Los claroscuros de la fusión entre Comsa y Emte

El grupo de infraestructuras ha completado la reorganización del negocio y abre la puerta a vender actividades cuatro años después de su integración y con la familia Miarnau al frente del negocio

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Unos 505 kilómetros. Esta es la distancia que separaba la vivienda de Jorge Miarnau, entonces residente en Madrid, y Carles Sumarroca, vecino de la provincia de Barcelona. No impidieron que ambos empresarios firmaran el 7 de mayo de 2009 el acuerdo de integración de sus compañías. Comsa y Emte, respectivamente, se unían para ganar músculo y lanzarse con más fuerza a la carrera de la internacionalización, tal y como anunciaron. Pero las cosas no han salido tan redondas como esperaban.

Cuatro años y medio más tarde, han conseguido en tiempo de descuento un balón de oxígeno de la banca valorado en 930 millones de euros que esperan que les resulten suficientes para pasar página a sus annus horribilis. En plural. El ejercicio 2011 fue muy duro para la compañía. Entonces, inició una tímida reestructuración de gastos productivos que se ha repetido año tras año. Este 2013 ha sido peor, reconocen fuentes conocedoras de los números (pendientes de cerrar).

Los pasos que dieron desde ese 7 de mayo de 2009 hasta ahora han sido la clave para entender el momento actual del segundo grupo español no cotizado del sector de las infraestructuras y los servicios.

Crisis ‘por sorpresa’

La crudeza de la crisis les pilló por sorpresa y sin completar la integración. Decidieron dejar los negocios inmobiliarios al margen del proceso, pero la recesión y los cambios legislativos se han llevado por delante buena parte del negocio que sí se fusionó. Se construye menos, hay menos concesiones públicas (y a precios inferiores) y el sector del medio ambiente y las energías renovables está en horas bajas, entre otros.

Comsa Emte se mantiene a flote, pero factura casi 450 millones de euros menos que en 2009. De unos 2.200 millones a 1.700 millones. Un hecho imprevisible cuando se decidió la fusión. La compañía no reconoce públicamente el resultado final de sus ejercicios. No obstante, las cuentas consolidadas depositadas en el Registro Mercantil muestran que las pérdidas llegaron a los 155 millones en 2012, el último año presentado.

Cuatro años para fusionar negocios

Desde que las dos compañías firmaron su acuerdo de integración al inicio de la reorganización de sus negocios han pasado cuatro años. Sin embargo, la cúpula no decidió hasta principios de 2013 poner de verdad en marcha su proceso de reestructuración.

Ahora, en lugar de cuatro áreas de actividad (infraestructuras; ingeniería y sistemas; medio ambiente, servicios y logística; y concesiones y energía renovable) en Comsa Emte todas las sociedades se han dividido en tres grandes grupos: servicios y tecnología; infraestructuras e ingeniería; y concesiones y energías.

Gestión casi independiente

El principal problema es que desde 2009 a 2013 todas las sociedades del organigrama del grupo han funcionado de forma casi independiente y con los mismos directivos (y modus operandi) de antes de la fusión.

La rubrica del pacto sólo implicó la fusión de la dirección general y la creación de un consejo de administración único de forma inmediata. Así como la gestión central de ciertos servicios, como el jurídico o los recursos humanos. El resto de sociedades se integraron sólo formalmente en los cuatro ámbitos anteriormente mencionados. Su transformación final se dilató ejercicio tras ejercicio, con los problemas que ello conllevaba incluso en el objetivo básico de unir fuerzas: buscar negocio en el exterior.

Venta de activos

Algunas fuentes conocedoras del día a día de Comsa Emte señalan que tras esta reorganización está la mano de la banca acreedora. La misma que ha empujado a abrir la puerta y a buscar inversores para el negocio que no es core. Es decir, todo lo que queda fuera del área de infraestructuras e ingeniería, controlada directamente por el consejero delegado del grupo, Jaime Mulet. El ejecutivo de confianza de la familia Miarnau, que al final ha tomado las riendas del holding fusionado.

El grupo está dispuesto tanto a escuchar ofertas de inversores como a analizar oportunidades de joint venture. Tal y como ha ocurrido con la sociedad Comsa Rail Transport, operada desde finales de 2013 también por la gestora pública de los ferrocarriles franceses. Junto a su nuevo partner buscan negocio en el país galo tras la cerrazón del mercado en España.  

Reparto de acciones también sin cambios

La banca acreedora es también quien ha propiciado de forma elíptica que el reparto de acciones en el grupo entre las dos grandes familias que hay detrás no se haya alterado desde 2009, según los mismos interlocutores. Los antiguos propietarios de Comsa tienen una participación del 70% en el nuevo grupo y el 30% está en manos de Emte.

El plan inicial preveía que en un plazo máximo de cinco años se podría replantear este escenario para quedar en un 60%- 40%. Ya han vencido varias opciones de compra y venta que existían en el acuerdo de integración y la única modificación destacable que ha existido es en el reparto interno de la acciones originales de Emte.

El grupo Sumarroca compró a Banc Sabadell y Bankia los títulos que ostentaban de su compañía, donde operaban a través de sus vehículos de inversión. La operación ya fue complicada para el grupo familiar, quien incluso incluyó como aval la finca y los viñedos de la prestigiosa bodega que lleva su nombre.

Avales de la banca

Tampoco ha sido exactamente un camino de rosas para este grupo cumplir con las exigencias de las entidades para firmar la refinanciación en verano, indican fuentes conocedoras del proceso.

La operación se tenía que finalizar meses antes, pero los recelos de algunas entidades a firmar la operación propició que la rubrica final se estampara el pasado 2 de agosto. Una fecha inusual si se tiene en cuenta que es una de las operaciones más destacadas de 2013 por volumen del montante final. Unos 930 millones de euros que incluyen la deuda existente más la ampliación de algunas líneas.

El vencimiento es a corto plazo: finales de 2016. Otro de los requisitos ha sido la ampliación de capital de 40 millones de euros de los accionistas. El verdadero obstáculo, según los mismos interlocutores, para finalizar la refinanciación.

Las urgencias financieras se han aparcado temporalmente y la hoja de ruta del grupo se ha redefinido. El mensaje desde Comsa Emte es claro: hay cuerda para rato.

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