Menorca: la isla ‘rara’ que seduce a (casi) todos es también la meca del lujo sostenible

Hay destinos en los que el lujo aterriza y otros en los que éste parece brotar como consecuencia de, simplemente, pulir o sacar brillo a cosas que siempre han estado ahí.

Menorca lujo sostenible

Menorca es cada vez mas sinónimo de lujo sostenible. Foto: Meliá Hotels & Resorts

Respecto a Menorca, a alguien se le ocurrió dejar un día de lado un pasado lleno de baches y se dedicó a ofrecérnosla casi de continuo en la bandeja fácil de los tópicos, esos que vemos en tantos selfies de chicas y chicos melifluos sacados de la coctelera de Benetton, Estrella Damm y con un punch de Abercrombie & Fitch baleárico.

Se ha dado últimamente en ofrecer a Menorca como el destino boho por excelencia. Casi un poco upper-Diagonal o Cea Bermúdez pero con el justo punto de salitre y azul mediterráneo. Menorca ya es desde hace tiempo un ‘place to be’, un ‘must’ si quieres estar en determinadas conversaciones de determinados barrios de buen colegio a la vuelta de septiembre.

Sin embargo, los buenos conocedores de la isla te dirán que aquí muchas cosas que se venden como premium son barniz sobre cosas que han estado siempre, otras simplemente ni siquiera lo son para ellos, y otras, puede que las más interesantes, se muevan en la ambigüedad de lo logradamente artificioso o lo simplemente amenazante como especie de diseño invasora que puede acabar convirtiendo la isla en un blando y sobrepuntuado videoclip.

Menorca Talayótica
Menorca Talayótica acaba de ser reconocida como Patrimonio Mundial por la UNESCO. Foto: Turismo de Menorca.

Quizá sea esto a lo que se agarran los amantes de Menorca, reales y falsos, a los que se unen sus lógicos detractores, para seguir diciendo que volverán siempre o seguir diciendo que ahí no volverán. En este artículo sin embargo queremos desmontar el mito de la Menorca uniforme, portada de Condé Nast, acercándonos a varios sitios o propuestas que, sin tener algunos demasiado en común, proponen un mapa, una cartografía donde se palpa una cierta actitud poliforme que o viene de lejos, o se sustenta en lo que viene de lejos para rendirle tributo a este lugar a sabiendas de que si no lo hacen, no seguirán allí mucho tiempo.

¿Se va a salvar Menorca de ser un destino franquiciado gracias a su manera de entender la excelencia? ¿Va a morir inyectada de sí misma como tantos otros sitios? Creemos que no, que no va a atraer precisamente de manera masiva al visitante que la destruya (como le pasó a la ahora inexistente Barcelona).

Pero la última pista de esto está, cómo no, en el dinero: es decir en qué consume un tipo de consumidor de viajes (ya no hay viajeros) que capta Menorca como marca-destino. O sea, muchos de los que están leyendo esto; ¿por qué vais? ¿Qué nos da esta isla?

El lujo siempre ha existido y ha caído sobre los sitios como una espada de Damocles en la que con un filo corta de cuajo cualquier esencia anterior que pudiese haber, con el otro, con suerte, se potencia la llegada de un determinado modelo de visitante y, con mucha más suerte, dicho visitante consume experiencias renovadas y productos que siempre habían estado allí y en cuyo ADN reside la esencia del lugar y que es justo mantener gracias a eso: a consumirlos aunque sea envueltos de otra manera.

Villa Le Blanc, Menorca
Villa Le Blanc. Foto: Meliá Hotels & Resorts.

El caso de Sa Cooperativa

Pero empecemos por el consabido ‘producto’. En un polígono industrial, alejada de cualquier concepto que acerque al glamour mediterráneo, a las afueras del municipio de Alaior, Sa Cooperativa del Camp viene a ser como un ‘hub’ destinado a que los productores locales den salida a su producto gracias a una marca paraguas que tiene presencia ya en tres de las cuatro Islas Baleares y que cuenta, por cierto, con una cadena de supermercados.

Hablamos de una empresa 100% menorquina dedicada a la distribución de producto local como queso, vino, carnes o dulces puramente locales. Tolo Mercadal, su responsable de expansión, nos habla de cómo es su relación con los establecimientos de la isla y la pauta que ha ido notando y forzando: «Nuestro papel ha pasado a ser en poco tiempo el de poco menos que ‘evangelizador’ del producto menorquí a sabiendas de que ‘empujar’ a consumirlo nos va a beneficiar a todos. Sabemos que muchas cadenas hoteleras o de restauración tienen un fuerte compromiso contractual con las cadenas de distribución que les fijan desde su central que puede estar en Mallorca, Barcelona, Madrid…».

