El Cercle d’Economía se salta un eslabón generacional (y le ha salido rana)

Artur Carulla quiso ser presidente pero fue rechazado por independentista y el foro optó por promover a Juan José Brugera, el inmobiliario culto

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No hay relevo en el Cercle d’Economía. No hay cambio de tercio porque los jóvenes que debían liderar este cambio han salido ranas; son puros gestores; no entienden la misión del foro de opinión, uno de los altares de la política económica contemporánea, mezcla genuina de empresarios, académicos y altos técnicos de la Administración.

Por descarte de los representantes de la nueva ola y por retracción del turno de oficio (los vicepresidentes), el presidente saliente, Antón Costas, ha propuesto como sucesor a Juan José Burgera, presidente de Colonial, un veterano socio del Cercle, sabio, alejado del independentismo y sin cadáveres en el armario.

Se acerca la legislatura frágil de Mariano Rajoy tocada con unas gotas de soberanismo. La España actual revive a Herrero de Miñón, eterno clarividente, y a Ricardo de la Cierva, funcionario de la historiografía romántica, encarnados en figuras frágiles como los actuales vicesecretarios del PP, Pablo Casado y Javier Maroto. Nada ha cambiado en 40 años. Las mismas mentiras, idénticas miasmas que deberá conjugar Brugera, cuando asuma el puente de Costas, timonel astuto.

El camino despejado a la presidencia

Es bien conocido que Costas no ha podido aplicar la propuesta clásica del Cercle de promocionar desde dentro a uno de los vicepresidentes. El más riguroso de los actuales tres vices, Josep Oliu, no presidirá el foro mientras desempeñe la presidencia del Banc Sabadell. Y los otros dos, Marc Puig y Artur Carulla, se han descartado por motivos distintos: Puig no ha querido dar el paso; Carulla, en cambio, sí estaba dispuesto.

El presidente de Agrolimen se autoproclamó pero fue disuadido por sus camaradas porque es independentista y además porque no controla el networking necesario para un cargo de esta responsabilidad civil. Sic transit al efímero triunfo de ambos. A partir de noviembre, la nueva junta de Brugera exigirá meritocracia, más que apellido.

A la presidencia del Cercle se accede por cooptación, no por sufragio. Juegan la opinión de sus órganos de gobierno, como los expresidentes senadores, y los exsecretarios de la institución. El pasado miércoles 20, hubo casi unanimidad en el almuerzo de los ex presidentes (Enrique Corominas, Joan Molins, Josep Piqué, Pedro Fontana, Carles Tusquets, etc) respecto a la figura de Brugera. Solo se desmarcó Joan Mas Cantí, pero no por sesgo político ni ninguna reserva moral, sino porque Juan José Brugera no es exactamente un empresario (dijo el veterano Mas Cantí) y «quizá deberíamos darle una vuelta más».

¿Hacia dónde se dirige el Cercle?

Brugera, conviene decirlo, es un empresario químicamente puro; su currículo resiste no sobre el papel sino sobre el mercado: Sindianc, Atlántico, Mutua Madrileña, Colonial, La Caixa, etcétera. No es un accionista, un dueño, pero sí un operador competitivo. Cuando su nombre salió de la boca de Costas tenía las de ganar. En esta ocasión, el esquema catalán de aplaza y vencerás estaba destinado al fracaso.

Apenas 24 horas después de la reunión de los expresidentes, Brugera volvió a ser ratificado, esta vez en la cena de ex secretarios del Cercle, celebrada el pasado jueves 21. A esta segunda cita asistieron todos los que han desempeñado este cargo, menos el editor Xavier Cambra, un hombre de marcada vocación soberanista y piedra angular de la Fundación FemCat, que acoge a un grupo de empresarios pegados al catalanismo político por el lado convergente.

¿Se va a producir un giro a la derecha en el Cercle, después de Costas? El profesor de Economía, experto en doctrinas, utilizaría a Schumpeter para hablar de destrucción creativa o a Marshall para defender la institucionalización del análisis. Ni sí ni no. Pero, si lo sacas de su rico universo metafórico, Costas lo dice así de claro: «buscábamos a un hombre con los deberes hechos, con la vida resuelta en todos los sentidos, sin historias tras de sí, sin cadáveres en el armario, sin filias ni fobias».

En Brugera han encontrado a un ingeniero doctorado en Esade y con el PdG (actual PADE) del IESE que ha salvado Colonial para darle un toque de calidad. Brugera hace números, entiende de balances y sabe presentar cuando toca sus activos brillantes desparramados sobre el Boulevard de los Anticuarios de Paris o en la Casa de Les Puntxes de la Diagonal de Barcelona. A la chita callando, hace honores al pasado de los Comillas que fundaron la antigua Colonial.

La talla de la nueva generación

Brugera tiene retranca y quizá por eso hace buenas migas con el profesor Costas. Ambos coinciden en la necesidad de rejuvenecer las plantillas del mundo de la opinión en el que se mueven los empresarios. Pero no lo han conseguido. ¿Dónde están Oleguer Soldevila y Jordi Mercader (hijo) a los que Antón Costas trato de promocionar, como miembros de la Junta del Cercle? ¿Dónde queda la lejana operación Pau Guardans alentada en su momento por Joan Mas Cantí, como símbolo de un giro liberal? Ni unos ni otros. Los jóvenes del Cercle son modelo emprendetori: gestión o gestión, toque conservador, ágrafos y sin ideología.

Oleguer es descendiente de Olegario el gran patrón del Majestic e hijo de Andreu Soldevila, hombre-indio, de andares silentes y gesto irónico. Los Soldevila tienen su cuartel general en el casoplón del Majestic a dos manzanas de distancia del dintel modernista de la Casa Arnús, sede del Cercle (solo el dintel porque el resto fue laminado para dar cabida a centenares de socios dada la urgencia pragmática de los tiempos que corren).

Jordi Mercader es hijo de Jordi Mercader Miró, que lo fue todo, desde presidente del INI, a presidente de Agbar, pasando por vicepresidente de a La Caixa. Guardans, por su parte, es buen ejecutivo que trasladó su cadena hotelera a Madrid, ahogado por la marca de origen. Como el resto de sus hermanos, el nieto de Francesc Cambó, lleva sobre sus espaldas el peso marmóreo de Estelrich y Ribó padre, los albaceas del gran político regionalista.

Los novísimos no dan la talla y los nuevos están desertando. Este último es en parte el caso del citado, Artur Carulla, el soberanista emboscado, que reclama su derecho al cargo, pero prefiero vivir muellemente en el limbo accionarial de Agrolimen.

Marc Puig, por su parte, es el ejemplo agobiante de una tercera generación muy laboriosa, pero obviada por la sombra del pionero, Antonio Puig, que también lo fue todo: perfumero, publicista, inventor y mecenas de creadores irrepetibles, como Cirlot y Alexandre Cirici Pellicer. Los tiempos mudan y las élites se encastillan.

 

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