La agresión a una periodista empaña la manifestación del 1-O en BCN

Manifestantes en la marcha de la ANC por el aniversario del 1-O increpan a periodistas de TVE y Telecinco y vacían una bebida en la cabeza de una redactora

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Miles de personas se dieron cita este martes por la tarde en el centro de Barcelona citados por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), en la que se pretendía la protesta de más alcance de entre el rosario de convocatorias para conmemorar el segundo aniversario del 1-O. Probablemente lo fue. También se pretendía pacífica. Y lo estaba siendo,  pero acabó con la agresión a una periodista.

Sin fila cero reservada a politicos, no fue, dada esa dispersión, una protesta comparable a otras demostraciones de fuerza de la ANC y Òmnium –de hecho, ERC la contraprogramaba con un acto propio a la misma hora en el municipio de Fonollosa–, pero dio para llenar de entrada una plaza Cataluña en la que la CUP aprovechaba para recoger firmas que avalen su candidatura a las elecciones del 10-N y los primeros dos tramos del Paseo de Gracia.

La marcha transcurrió sin sobresaltos y entre clásicos. De los voluntarios de la ANC con exceso de celo emperrados en centrifugar a la gente que camina delante de la manifestación y que reclaman acreditaciones a los periodistas como si fueran guardias urbanos o algún otro agente de la autoridad a los canticos pidiendo libertad para los «presos políticos» y echar de Cataluña a «la justicia española», la Guardia Civil y «las fuerzas de ocupación», así, en general.

De  aquello de «nuestra sentencia, la independencia» a los abucheos a la «prensa española manipuladora». Abucheos y hasta una agresión a la periodista de Telecinco Laila Jiménez, a la que al final del acto le vaciaron el contenido de una lata en la cabeza. El episodio se saldó con la huida del euipo de televisión y un conato de enfrentamiento entre manifestantes.

Cánticos a los periodistas en la manifestación del 1-O

Los equipos de TVE y Telecinco ya habían aguantado una primera dosis de abucheos estando apostados frente a la sede de la Comisión Europea en Barcelona, en la esquina del Paseo de Gracia con la calle Provença, primera de las tres paradas previstas. Las otras eran la delegación del Gobierno y el instituto Jaume Balmes, en el que el 1-O hubo duras cargas policiales. 

En cada una de esas tres paradas, por cierto, un miembro de la ANC leía un fragmento de un manifiesto. Claro que es difícil que Europa escuchara, no solo porque el edificio de la comisión estaba cerrado a cal y canto y blindado por dos furgonetas de los Mossos d’Esquadra, sino por la ínfima megafonía desplegada, reducida a un afónico altavoz incapaz de sobreponerse al helicóptero que sobrevolaba la marcha y a los cánticos de los propios asistentes, la inmensa mayoría de los cuales, este cronista incluido, no consiguieron oir nada.

Volvamos a los equipos de televisión. O mejor, al grupo que lo rodeó, integrado en su mayoría por chavales muy jóvenes, y que optó por dedicar su atención y sus cánticos, nada amables, a los periodistas, por si acaso se les ocurría hacer una conexión en directo. Cánticos entre los que no faltó algun: «Visca, visca, visca, visca Terra Lliure«, en homenaje al extinto grupo terrorista. Esas loas se escucharon en algún otro momento. En ningún caso se convirtieron esos cánticos en mayoritarios, pero haberlas, las hubo.

Mucho peor fue el episodio que cerró con alta tensión, incluso entre manifestantes, una marcha que había transcurrido sin incidentes, cuando el equipo de Telecinco intentó hacer su trabajo frente al instituto, mientras era sometido a una intensa lluvia de gritos e insultos.

El boicot fue a más y un exaltado intentó obligar a los periodistas a cortar a la brava y entre amenazas, y acabó enfrentandose a otros concentrados que le reprocharon su actitud, algunos con el argumento de que su actitud era contraprodecente porque «eso es lo que quieren». El tipo pareció recular tras encararse con varios manifestantes, pero luego volvió a la carga, y mientras trataban de frenarle, otra chica le vació a la reportera su bebida en la cabeza.

La bronca fue a más y algunos de los que hasta segundos antes estaban dinamitando la conexión empezaron a gritar que había «infiltrados», mientras el equipo de televisión optó por largarse. Todo eso, apenas cinco minutos después de los cánticos de «Cataluña será la tumba del fascismo». Apenas a 20 metros de la pancarta que, a la puertas del Jaume Balmes, rezaba, evocando el 1-O: «Votamos y ganamos. Ni olvido ni perdón».

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