Rajoy pasa de puntillas por el Tribunal Supremo

El expresidente del Gobierno realiza una exhibición de 'marianismo' ante Marchena sin entrar en las causas penales que pesan sobre los acusados

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De Mariano Rajoy se han dicho dos frases que definen con cierta exactitud al personaje. La primera corresponde al periodista José María García: «Lo bueno que tiene es que pasa por los sitios y no ensucia; lo malo, es que pasa por los sitios y no limpia». La segunda frase la dejamos para el final del artículo.

Existía ayer, miércoles, una enorme expectativa sobre lo que podía dar de sí la declaración de Rajoy en el juicio del procés. Sobre si contempló declarar los estados de alarma, excepción y sitio durante los vertiginosos meses de septiembre y octubre en Cataluña, sobre las conversaciones que mantuvo con Carles Puigdemont y sobre las instrucciones policiales que estudió durante aquellas semanas.

Todo ello podía llevar el juicio del procés a otro estadio. Pero Rajoy defraudó esas expectativas porque el expresidente del Gobierno no quiso ensuciar ni limpiar. Ni alimentó las acusaciones penales que pesan sobre los acusados por los delitos de rebelión y secesión —sólo mencionó «el acoso» que sufrieron alcaldes socialistas— ni se extendió en detalles sobre la seguridad («jamás he tomado una decisión sobre un dispositivo policial»).

La vicepresidenta de Rajoy

El expresidente, a diferencia de Soraya Sáenz de Santamaría, evitó en todo momento el asunto de la violencia. Sus energías se centraron en subrayar que dejó claro en infinidad de ocasiones al gobierno de Puigdemont que «no iba a negociar la soberanía nacional». «Avisamos hasta la saciedad de que por ese camino no íbamos a ninguna parte. Fuimos muy prudentes, dimos la posibilidad de rectificar», dijo.

Rajoy no acudió al Supremo con el propósito de incriminar a los acusados, sino con la idea de defender su actuación al frente del Gobierno a la hora de aplicar el 155. «Pensábamos que era lo más operativo y lo más justo porque el estado de excepción o de sitio afectan a los derechos individuales», argumentó.

Las víctimas de Rajoy

Sólo dos personas se pudieron sentir atacadas por las palabras del expresidente. El primero, Puigdemont. Sobre él descargó toda la responsabilidad de convocar el referéndum ilegal del 1 de octubre. Curiosamente, en este punto coincidió con Artur Mas, quien también atribuyó al líder huido la temeraria votación.

El otro afectado fue Pedro Sánchez, el hombre que acabó con su carrera política tras la moción de censura del pasado junio. Se le preguntó a Rajoy por el papel de Íñigo Urkullu como «mediador» en la crisis catalana y estalló el expresidente: «Allí no hubo ningún mediador de nada».

Al expresidente del Gobierno sólo le faltó decir que jamás se le pasó por la cabeza aceptar la figura de un relator. Pero se le entendió todo: «Me llamó mucha gente. A algunos los vi personalmente y a otros por teléfono. Pero quedémonos con lo sustancial: todo el mundo sabe que el Gobierno no negocia esto».

A Rajoy le importó más pasar cuentas con Sánchez que no influir en el juicio del procés. Ningún acusado puede sentir que su situación es más comprometida tras la declaración de un hombre que quiso pasar de puntillas por el Supremo.

Artur Mas, que conoce bien al (ex)político gallego, lo decía a menudo: «Con Rajoy es muy difícil enfadarse».

 

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