Sin embargo, continúa «hemos podido demostrarles que si compran producto local, que ya de por sí puede ser considerado premium, no sólo no ven dañados sus márgenes comerciales sino que, además, van a contar en catálogo con un producto que pueden decir orgullosamente que aporta una experiencia genuinamente menorquina y, sobre todo, es de primera calidad: pasa con nuestro queso, nuestro tupí (una variedad de queso curado con ginebra de la isla), o nuestras carnes y embutidos».

Sa Cooperativa, Menorca
Producto 100% local. Foto: Sa Cooperativa.

En Sa Cooperativa compran desde pequeños hoteles a grandes complejos como el Barceló Hamilton cuyo chef ejecutivo, Albert Gómez, incorpora en sus creaciones desde el camaiot (embutido típico), el tupí, el aceite de oliva de Menorca o la sal de Fornells.

Están, además, «particularmente orgullosos de que hoteles como el nuevo Villa Le Blanc de Melià hayan llegado incluso a etiquetar nuestros productos en el desayuno con carteles indicativos rotulando la procedencia del producto, o en la carta, con lo que el cliente se encuentra con un relato mucho más rico sobre cómo sus chefs incorporan producto local en la propuesta; ésto le genera al hotel un retorno de imagen de genuininidad indudable. Y además; ni les supone un sobrecoste, ni generan huella de carbono excesiva trayéndolo de quién sabe dónde».

Villa le Blanc: más allá de la RSC del grupo Melià

Precisamente el Villa Le Blanc nace fruto de la alianza entre Melià (una de las cadenas hoteleras con mayor reconocimiento medioambiental) y el vehículo de inversión alternativa Victoria Hotels y Resorts lanzado por Bankinter y la propia cadena balear.

El nuevo Gran Lujo de la isla presume no sólo de una ubicación excelente en primera línea en la Playa de Santo Tomás, dos restaurantes S’Amarador Villa Le Blanc, CRU con el sello inequívoco del chef Joan Bagur, e interiores ultra-minimalistas donde la luz de la isla se convierte en mobiliario principal, todo conceptualizado por estudio ASAH.

Villa Le Blanc
VIlla Le Blanc. Foto: Meliá Hotels & Resorts.

Pero, además, hablamos de un hotel, de más de 150 habitaciones, 100% neutro en huella de carbono. Un establecimiento con un compromiso medioambiental que lleva incluso al uso de calderas de biomasa, energía geotérmica y fotovoltaica, o recuperación de aguas limpias y grises.

Que un fondo de inversión recién lanzado por dos ‘Ibex35’ apueste por un enclave así, invierta en la compra y la consiguiente reforma integral de un antiguo hotel para apostar por este rincón de la isla, supone una cuestión muy clara: se apuesta por la llegada a futuro de un determinado modelo de visitante altamente concienciado y en constante búsqueda de experiencias singulares, excelentes… pero también respetuosas al máximo.

Se apuesta por tanto por una Menorca proyectada a quince años en la que el cliente exija no sólo lujo sino que valore especialmente que su visita no sea dañina para un sitio que se declara reserva de la biosfera desde 1993. Se considera a esta tendencia no una apuesta sino una clara inversión.

Moda sostenible, 100% menorquina y absolutamente genuina

Menorca es una isla capaz de convertir lo rústico, lo casi tosco, en icono atemporal. Y como ejemplo la reciente y más que merecida declaración de sus monumentos Talayóticos como Patrimonio de la Humanidad.

Menorca Talayótica
Talayots Torralba de Salort. Foto: Turismo de Menorca.

Esta textura de piedra sobre piedra, de viento que bufa continuo desde el mar inspira una estética que también ha influido en la vestimenta; ¿hay algo más simple y mejor diseñado que una avarca? Nos preguntamos si está dando lugar Menorca, como consecuencia de ello, a un outfit propio menorquín poco a poco reconocible y alejado de los blancos excesos y colores de la lejanísima Ibiza.

Probablemente la incipiente moda local, con pequeñas marcas que van poco a poco despuntando más allá de la ya habitual reformulación de la avarca apunte hacia ello. Es fácil encontrarse dos cosas: una, una vuelta a tejidos basados en prendas mediterráneas, frescas, giradas en torno al algodón de hilo rústico que puede por porosidad (una técnica clásica en las prendas de los isleños y sobre todo las isleñas), servir igual como prenda fresca que, a su vez, tener una larga duración más allá de los límites ahora impuestos por el fast-fashion.

Son diseños que, en palabras de creadoras como la catalana afincada en la isla, Marta de Salvador, tienen la clara intención, por durabilidad, de embellecer con el desgaste del tiempo… Que sean bellamente reparables incluso (como una pluma Montblanc, vamos). Y esto es lo que pretende en su pequeño taller de Ciutadella con su marca Son Finestra.

