destrozo que sufre el frente independentista.

Torra se propone encarar la sesión parlamentaria mezclando un relato de resistencia ante «la represión» de las instituciones del Estado con otro relacionado con la presunta normalidad de un gobierno que sigue en plenas funciones gestionando la coronacrisis. «Que no caiga el Govern», es la orden de Puigdemont.

La situación es rocambolesca porque Torra, que ahora intenta alargar la vida de su gobierno con el pretexto de la crisis sanitaria y económica, reconoció hace ya nueve meses que la coalición soberanista no tenía más recorrido. El president anunció entonces que no había más proyecto que desarrollar y que la confianza se había roto después de que la Mesa del Parlament, presidida por Roger Torrent (ERC), le despojara de su acta de diputado por instrucción de la Junta Electoral. 

Desde aquel lejano 29 de enero, la degradación ha sido continua, así que los grupos de la oposición tienen donde escoger para dirigir sus ataques. En realidad, la oposición también está en apuros porque ninguno de los partidos que la componen puede presumir de expectativas electorales, sino más bien al contrario. ¿Cómo aprovechar la descomposición del Govern? Nadie tiene respuesta.

La frustración de la oposición, las súplicas de ERC

Las últimas encuestas pronostican lo de casi siempre: que el bloque soberanista revalidará su mayoría. El PSC se perfila como el partido que tiene más a ganar, aunque no puede ni soñar con la victoria. Ciudadanos intenta frenar la brusca caída que sufren sus siglas. Catalunya en Comú busca aire para no verse devorada por PSC y ERC. Y el PP intenta confirmar su resurrección en Cataluña.

Todos tienen munición de sobras para disparar sobre Torra, pero quizás ninguna circunstancia evidencia mejor la fragilidad la debilidad de su gobierno que las súplicas de última hora entre ERC y Junts per Catalunya.

La secretaria general de ERC, Marta Rovira, casi siempre en segundo plano desde que huyó a Suiza, quiso lanzar un llamamiento en público para que el presidente de la Generalitat atienda a razones. «Por favor, acordemos la fecha de las elecciones», imploró desde la Ser.

El temor de la dirección de ERC es que a la inhabilitación de Torra le sigan «seis u ocho meses de desgobierno» hasta que se imponga la celebración de unas nuevas elecciones. Todo ello sin que JxCat se preste a la lógica de las normas, es decir, evitando proponer a algún candidato alternativo a la presidencia de la Generalitat para su investidura en el Parlament. «Cataluña no se lo merece y el independentismo, tampoco», dijo Rovira.

Pero el entorno de Torra y Puigdemont permanece impasible ante este tipo de ruegos, deseoso de practicar lo que llaman «confrontación inteligente» sin que nadie acierte a explicar qué significado dan a la inteligencia.

La portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó, de JxCat, pidió a ERC que aparque sus presiones para la convocatoria de elecciones en Cataluña porque lo que toca es resistir. «Lo que esperamos son muestras de solidaridad antirrepresiva», resumió Budó.

En estas circunstancias arranca el debate de política general. Nunca como ahora fue tan difícil distinguir al gobierno de la oposición, a la oposición del gobierno. 

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