Este es el papel de las redes sociales en las revoluciones pacíficas

Las apps de mensajería instantánea y las redes sociales han jugado un rol clave en coordinador y movilizar a las sociedades

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Siempre ha habido grandes manifestaciones públicas que han pedido cambios de orden político, religioso o social. Desde el Motín del Té en Boston allá por 1773 hasta el movimiento de las sufragistas rodeando la Casa Blanca en 1917, pasando por la Marcha de la Sal de Mahatma Ghandi en 1930 o la histórica marcha sobre Washington de 1963 en que Martin Luther King pronunció su famoso discurso I have a dream frente a 200.000 afroamericanos.

Sin embargo, tanto la cantidad como la relevancia de estas protestas masivas se han multiplicado en los últimos años. Hemos vivido grandes fenómenos sociales como el 15M que han provocado cambios políticos clave en muchos países. También revueltas en naciones bajo regímenes dictatoriales que han conseguido traer evoluciones democráticas de enorme calado.

Y en todos estos episodios se repite una y otra vez un elemento sustancial: las redes sociales y las aplicaciones de mensajería.

Foros y plataformas en la Internet profunda también sirven de caldo de cultivo para luchar contra las injusticias del mundo

A través de estos canales online, los ciudadanos pueden compartir impresiones, intercambiar quejas y reclamaciones al poder, organizar las protestas y plantear las respuestas ante posibles represalias de las autoridades. 

Twitter o Facebook han sido usadas en numerosas ocasiones con estos propósitos, pero también han jugado un papel clave apps como WhatsApp o Telegram, más orientadas a la gestión de los grupos de activistas a espaldas de los ojos del Estado de turno.

Y hay más: foros y plataformas en la Internet profunda -que escapa de la censura armada por muchos gobiernos- también sirven de caldo de cultivo para luchar contra las injusticias del mundo.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, le hace un roto de 900 millones a BBVA. EFE
Erdoğan aprobó una ley para poder cerrar páginas web en menos de 24 horas. Fuente: EFE

Un buen ejemplo de ello fueron las protestas vividas en Turquía contra el presidente Recep Tayyip Erdoğan. Los opositores, que comprendían desde ciudadanos de a pie a académicos e incluso figuras de la propia AAPP, se organizaron en movilizaciones masivas convocadas y viralizadas a través de Twitter y otras redes sociales.

Tal fue el efecto de estas protestas -y muchas acontecidas en los años precedentes- que el propio Erdoğan aprobó una ley para poder cerrar páginas web en menos de 24 horas sin necesidad de juicio, además de bloquear plataformas sociales por doquier, incluyendo servicios de vídeo como YouTube o Vimeo.

La Primavera Árabe

Turquía es solo un ejemplo, pero hay muchos en los que el éxito de las movilizaciones sociales ha sido atribuido al poder dinamizador de las redes sociales y las apps de mensajería instantánea, incapaces de ser abordadas por las censuras y los bloqueos oficiales de manera eficaz. 

Otro caso es el de Túnez, donde fue derrocado el presidente Ben Ali, durante la llamada Primavera Árabe, un período de protestas en favor de la democracia y la libertad en países tan diversos como Egipto, Libia, Omán, Marruecos o SiriaDe hecho, en Egipto estas movilizaciones también lograron acabar con el régimen de Hosni Mubarak.

En todos ellos casos, las distintas redes sociales sirvieron para difundir proclamas en contra de los regímenes dictatoriales y en favor de los valores democráticos. También fueron el epicentro de distribución para muchas imágenes y vídeos de las represiones oficiales, lo que a su vez sirvió para animar a más personas a unirse a las marchas. Igualmente, y frente al silencio mediático impuesto por muchos de estos gobiernos, Internet fue la manera de informarse por defecto para millones de ciudadanos.

Telegram y Hong Kong

Mucho más reciente es todo lo que estamos viviendo en Hong Kong, la ciudad adscrita a China pero que mantiene un alto grado de independencia y libertades respecto al resto del país.

Unas libertades que se pusieron en entredicho con una propuesta de ley por la cual las autoridades chinas podían obtener la fácil extradición de sospechosos a su territorio, donde los juicios carecen de las mínimas garantías de una nación democrática y de derecho.

Este movimiento político provocó una oleada de protestas ciudadanas que llegaron incluso al Parlamento de Hong Kong, las cuales fueron duramente reprimidas por la policía local. 

Todos los países bajo el yugo de algún poder no democrático temen el poder de Internet en nuestros días

Movimientos que fueron convocados y organizados, en muchos de los casos, a través de las redes sociales y de apps como Telegram, cuyos mensajes y grupos son más difíciles de rastrear por parte del gobierno que los de otras herramientas de mensajería similares.

Hasta tal punto Telegram fue un catalizador de las movilizaciones que China, sin poder efectivo sobre esta parcela en Hong Kong, decidió acabar con esta app de la única manera que le era posible: mediante un ciberataque.

Según denunció el propio CEO de Telegram, Pavel Durov, su empresa sufrió numerosos y fuertes ataques de denegación de servicio con origen en direcciones IP de China Continental. 

En concreto, los ataques DDoS promovidos supuestamente por el gobierno chino habrían enviado «entre 200 y 400 Gb por segundo de basura» que «coincidieron temporalmente con las protestas en Hong Kong coordinadas mediante Telegram». 

Cuando Internet es el motivo de la protesta

Todos los países bajo el yugo de algún poder no democrático temen el poder de Internet en nuestros días y son buenos conocedores de la capacidad de sus distintas plataformas para coordinar y movilizar a grandes grupos de presión en contra del régimen establecido.

Un caso esclarecedor de este miedo es Rusia, donde Vladimir Putin lleva tiempo orquestando una suerte de muro defensivo ante potenciales usos de las redes sociales y la mensajería instantánea para la protesta ciudadana pacífica.

Recordemos que el país euroasiático exige desde hace tiempo a todos los servicios digitales que permitan el acceso de las autoridades a su información, pasando por una censura no declarada, a la que algunas apps como Telegram se negaron a someterse. 

Imagen de archivo de Vladimir Putin | EFE
Putin pretendió enrutar el tráfico web de Rusia a través de puntos controlados por el estado. Fuente: EFE

Rusia también exige habitualmente a los motores de búsqueda que eliminen algunos resultados de la Web, a los servicios de mensajería que compartan sus claves de cifrado con los servicios de seguridad y a las redes sociales que almacenen los datos personales de usuarios rusos en servidores dentro del país.

Y en marzo de este año, Putin fue algo más lejos al querer enrutar el tráfico y los datos web de Rusia a través de puntos controlados por el estado, además de construir un sistema nacional de nombres de dominio propio para permitir que Internet continúe funcionando, incluso si el país está aislado de la infraestructura global.

Una decisión que provocó que alrededor de 15.300 personas –según la ONG White Counter– salieran a las calles de Moscú para protestar por esta barrera de facto a la libertad de expresión en la arena digital.

Noticia original de Business Insider. Autor: Alberto Iglesias Fraga

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