Son Finestra
El ‘outfit menorquín’. Foto: Son Finestra.

Citándola, sin compromiso ni contacto previo alguno por nuestra parte, como ejemplo reconocido de un movimiento incipiente en el que se pretende entender la moda menorquina como algo arraigado a lo local y articulado en torno a la perdurabilidad como marchamo del lujo ético, todo ésto como parte de una estrategia intangible de negocio que pretende respetar al turista que puede querer considerarse como tal o no pero que se llevará a casa un souvenir que lo defina como alguien especial, alguien que sabe viajar y consumir.

El Romero

La pareja de Fabio y Francesca comenzó en Mahón con un restaurante de carta ‘ecléctica’ (con algún que otro palo de ciego autodidacta incluido) de hace ya cerca de una década en la cuesta de Ses Voltes cercana a su emplazamiento actual. Fue el propio ritmo de la isla, su producto, el que se fue capilarizando en una carta y una bodega que inicialmente distaba mucho de la actual.

Hoy en día nadie duda de que El Romero es uno de los restaurantes que mejor han sabido hacer suyo el maridaje entre producto local, proceso de creación, y propuesta diferencial basada en criterios estrictamente ‘eco’ que les llevaron, cuentan Francesca y Fabio con orgullo, ‘a acudir al SRA (the Sustainable Restaurant Association) y con su asesoramiento nos convertimos en el primer restaurante de España en conseguir 2 estrellas Food Made Good’.

El Romero, Menorca
Gazpachuelo de ajo negro, passatelli y carabineros de El Romero. Foto: Marco Varoli.

El restaurante, actualmente miembro de la calificación ‘Slow Food’ y poseedor de un sol Repsol, atesora otro buen número de enseñas que certifican su compromiso con la isla: no es para menos pues, sirva como elogio, la propia Menorca es también parte del equipo, su alma mater, su directora de I+D, algo que les ha llevado a presentar en una cena en el Teatro Principal de Mahón una versión isleña de los tournedós a la Rossini (aún presentes en carta) en homenaje a la isla y al genio musical (y gastronómico), italiano, Giachomo Rossini.

Su postura aquí es clara: «Nuestro equipo de sala siempre informa al cliente de la procedencia de los ingredientes, evitando eso sí los tonos didácticos. Por eso siempre visitamos las fincas que nos proporcionan vinos, aceites, quesos, pan, hortalizas, etc. Ver la labor y la pasión que mueven los productores es la mejor manera de transmitir al cliente, con muy pocas palabras, un poco de esa pasión… y es algo que siempre agradecen pues no buscan sólo ‘comer’ sino una experiencia inmersiva en la isla. Y aunque no seamos precisamente baratos, vuelven».

Francesca y Fabio de El Romero
Francesca y Fabio presentan uno de los platos de El Romero en el Teatro Central de Mahón. Foto: Marco Varoli.

El auge de los agroturismos

¿Se han convertido los agroturismos en una seña de identidad de Menorca porque en el fondo no lo son realmente (agroturismos) o porque es de los pocos sitios del mundo donde nos meteríamos en uno sabiendo que no vamos a renunciar a necesidades básicas de elegancia mínima?

Posiblemente, por razones que van desde la disponibilidad de casas de campo, bien construidas en su momento, capaces de albergar establecimientos con un número mínimo de habitaciones, todo ello envuelto de la narrativa talayótica, una cosa que empieza por ‘agro’, y que haría correr en línea recta hacia Formentera a muchos, se asume como algo chic y boho aquí por razones que van desde la estética propia al saber hacer ‘no-hotelero’ de sus nuevos propietarios que buscan acertadamente otra cosa lo suficientemente equidistante de una casa de campo de lujo y un hotel boutique.

Aquí es donde la ‘menorquidad’ toma sentido e, importante, es capaz de encontrar una clientela que se deja seducir por algo que va algo más allá de la simple estancia en un lugar que promete precisamente eso: llegar a ellos no siempre por caminos cómodos, estar rodeado de nada más que campo y, a veces, animales con lo que esto conlleva en materia de ruidos exóticos para los acostumbrados al ruído blanco del claxon.

Agroturismo Mongofre
Agroturismo Mongofre con vistas al Parque Natural de S’Albufera des Grau. Foto: Mongofre.

El tamaño de la isla hace además que no sea descabellado buscar la tranquilidad en lugares como los recientes Son Blanc Ecofarm, establecimiento construido casi íntegramente en piedra Marés, con un interiorismo impresionante no apreciable desde fuera, y donde no encontrarías ni siquiera un producto químico en la piscina al ser ésta alimentada por agua marítima filtrada.

