Jijonenca rechaza a los fondos de inversión

Los más de 700 accionistas de la heladera y las pocas ambiciones de lanzarse a por un rápido crecimiento ahuyentan a los inversores

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Con una facturación que ronda los 16 millones de euros y un beneficio que roza los 2 millones, La Jijonenca es un caramelo para el capital riesgo: cuenta con un producto reconocido por el público y se distingue de las grandes marcas en su apuesta por la artesanía y de los pequeños heladores  con su infraestructura. La cúpula no quiere oír ni hablar del tema.

En la celebración del 50 aniversario de la compañía, su director general, Pepe Abad, atiende a Economía Digital y marca diferencias con los ambiciones tradicionales de los inversores: dotar de músculo a las sociedades en las que entran con tal de acelerar su expansión y poder obtener luego plusvalías por vender su participación. «Desde que estoy al frente de la empresa me he reunido con todos y jamás nos han entendido», explica.

El ejecutivo asegura que el crecimiento de las ventas y los beneficios no es una obsesión para la heladera. No parece ir de farol: «En tres años aspiro a que la empresa facture alrededor de 18 millones de euros, siempre manteniendo los márgenes actuales», dice. Y remata: «Lo que sí me obsesiona es mantener la calidad del producto».

La Jijonenca tiene más de 750 accionistas

La sociedad, además, presume de salud financiera. Sin prácticamente deuda, arrastran algún pasivo financiero, pero están en camino de dejar de trabajar con los bancos. Eso sí, la propuesta tampoco es quedarse parado. La empresa sí tiene un plan de expansión para saltar desde las 900 a las 1.000 heladerías en dos años, especialmente abriendo nuevos locales en el centro y el norte de España.

Siempre bajo el paraguas La Jijonenca. Si bien en los últimos tiempos añadió a la oferta polos de fruta, smoothies, helados de palo y hasta tartas, descarta por completo diluir la marca. «No vamos a entrar en el segmento de la marca blanco», asegura ante las propuestas recibidas.

Todo por la calidad, insiste. «Nuestros heladeros y accionistas no nos permitirían rebajar los estándares», dice. La estructura también supone otro freno ante la entrada de nuevos inversores: la heladera cuenta con 750 pequeños accionistas y, al contrario que en otras firmas también atomizadas como la antigua Codorníu, no es posible juntar grandes mayorías con pocos socios. «Muchas veces parecemos una cooperativa», ironiza.

Atentos a las últimas tendencias del mercado, en las heladerías de la compañía siguen triunfando los clásicos: las nuevas tendencias como los sin azúcar o con leche de soja apenas generan el 2% de las ventas. «Es un segmento en el que hay que estar, pero el cliente prefiere los sabores tradicionales», señala.

 

Carles Huguet

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