ChocoMartinis, un pequeño Las Vegas, arte actual y otras excusas para ir ya a San Juan de Puerto Rico

San Juan de Puerto Rico acaba de cumplir sus primeros 500 años y está más viva que nunca

El Viejo San Juan de Puerto Rico cumple 500 años. Foto: Discover Puerto Rico.

Todos han oído hablar del Viejo San Juan. Pero la capital de Puerto Rico es mucho más que su casco histórico, por otra parte uno de los más auténticos y coloristas de América. Lo cierto es que se trata de una ciudad muy viva y moderna en la que coexisten, a veces sin salir del mismo barrio, lo colonial y las últimas tendencias en materia de tecnología, diseño, ocio y gastronomía.

San Juan cumplió en 2021 sus primeros 500 años de existencia. La capital de Puerto Rico, estado asociado a los Estados Unidos desde los años 50 del siglo XX, es una urbe de algo más de 320.000 habitantes con bastantes particularidades arquitectónicas e históricas, lo que ha supuesto su inclusión en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.

Una historia muy viva

Desde luego, éste es uno de los cascos históricos coloniales mejor conservados de América. Y lo es por una razón fundamental: tras los brillantes muros de las casonas, palacios y monumentos que jalonan las empedradas calles y plazas del Viejo San Juan hay vida, hay negocios que siguen funcionando tal y como lo hacían en el pasado y también hay otros más, atraídos por los nuevos y regeneradores tiempos, que han llegado para dar nuevos usos al rico patrimonio histórico de la ciudad.

Calle Fortaleza en San Juan. Foto: Discover Puerto Rico.

Muchas de las casas, por lo general de no más de tres plantas, siguen estando habitadas por descendientes de familias centenarias. Otras las ocupan instituciones oficiales y de gobierno, mientras que algunos edificios históricos se han convertido en alojamientos tan confortables como el Hotel Palacio Provincial, en lo que en su momento fue la decimonónica sede de la diplomacia de la isla.

Por supuesto, en el Viejo San Juan hay que visitar la Catedral Metropolitana y sus fortines: el Castillo de San Felipe del Morro (tan escenográfico, con el cementerio histórico al lado y sobre el mismo océano) y el de San Cristóbal, considerado como la mayor fortaleza construida por los españoles en América. Ambos se levantaron en el siglo XVI y siguen regalando algunas de las imágenes más instagrameables de la ciudad.

También merecen un paseo la calle Norzagaray, en altura y en paralelo al océano, y la calle Fortaleza, donde se encuentran algunas instituciones del Gobierno del Estado, incluida la residencia del Gobernador (La Fortaleza). Esta vía casi siempre está decorada de forma artística y creativa, como forma de rendir homenaje a las más diversas causas sociales.

Fuerte El Morro, en San Juan. Foto: Discover Puerto Rico.

ChocoMartinis y piñas coladas

Pero, como decíamos, lo que hace vivo al Viejo San Juan son sus negocios. Los hay con prolongadas historias detrás, como el Chocobar Cortés. Cinco generaciones lleva ya vinculado este negocio a la familia Cortés-Forteza, originaria Mallorca, que supo aprovechar el buen cacao puertorriqueño para crear una marca que forma parte de la intrahistoria de la isla.

En su local, aparte de degustar las diferentes variedades y elaboraciones de chocolate (desde la típica taza caliente, que se toma con una onza de queso cheddar, hasta los cócteles como el ChocoMartini, pasando por pasteles, croissants y todo tipo de bollería), también se viene a degustar su menú de platos salados y a admirar las obras de arte y los retazos de historia local que cuelgan del pequeño museo de la familia, situado en las plantas superiores del negocio.

Con canela o con queso, la vida es mejor con un chocolate de Chocobar Cortés.

Otro negocio “de toda la vida” es La Mallorquina, considerado el restaurante más antiguo de San Juan y de toda la isla: se fundó en 1848. Tanto la estructura como la decoración del local emulan a una taberna con patio andaluz y hasta las paredes están decoradas con algún que otro tema folklórico español.

Nada sorprendente en esta ciudad donde, de hecho, paseando por la mayoría de sus calles es fácil sentirse como transportado a alguna de las capitales del Sur de España (fundamentalmente, Cádiz).

La Mallorquina, fundado en 1848, se considera el restaurante más antiguo de San Juan y de toda la isla

No muy lejos está Barrachina, uno de los bares y restaurantes tradicionales más demandados para celebraciones (sobre todo bodas) y en cuya barra nació un emblema de Puerto Rico: la piña colada. Afirmación ésta que hacemos con permiso del Hotel Caribe Hilton, donde también reivindican la autoría.

Pina colada en Barrachina. Foto: Discover Puerto Rico.

Al margen de la polémica (más viva que nunca 65 años después de la creación del cóctel), es una delicia sentarse en el el patio-jardín del local, piña colada en mano o cualquier otro cóctel o refresco, con la simple intención de ver lo que pasa (y a todos los que pasan) por este lugar.

Laboratorio de tendencias

También mucha vida y personajes bastantes peculiares se observan en la Plaza de Armas, uno de los epicentros del Viejo San Juan, donde aún sobrevive un kiosco de bebidas y golosinas, al estilo de los que había en los mentideros de muchas ciudades de España.

Este encantador espacio abierto sigue cumpliendo esa función de punto de encuentro y chafardeo. Pero también como foco de tendencias.

Foto: The Poet’s Passage.