Con una propuesta incluso más radical en el agroturismo Mongofre, Ileana Ceccarelli, directora de un proyecto situado en pleno parque de la Albufera, en una de las casonas más famosas de la isla, propiedad de uno de los primeros grandes farmacéuticos de España (laboratorios Andrómaco), se apuesta totalmente por producto autóctono, energía renovable, y nos explica que allí hasta la miel del desayuno no sólo es 100% eco sino que la producen en la propia finca con un apicultor como ocurre con las hortalizas cultivadas en su propio huerto.

El lugar, situado entre las marismas nos deja clara una cuestión: no quieren ser un hotel, no quieren ser un refugio campestre, quieren ser un lugar donde uno viva con total genuinidad el privilegio de estar en esta isla, apartados de todo, junto al faro de Favaritx.

El cliente que viene, comenta, se da cuenta de que el verdadero lujo está en despertarse y tener una vista 360 grados que incluye cala de casi exclusivo acceso y, al otro lado, una marisma con nada menos que una colonia de flamencos… Y por la noche, gracias a su política de contaminación lumínica cero: ver perfectamente la Via Láctea.

Y llega el acto final… Me compro una casa aquí

Un viaje no es tal si no te cambia y no vuelves a casa con ganas de romper con cosas y rutinas en tu vida que se han desgastado. Si la vida es una especie de camino, viajar hace que deje de convertirse en el surco circular que recorrían las mulas cuando las devolvían a moler grano al molino.

¿En qué se nota ésto en lo tocante a Menorca? En la obviedad de que cada vez más gente se plantea, hacer de este lugar su residencia. Alba Alonso, arquitecta técnica de la isla, nos cuenta el tipo de viviendas que cada vez encargan más construir: «Cada vez más los clientes, tanto extranjeros como autóctonos de la propia isla, tienen más consciencia en materia de respeto medioambiental. Es algo que pesa a veces tanto o te diría más que el diseño, en el cual invierten mucho pero siempre y cuando sea respetuoso con la isla».

La constructora en la que trabaja Construcciones Fernández Nájera, está de hecho especializada en sistemas para construcción con estándar passivhaus; es decir, casas de consumo energético casi nulo y un elevado confort interior que además utilizan materiales respetuosos con el medio ambiente). Dichas edificaciones empiezan a verse en zonas como Ferrerias y Cala Llonga.

Pasiv house edificada en la zona de Son Ganxo (Menorca). Foto: Fernández Nájera.

La arquitecta menorquina nos cuenta que notan que cada vez hay un mayor número de clientes que solicitan expresamente este tipo de construcción demostrando un conocimiento de una técnica que abunda en países como Alemania.

En todo esto reside posiblemente una de las claves que, por tanto, hayan hecho de Menorca un destino que crece en visitantes cada año pero que, a la vez, no sufre al visitante (al menos aún) en su modalidad más erosiva: si has sabido atraer desde el principio a viajeros que respetan la isla, consumirán de un modo responsable e, incluso, un porcentaje se convertirán en futuros residentes que aporten valor al lugar.

Esto, en palabras de un hostelero de Mahón, tiene un retorno claro: «no habría una fundación Hauser-Wirtz o un centro cultural como el de Alaior que atesora un buen número de Miró y Tapies en un sitio con tan poca densidad poblacional fuera de temporada».

Esto no pasaría, añade, si no existiese una estrategia tácita de captación de éste modelo de visitante, y si éste no atrajese inversiones que, a su vez, atraen colecciones de arte. ¿Ésto está transformando el tejido productivo y social de Menorca y su esencia? Posiblemente sí; pero hemos de tener en cuenta que sólo hay dos tipos de sitios que o no se transforman, o se transforman mal: los sitios a los que no va nadie o los sitios a los que va mucha gente y hacen con ellos lo que quieren.

Villa Le Blanc, Menorca
Foto: Meliá Hotels & Resorts.

«Aquí no es todo maravilloso, por supuesto (este año no ha sido fácil en lo referente a gasto por visitante en restauración) y es cierto que viene mucha gente con buen poder adquisitivo y con una casa estupenda aquí que… nada más bajar del avión hacen carga en el Mercadona y sólo los ves de paseo para comprarse un helado por la tarde en Ciutadella», ríe.

Pero entre todos en el gremio hostelero hay una cierta conciencia de que las cosas se pueden haber hecho medianamente bien, al menos de momento… Quedará por tanto en ver en qué se convierte la Menorca de los próximos años.

De momento, larga vida a un sitio mágico al que le quedan muchas propuestas por incorporar incoadas al turismo health, al lujo sostenible, al nuevo turismo de negocios, y muchos meses fuera de temporada que disfrutar; empezando por este otoño. Pues pocas cosas hay tan deliciosas como pasear por sus paisajes aún semivacíos en las épocas más frías. Te querremos siempre, isla ‘rara’, aunque a veces no te entendamos.

a.
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