El Camino de los Prodigios, una ruta de arte al aire libre en Salamanca

Cercana, gratuita y al aire libre: descubre una senda en la que la naturaleza y el arte moderno se combinan gracias a la fantasía

El Camino de los Prodigios: sorpresas en la naturaleza. Foto: Ranna.

La historia nos ha demostrado que el ser humano es capaz de crear obras artísticas de gran belleza y sensibilidad. Sin embargo, cuando combinamos esos dones con los que la madre naturaleza posee de manera innata, el resultado es aún mucho más sorprendente y cautivador.

Así, sorprendente y cautivadora, se muestra la senda natural señalizada conocida con el nombre del Camino de los Prodigios. Para disfrutar de ella, tendremos que viajar a la parte sur de la provincia de Salamanca y sumergirnos en los encantadores parajes naturales e históricos pueblos que jalonan las laderas de las montañas de las sierras de Béjar y Francia.

Una oda a la simbiosis entre naturaleza y arte

La ruta circular del Camino de los Prodigios es un recorrido de unos 11 km que une los pueblos de Miranda del Castañar y Villanueva del Conde.

En él, cuatro artistas castellanoleoneses se han tomado la libertad de fundir sus obras con la naturaleza, creando un espacio al aire libre en el que cada paso te descubre una sensación diferente.

El Camino de los Prodigios es un perfecto ejemplo de ‘land art’. Foto: Ranna.

Es el llamado land art, un movimiento artístico surgido en Estados Unidos, en la década de los 60 del pasado siglo, que consiste en crear obras sobre el paisaje para que se relacionen –o dialoguen– con esos árboles, piedras o ríos, creando una simbiosis que será interpretada, de manera distinta, por el público que contemple las obras.

Con el paso del tiempo y el desarrollo del entorno natural que las rodea, las creaciones comienzan a cambiar, expresando lo efímero de la obra del hombre y creando un nuevo cúmulo de sensaciones al público que la contempla.

En el caso del Camino de los Prodigios, entre robles, madroños, castaños y olivos, descubrimos tortugas de piedra, grandes huevos dorados, dragones arbóreos, camas de distintos tamaños y árboles ficticios que parecen medrar sobre las fachadas de las casas.

Un mundo repleto de imaginación que muda según lo hace la naturaleza.

Comenzando la ruta en un Conjunto Histórico

Al ser una ruta circular, el Camino de los Prodigios puede iniciarse tanto en Miranda del Castañar como en Villanueva del Conde, pero lo normal es comenzar en el primero, ya que el recorrido resulta más sencillo.

Miranda del Castañar. Foto: Diputación de Salamanca.

Miranda del Castañar justifica, en sí mismo, venir hasta esta zona de España para conocer el Camino de los Prodigios.

Entre robles, madroños, castaños y olivos, descubrimos tortugas de piedra, grandes huevos dorados, dragones arbóreos, camas de distintos tamaños y árboles ficticios

Se trata de uno de los pueblos fortificados más notables de Salamanca. Sus callejuelas, de corte medieval, están tan comprimidas que parece que harán explotar las murallas en cualquier momento. Caminar por ellas nos lleva a una época lejana, quizá a aquel siglo XV en el que el pueblo se convirtió en un punto estratégico vital y se levantó el castillo que sigue dominando la villa.

El sueño prodigioso de Omaña

Al poco de abandonar Miranda, nos encontramos con el puente de piedra que está tendido sobre el pequeño arroyo de San Benito. Junto a él aparece la primera de las diez ‘camas prodigiosas’ que el artista leonés Alfredo Omaña, ha diseminado por la ruta.

Las ‘camas prodigiosas’ de Alfredo Omaña. Foto: Ranna.

En ellas plasma su nítida y lírica mirada de niño. Las camas que nos encontramos en los restantes 10 kilómetros son de distintos tamaños y formas, pero todas juegan con líquenes, musgos, árboles

En definitiva, con la naturaleza, provocando una paz y armonía difíciles de explicar. Dan ganas de tenderse en uno de esos lechos y dormir profundamente hasta que el suave beso de la brisa o la lluvia nos despierte a un mundo mejor.

Las frases reflexivas de Félix Curto

Al seguir caminando, no tardamos en encontrarnos con un banco de madera, perfectamente camuflado entre los árboles, en el que se pueden leer varias frases del gran escritor Miguel de Unamuno. Don Miguel era un enamorado de estos naturales rincones de la sierra salmantina.

Este banco es obra de Félix Curto, un artista salmantino de proyección internacional y reconocido prestigio.

Camino de los Prodigios. Foto: Ranna.

Pasado Villanueva del Conde, nos encontraremos con otra de sus obras, un nido de piedras convertidas en grandes huevos de oro. También sorprende mucho su dragón tallado en un viejo olivo.

El conjunto de sus obras en este Camino de los Prodigios se denomina La Sorpresa de la Vida. Con sus frases nos invita a detenernos, reflexionar y darle otra lectura a lo que estamos viendo, y a la vida en general.

La Vida Sencilla de Marcos Rodríguez

La senda desemboca ahora en el pueblo de Villanueva del Conde. Si tenemos algo de tiempo, merece la pena adentrarse en el hermano pequeño de Miranda del Castañar.

En Villanueva caminamos sin hacer ruido. Prácticamente en el más absoluto silencio, porque la atmósfera que nos rodea, con esa neblina propia de los días centrales de otoño, invita a eso mismo.

Es así como nos encontramos con los muros de piedra y los pasadizos que conectan las “huertitas” de Villanueva. El pueblo, de marcado pasado –y presente– agrícola, contaba con huertas de labranza en su parte central. Con el desarrollo urbano, comenzaron a aparecer viviendas alrededor, pero se respetaron los huertos, que han quedado protegidos del viento serrano por muros y las propias edificaciones residenciales.

Tanto a la entrada de Villanueva como unos cientos de metros más allá, nos encontramos con las obras de Marcos Rodríguez, un artista de vocación tardía que nació, precisamente, en Villanueva del Conde.

Obra de Pablo S. Herrero en el Camino de los Prodigios. Foto: Diputación de Salamanca.

Marcos transforma materiales naturales para darle la forma de los recuerdos de su niñez. En la entrada al pueblo ha creado un estanque con peces de piedra. Luego nos toparemos con una preciosa y enorme tortuga, como aquellas que descubrió junto al río en sus años mozos.

Precisamente es a eso a lo que nos empuja el artista con su obra: a regresar a esa niñez en la que cualquier viaje a la naturaleza nos maravillaba.

El asombro de lo diferente

El círculo se va cerrando y nos acercamos de nuevo a Miranda del Castañar. Esta vez accedemos al pueblo a través de la ermita de la Virgen de la Cuesta.

No lejos de ella, algunas casas del pueblo aparecen con ramas de árboles dibujadas en sus fachadas. Los murales parecen una prolongación de los castaños reales que rodean las fincas. Eso es lo que pretende el artista salmantino Pablo S. Herrero.

Gracias a su pincel la naturaleza toma los muros y nos recuerdan las muchas veces que, en esta vida, los árboles no nos dejan ver el bosque.

a.
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