En ese sentido, en una de las esquinas de la plaza está el centro The Poet’s Passage, donde una galería de arte moderno, una tienda donde venden poemas (en inglés, eso sí), sobre soportes de lectura y decorativos de todo tipo, un pequeño café y una sala dedicada a presentaciones de libros, conferencias y recitales de música.

El Viejo San Juan desde el mar

Es mucha la historia y la intrahistoria que encierran las anchas murallas del Viejo San Juan. Por eso, no está de más realizar alguna excursión guiada para intentar acercase a ellas. Pero, para comprender en toda su dimensión esta ciudad, hay que conocerla desde el mar y emular sensaciones similares a la de aquellos navegantes europeos o americanos que, desde el siglo XVI, llegaban a esta bahía tras muchas semanas de travesía por el Océano Atlántico.

Para ello, la empresa East Island Excursions propone una ruta en lanchas neumáticas para dos o tres personas y conducidas por uno de los pasajeros, por el puerto de la ciudad, rodeando en parte las murallas del Viejo San Juan y pasando junto a algunas de las construcciones más representativas, incluidas las murallas y la Casa del Gobernador.

Viejo San Juan. Foto: Discover Puerto Rico.

Desde el mar es fácil entender que San Juan es mucho más que su casco histórico. Sobre todo en el último siglo la ciudad ha traspasado los límites de su Puerta de Tierra y ha tendido puentes con el resto de la isla para extenderse hacia la Península de San Juan.

Distrito T-Mobile

Allí, en torno al impresionante Centro de Convenciones, obra del estudio arquitectónico estadounidense TVS Design y el lago artificial en el que se reflejan las sinuosas y metálicas formas de este edificio, proliferan sedes de empresas tecnológicas y de negocios, hoteles de lujo a la última, restaurantes y el sorprendente (por lo innovador) centro comercial y de ocio Distrito T-Mobile.

En su gran vestíbulo distribuidor el espectáculo musical y luminoso siempre está garantizado, al estilo de lo que ocurre en la calle Fremont de Las Vegas.

Distrito T-Mobile. Foto: Discover Puerto Rico.

Nueva escena gastro

La diversión y la sorpresa continúan en los diferentes locales de ocio y de restauración de este gran centro. Entre ellos, destaca La Central by Mario Pagan, un restaurante-parrilla-coctelería ideal para tomarle el pulso a las nuevas tendencias culinarias del estado (aunque siempre a partir del producto local con el plátano, los pescados y las carnes bovinas como protagonistas), sin perder de vista otro de los símbolos culinarios de Puerto Rico y el Caribe: la caña de azúcar y el ron que con ella se elabora.

Respecto a esto último, conviene mencionar que, junto a la propia bahía de San Juan, está el centro de producción de la que, sin duda, es la marca comercial más conocida fuera la isla: Bacardí. Hasta aquí se trasladó, en los años 50 del siglo XX y tras la Revolución Cubana, la célebre Casa Bacardí, cuya fábrica se puede visitar y donde se pueden probar sus variedades de ron, con las que se elaboran tantos cócteles y combinados aquí y en el resto del planeta.

La Central by Mario Pagán.

Por último, merece darse una vuelta por la zona de Santurce, distrito asimilado a la capital puertorriqueña a mediados del siglo XX.

Hoy alberga uno de los barrios más a la última, habitado por numerosos profesionales y también por empresas agrupadas en modernos edificios de acero, vidrio y hormigón.

Entre ellos, surgen restaurantes y zona de restauración como Lote 23, autodefinido como un “parque gastronómico”, con sus mesas y bancos al aire libre y sus diferentes puestos temáticos, donde uno lo mismo puede comerse unas patatas fritas con diferentes salsas, que tacos mexicanos, hamburguesas, pokes, pollo frito o, incluso, platos de cocina típicamente puertorriqueña. Una opción ideal para el almuerzo, pero también para cenas con espectáculo, que tienen lugar en el pequeño escenario de este complejo.

No muy lejos está el gran centro de diversión nocturna de San Juan, en torno a la Plaza del Mercado de Santurce. Ésta funciona como tal durante el día y, de hecho, son muchos los que vienen aquí a proveerse de productos frescos y de ultramarinos.

El Cuchifrito en Lote 23.

Pero en cuanto cae el sol comienza el espectáculo: los bares y terrazas de la zona se transforman en salas de copas y diversión nocturna, casi todo ellos en ruidosa competición musical para atraer a una clientela de lo más variopinta, aunque siempre tendiendo a joven.

En medio de esta vorágine de luces y sonido llama mucho la atención el restaurante Santaella, donde oficia José, su propietario y chef. Con más de 20 años de trayectoria profesional, buena parte de la formación de este cocinero corrió entre Barcelona, Madrid e Ibiza.

Aunque lo cierto es que su propuesta culinaria es un sentido homenaje a los mejores sabores e ingredientes de su tierra, aplicando parte de las técnicas y combinaciones que caracterizan a la cocina actual. El resultado, bastante convincente aunque quizás un poco excesivo en cantidades, atrae a una clientela fiel, que también disfruta (cómo no) de la creativa carta de cócteles.

Lote 23.

Éstos, por cierto, se toman aquí, como en la mayoría de locales de Puerto Rico, antes, durante y después de la comida/cena. Quizás sea la mejor forma de prepararse antes de las largas veladas que prometen los locales del otro lado de la calle.

a.
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