El patinazo cárnico de Alberto Garzón abre las grietas de un Gobierno partido en tres

La sintonía entre Podemos y PSOE vuelve a flaquear con la última polémica del ministro de consumo, y se visualiza claramente ‘la tercera vía’, la de Yolanda Díaz, cada vez más fría con los dos socios de Gobierno

Alberto Garzón

El exministro de Consumo, Alberto Garzón. EFE/ Raquel Manzanares

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El lío que ha causado Alberto Garzón, ministro de Consumo, con su ataque a la “insostenibilidad” de la ganadería española es de tal calibre que las reacciones de la oposición no consiguen destacar entre las ensordecedoras críticas y desautorizaciones de los propios compañeros ministros, barones y socios del Gobierno de Pedro Sánchez. Además de convertirse en el ‘culebrón’ de Reyes, ha desvelado las profundas grietas de un Ejecutivo dividido prácticamente en tres partes.

Las opiniones de Garzón sobre la “mala calidad” de la carne y la acción “contaminante” de ciertas macrogranjas castellanas que hizo en ‘The Guardian’ ha evidenciado, además de la incompatibilidad con el cargo, las profundas divisiones de los socios de Gobierno: por un lado, entre PSOE y Podemos y, cada vez más, entre Yolanda Díaz, que está acentuando su tercera vía en las puertas del nuevo ciclo electoral.

Desde la parte socialista del Gobierno liderada por Pedro Sánchez tienen cierto déjà vu con el ministro Garzón desde que se le ocurriera pedir restricciones al consumo de carne a los españoles por el bien del planeta. El presidente abordó el debate asegurando que, para él, “un buen chuletón es imbatible”. Meses después, la ministra de Educación, Pilar Alegría, tuvo ayer que desautorizar “la opinión personal” del dirigente morado e insistir en su apoyo al sector ganadero porque “crea empleo”. También desde el Ministerio de Agricultura se recordó que las granjas, macros o micros, en España, cumplen toda la legislación comunitaria.

A esta desautorización fina y ministerial se le ha sumado por supuesto la baronía socialista de Javier Lambán y Emiliano García-Page, con indignaciones más ruidosas contra Garzón, aunque cada vez menos relevantes: hemos entendido ya las advertencias periódicas pero sin recorrido que los presidentes de Aragón y Castilla-La Mancha tienen que ir dosificando para evitar ser acusados de mansos con el Ejecutivo de PSOE y Podemos. Sea como sea, evidentemente el ataque a la ganadería española de Garzón no contribuye en nada bueno a las opciones socialistas y moradas en el granero de votos de la España vacía, tan ansiada.

Pero la auténtica “atrofia” o descomposición monclovita se percibe en la parte ‘podemista’ del Gobierno o lo que quedaba de ella. Si Lambán había calificado las palabras de Garzón de “desgraciadas e insensatas” y el portavoz de los Comunes Jaume Asens acusó a su presidente de hacer seguimiento de “las campañas de la ultraderecha” y defendió la posición de Garzón, la posición de Yolanda Díaz es la que descolocó en mayor medida.

Porque la vicepresidenta del Gobierno, líder de la parte morada del Gobierno y a todas luces llamada a liderar electoralmente las opciones de ‘la izquierda a la izquierda del PSOE’, guardó silencio sobre la polémica durante prácticamente 24 horas, y se limitó a apostar por la “sostenibilidad” de la ganadería sin mencionar ni apoyar explícitamente a ‘su compañero’ Garzón.

Yolanda Díaz está en otra guerra. La de representar una tercera vía que aspira incluso a devorar al PSOE a nivel nacional como ya lo hizo Errejón en la Comunidad de Madrid. Una frescura sin mochilas capaz de sumar a patronal y sindicatos a una reforma laboral que firma con nombre propio, a pesar de las apariciones esporádicas y estelares de los ministros Escrivá y Calviño.

Y para Yolanda Díaz, el Podemos más barroco y trasnochado, que representan el ministro Garzón (desde el principio bastante fuera de lugar), y la ex Juana de Arco Irene Montero, que ha decidido pasar de todo y pelear simplemente sus inquietudes personales, como las cuestiones de Igualdad, todo eso, le queda muy lejos.

Por ello, cualquier polémica que tensa las cuerdas en Moncloa ya no es una partida de tenis sino un billar a tres bandas de carambolas insospechadas. Así que la nueva división es una nueva muestra de que la acción legislativa ha llegado a su fin y que ahora, solo queda ver cómo se van recolando cada fuerza sobre temas en concreto, a expensas de ver si hay o no alianzas en el nuevo ciclo electoral español que arranca en febrero en Castilla y León.

Bernat García Girona

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