La Guardia Civil pasa la factura a Sànchez por su protagonismo el 20-S

Los responsables del registro a Economía señalan al expresidente de la ANC por el liderazgo que asumió de la protesta a las puertas del edificio

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Jordi Sànchez asumió un protagonismo el 20-S que ahora le puede costar caro. Si uno de los acusados salió especialmente malparado de la sesión con la que este lunes arrancó la séptima semana del juicio del procés, ese fue el expresidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Porque a decir de los dos responsables policiales del dispositivo judicial encargado de los registros de aquella tensa jornada en la sede del departamento de Economía, que comparecían como testigos, Sànchez no se limitó a asumir el rol de interlocutor de los concentrados a las puertas del edificio, sino que se arrogó decisiones en materia de seguridad que no le correspondían y que la intendente de los Mossos Teresa Laplana, la otra gran señalada del día, asumió disciplinadamente.

Compareció primero el capitán de la Guardia Civil responsable de la comitiva judicial, un equipo de 10 efectivos de paisano, y explicó que Sànchez se presentó como “el interlocutor válido de la masa”, y que se produjo una situación “esperpéntica” porque el líder de la ANC parecía llevar “la voz cantante” por lo que respecta a los temas de seguridad en la calle.

El capitán contó que poco después de las 9 de la mañana ya vio que los tres altos cargos que habían sido detenidos fuera de la conselleria y que tenían que ser trasladados a la misma  para asistir a los registros de sus despachos no podrían llegar en coche porque la calle ya estaba cortada, y que a las 10.30, viendo la magnitud de la protesta, descartó que los agentes que los custodiaban pudieran llevarlos al edificio, y así se lo comunicó por teléfono a los mismos.

Primer contacto

Sobre la una de la tarde, los dos mandos de la Guardia Civil tuvieron su primer contacto con Sánchez dentro de la sede de Economía, en un encuentro en el que, además de ellos tres, participaron Laplana y un responsable de mediación de los Mossos. Fue entonces cuando Sànchez planteó una opción para poder acercar a los detenidos al edificio: la formación de un pasillo formado entre la multitud por voluntarios de la ANC. Pero puso condiciones. 

Primero dijo que no podrían usar el pasillo ni vehículos logotipados ni personal uniformado. Y, según los testigos, cuando se le dijo que no había problema, porque el traslado se podía hacer con agentes de paisano y coches camuflados, «se negó en redondo» y dijo que el traslado tendría que hacerse a pie. «Y no llegó a decirme que no fueran esposados, pero prácticamente planteaba que los agentes hicieran un acompañamiento del detenido», remató el jefe del equipo de policía judicial. 

Esa opción se descartó porque no permitía garantizar la seguridad, y el mando de paisano le planteó que, si podía generar cordones, ¿por qué no hacerlo de tres metros de amplitud, y no de uno y medio, para que pudiesen pasar los vehículos? Sànchez dijo que no, que «la masa no se lo iba a permitir», pero «ni siquiera llegó a intentarlo», dijo el capitán.A su lado, Laplana se limitaba a ir «acatando», en palabras del testigo, las propuestas de Sànchez.

Sànchez y la salida nocturna

El ahora diputado y candidato al Congreso de Junts per Catalunya volvería a asumir protagonismo cuando por la noche se plantearon opciones para que la comitiva saliera una vez completados los registros. En ese momento, también estaba ya Jordi Cuixart, pero el presidente de Òmnium no pasó de ser un secundario en el relato de los guardias cicviles, que contaron que también fue Sànchez, y no Laplana, quien planteó la salida de la secretaria judicial custodiada por los mossos entre un pasillo de voluntarios.

Primero se habló de que lo hiciera sola, y después, acompañada por los agentes de paisano que habían efectuado el registro. El líder de la ANC descartó que pudieran salir los guardias civiles uniformados, y también que la comitiva vestida de calle pudiera salir de ahí con las cajas que contenían el material requisado. Si hacemos caso de los dos responsables del dispositivo que testificaron este lunes, en ningún caso se les informó de que ese pasillo serviría para separar a los concentrados del pasillo que también pensaba formar la Brigada Móvil (Brimo) de la policía catalana, como había testificado que estaba previsto el mayor de los Mossos José Luis Trapero.

La letrada, como es sabido, descartó en todo caso salir por la puerta. Y también lo hicieron los guardias civiles, a los  que una agente de los Mossos les había dicho: «¿Estáis locos? Si salís con las cajas, os matan». «Había un riesgo objetivo y evidente», incidió el jefe de la comitiva judicial. El hecho de que Sànchez y Cuixart dijeran que los agentes uniformados y los que debían transportar las cajas no podían salir indicaba que ellos también percibían ese riesgo, alegó. «Si no, ¿qué más les hubiera dado que hubiéramos salido?». 

El testigo también criticó que Sànchez y Cuixart se subieran en un coche policial para pedir a la gente que se fuera a casa. No era ni mucho menos, dijo, el mejor sitio, porque el grueso de la concentración estaba ya en la confluencia de la Rambla Catalunya con la gran Vía, que era donde había más espacio, y no donde los coches, justo en la puerta de la conselleria, situada a unos treinta metros de ese cruce.

«Camaradería» con la Guardia Civil

El segundo de los testigos, el responsable de la seguridad de la comitiva, fue quien más veces despachó el 20-S con Sànchez, con quien dijo que llegó a hablar en términos de «camaradería», y prefirió no cargar más las tintas contra él de lo que ya lo había hecho su compañero. Sí explicó que en un momento dado, Sànchez le quiso pasar a Trapero, a quien tenía al teléfono. El teniente declinó la oferta porque el protocolo no preveía que él tuviera que despachar con el mayor de los Mossos. Trapero y el acusado cruzaron 37 llamadas de teléfono ese día, y el mayor explicó que, aunque siempre le pareció que actuaba de buena fe, en una de las conversaciones tuvo que pararle los pies al presidente de la ANC: «Le dije que no me iba a decir a mí cómo montar un operativo , policial».

En otro momento, Cuixart le enseño a Sánchez un mensaje  en su móvil que alertaba de que TV3 había sido intervenida por el gobierno, algo que nunca sucedió. «Me preguntó qué sabía yo de eso, y le dije que nada». También contó que él le pidió dos o tres veces al líder de la Assemblea durante la tarde-noche que le dijera a la gente que se fuera, algo que no hizo hasta cerca de la medianoche. Pero, de nuevo, salió el argumento de que no podía hacer eso porque la masa no se iba a permitir.

A ese punto es al que se aferró el abogado de Sànchez, Jordi Pina, cuando le tocó interrogar a los testigos: en que su defendido no se negaba a nada, simplemente advertía de que había cosas que no eran posibles. Otras sí lo fueron. Cuando el presidente de la ANC le comunicó al responsable de la seguridad del operativo que le había llegado que había armas en los vehículos policiales y este se lo confirmó, le djo que intentaría  poner a alguien a controlar los coches. «Al rato, la gente que había estado sobre los vehículos ya no estaba».

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