Sánchez se encamina hacia una primera investidura fallida

El líder del PSOE tratará de ser presidente sin los apoyos parlamentarios suficientes

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¿Quién gobernará en España los próximos cuatro años? ¿Conseguirá Pedro Sánchez ser presidente del Gobierno? ¿Se retirará Mariano Rajoy? ¿Se repetirán las elecciones en junio? La mayoría de los españoles se hacen estas preguntas. La política española está liada como nunca lo había estado y es difícil vislumbrar un final claro.

De momento, lo único que hay sobre la mesa es un pacto entre el PSOE y Ciudadanos que se cerró este miércoles. Es un acuerdo centrista que podría suscribir una buena parte del electorado. No obstante, y pese a que ha sido anunciado a bombo y platillo, no deja de ser un brindis al sol.

Los números no salen

Como recordó el podemita Íñigo Errejón tras conocer el pacto, la matemática se impone. Los socialistas tienen 90 diputados. Los Ciudadanos de Albert Rivera, 40. Entre los dos suman 130. La mayoría absoluta en el Congreso está en 176 diputados. Los números se imponen. O dicho de otra manera, Sánchez necesita de otros apoyos para salir triunfante de su investidura prevista para el 1 de marzo.

Al ser su pacto de centro, el líder del PSOE puede mirar tanto a la derecha como a la izquierda a la hora de buscar esos respaldos que necesita como agua de mayo para evitar el fracaso en esa sesión de investidura.

Ruptura con la izquierda

Pero no parece que en ninguno de los dos flancos vaya a encontrar comprensión. Los socialistas habían iniciado una ronda de contactos con las fuerzas de izquierdas: Podemos, Compromís e IU. Las conversaciones no iban mal. Pero en cuanto se supo que el pacto PSOE-Ciudadanos estaba cerrado, los de Pablo Iglesias se levantaron de la mesa y rompieron las negociaciones. Al poco, el líder de IU, Alberto Garzón, también se desmarcó de Sánchez.

Si Sánchez fracasa en esa primera investidura, cabe la posibilidad de que las cuatro formaciones de izquierdas vuelvan a hablar. Pero ese pacto progresista es muy difícil. Por un lado, comportaría que el PSOE rompiese con Ciudadanos. Por otra parte, tropieza con la misma piedra que el acuerdo entre los socialistas y Rivera: las matemáticas.

El desempate, en manos del independentismo

PSOE, Podemos, IU y Compromís sumen 161 diputados. PP y Ciudadanos también suman 161 diputados. Sería un empate. Y quienes estarían llamados a desempatar serían los partidos independentistas. El secretario general del PSOE podría contar con el respaldo del PNV y la abstención de ERC y Democràcia y Llibertat, antigua CDC, para salir investido.

Pero Sánchez sabe que ese pacto le resultaría muy caro, porque implicaría hacer concesiones al independentismo como permitir un referéndum secesionista en Cataluña. Eso podría resultar incómodo para una buena parte de los barones socialistas, que no verían con buenos ojos un pacto de esas características.

Estrategia a corto plazo

Las cosas no están mejor por el flanco derecho. El PP, con sus 123 diputados, no se plantea abstenerse en la investidura de Sánchez. Votarán en contra, porque, aunque están a favor de la gran coalición entre populares, socialistas y Ciudadanos, no la contemplan si no es con un presidente del PP, que es el partido que ganó las elecciones.

Con este panorama, la estrategia del PSOE a corto plazo consiste en presionar por uno y otro lado. Los socialistas enviarán estos días por tierra, mar y aire un mensaje destinado a Iglesias: si Podemos no se abstiene, está facilitando que el PP continúe en el poder.

Consulta a la militancia

Rivera será quien se ocupe del flanco derecho. El líder de Ciudadanos se encargará de tratar de convencer al PP para que se abstenga y permita la investidura de Sánchez evitando así que un gobierno radical con Iglesias como vicepresidente se imponga en España.

Además, Sánchez someterá a consulta de la militancia los pactos alcanzados. Esta consulta tendrá lugar este mismo sábado y, tal y como están las cosas, consistirá tan sólo en preguntar si los afiliados al PSOE si bendicen el pacto con Ciudadanos.

Dos meses decisivos

Así se llegará al día 1 de marzo, el próximo martes, la fecha prevista para la investidura. Tal y como están las cosas, Sánchez tiene escasas posibilidades de salir de esa cita convertido en el nuevo presidente español, pero eso no significa que vaya a tirar la toalla.

A partir de ese momento, empieza a contar el plazo de dos meses previsto por la ley para que se celebren nuevas elecciones. O lo que es lo mismo, si el 1 de mayo nadie ha conseguido formar gobierno, se anunciarán nuevos comicios de forma automática.

Esos dos meses serán cruciales para evitar llamar de nuevo a las urnas a los españoles, un escenario que casi nadie quiere. Se reemprenderán las negociaciones y esta vez irán mucho más en serio, pues todos los partidos se la juegan.

La gran coalición

Cobrará entonces fuerza la posibilidad de cerrar la famosa gran coalición. El PP insistirá en que el presidente sea uno de los suyos por ser la fuerza más votada y que más escaños obtuvo el pasado 20 de diciembre. Y en esta ocasión es probable que PSOE o Ciudadanos, o ambos, pongan como condición que Rajoy no sea el candidato.

Si los populares ceden e impulsan el relevo, la gran coalición sería posible. Aunque sobre ese proyecto planearían todavía muchas dudas: ¿Qué pasaría con Sánchez? ¿Tendría que dejar el líder socialista también la primera línea política? ¿Quién sustituiría a Rajoy? ¿Soraya Sáenz de Santamaría?

¿O el gobierno de izquierdas?

Y aunque esta segunda opción tiene menos puntos, tampoco se puede cerrar la puerta a que los socialistas se inclinen por reemprender las negociaciones con la izquierda y se replantean cerrar un pacto de Gobierno con Iglesias.

Todo está muy abierto en la política española del post bipartidismo. Marzo y abril serán meses capitales para que se diseñe el futuro del país.

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