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“Los hombres de verdad no temen la igualdad”, rezaba una pancarta entre las cabezas que poblaban el interior del metro de la L3, en Barcelona. La mayoría eran mujeres, muchas de ellas jóvenes. Algunas llevaban carteles con eslóganes o dibujos. Eran las 18:20 horas y prácticamente todas ellas tenían un destino en común: la intersección entre la calle Entença i la Gran Via. Allí es donde estaba prevista la manifestación de la ciudad por los derechos de las mujeres, un 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora.

El punto de encuentro era indistinguible. Cuando llegamos, la multitud llegaba a la Plaza España por arriba y pasaba de la calle Rocafort, en dirección a Plaza Cataluña, gritando, aplaudiendo y conversando animadamente.

La congregación, bajo el lema “Paramos para cambiarlo todo. Ni un paso atrás” reunía a mujeres de todas las edades, razas y clases sociales, para reclamar la igualdad de condiciones en el ámbito social, laboral y familiar. Y a hombres, muchos hombres que, igual que ellas, levantaban pancartas y gritaban consignas. 200.000 participantes, según la Guardia Urbana, siguiendo una marcha que encabezan colectivos de migrantes, lesbianas y transgénero.

 La Gran Via durante la manifestación. /Anna Pujol

En el carril lateral de la Gran Via, un grupo de chicas con tambores marcaban el ritmo de una batucada, mientras la gente se movía a su alrededor. Pocos prestaban atención al cordón lila y blanco que debía separar la zona que la organización había definido como “no-mixta” en el carril central, de aquella donde debían permanecer los hombres, con el objetivo de dar más visibilidad a las mujeres en el centro de la marcha.

El violeta, el color con el que se identifica el movimiento feminista, plagaba la ropa, los rostros, los carteles e incluso los globos que conformaban la cascada de voces que descendía hacia el centro de Barcelona.

Consignas duras contra la violencia machista

El rechazo de las violencias machistas fue otro de los grandes protagonistas de la víspera: las manifestantes alzaban su voz exigiendo seguridad y respeto a su cuerpo. Casos como el de “La Manada” se denunciaron a viva voz, acompañados del lema “Yo sí te creo”. Cerca de nosotros un señor con el pelo cano y una boina compartía con tono animoso que acababa de enterarse de que, por defender la igualdad entre sexos, era feminista.

Las consignas iban cambiando a la vez que las mismas participantes daban rienda suelta a su imaginación. “¿Escucha, tú crees que nena es ofensivo?” nos preguntó alguien, en su búsqueda por una rima sonora. “ Las calles serán feministas”, “No estamos todas, faltan las muertas”, “Sin mujer no hay revolución”, “Con ropa, sin ropa, mi cuerpo no se toca”, “Luego diréis, que somos cinco o seis”; eran algunos de los cánticos más populares entre las manos alzadas y los silbidos de la multitud.

Dos chicas sujetan sus pancartas durante la marcha. /Anna Pujol

Las pancartas eran más explícitas y contundentes: “No nací mujer para morir por serlo”, “Manolo, la cena te la haces solo” o “Es increíble que el feminismo incomode más que los feminicidios” acompañaban dibujos y eslóganes popularizados por instagrammers. Algunos rótulos apelaban directamente a los partidos de derecha como Vox o el PP, por sus declaraciones sobre el aborto o el papel de la mujer en la sociedad.

Hicieron también acto de presencia varias banderas con el logo de la UGT y de agrupaciones como #OnSónLesDones, que reclama la igualdad de participación en los medios. Algunos miembros de partidos políticos, medios de comunicación, colectivos de trabajadoras, movimientos sociales y sindicatos también secundaron la marcha.

Un manifiesto que incorpora las transexuales, lesbianas, migradas y racializadas

Al llegar al Passeig de Gràcia, la masa giró en dirección a Plaza Cataluña. La enorme pancarta que lideraba la manifestación se detuvo, rodeada por un cordón humano, y los miembros de la marcha rodearon el escenario colocado en el centro de la plaza. Allí tuvieron lugar algunas actuaciones de canto, teatro y baile, y a continuación, las actrices Itziar Castro y Silvia Albert Sopole presentaron el manifiesto del 8M, en un discurso en el que se remarcaron la sororidad y la necesidad de acabar con las violencias de género.

Seguidamente, Aissatou Diallo, Natza Ferrer, Sofia Bengoetxea y Alba Flores leyeron dicho manifiesto, en el que se exigía el respeto a las mujeres y se rechazaba al sistema capitalista y al patriarcado de la opresión y las violencias sobre ellas. “Estamos hoy juntas y gritamos: basta de violencias machistas, cotidianas e invisibilizadas. No somos víctimas, somos supervivientes”, subrayaba el documento, que además, reivindicaba políticas que garantizaran la equidad en el trabajo y la protección a aquellos colectivos marginados. “Reivindicamos una sociedad libre de opresiones y de violencias institucionales”, añadía.

Aissatou Diallo, Natza Ferrer, Sofia Bengoetxea y Alba Flores durante la lectura del manifiesto. /Anna Pujol

Después del día de huelga feminista, algunos partidos políticos, en plena precampaña electoral, expresaron su satisfacción con la manifestación, como también lo hicieron los sindicatos UGT y Comisiones Obreras. En línea con el manifiesto, el Govern de la Generalitat alertó del «auge de la ultraderecha» en España, que “amenaza” los derechos de las mujeres. La candidata del PSOE a las generales por Barcelona, Meritxell Batet, llamó a no dar “ningún paso atrás” ante el «peligro» de regresión machista en cuestión de derechos y libertades de las mujeres.
 

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