Niño Becerra: «El poder económico admitirá a Podemos, porque da estabilidad»

El economista asegura que le da "igual" lo que cobre Sánchez Galán, y que lo que le preocupa es que "los trabajadores puedan cobrar sólo 300 euros"

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Analiza, describe, pronostica, pero le tachan de verlo todo demasiado oscuro. Santiago Niño Becerra (Barcelona, 1951), catedrático de Estructura Económica en la IQS School of Management (Universitat Ramon Llull), acaba de publicar un libro atípico, La economía, una historia muy personal (Los libros del lince).

A través de frases y comentarios de personalidades, políticos, economistas y pensadores a lo largo de la historia, reconstruye un itinerario que ha llevado al mundo occidental a una nueva realidad: el avance tecnológico se intensificará sabiendo que eso comportará que una buena parte de la población quede fuera del sistema.

Niño Becerra no se anda por las ramas. Sabe el mensaje que quiere trasladar, pero en el libro ha querido, de forma muy didáctica, que sean los propios protagonistas los que se desnuden. Una prueba: se trata de Anthony Giddens, director de la London School of Economics e ideólogo de la tercera vía de Tony Blair, en una entrevista en 2002:

«(…) Hay un gran cambio, y el papel de los sindicatos debe ser facilitar el cambio tecnológico en los mercados laborales y no bloquearlo, y la forma de hacerlo es luchar por la protección de los trabajadores en el momento del cambio, no insistir en una estructura ya inexistente de trabajos».

Ni derechas ni izquierdas

Y claro, con un ideólogo con esos principios llega Tony Blair, también en 2002: «No existen en la economía globalizada de hoy derechas o izquierdas, sino buena o mala gestión del espacio público».

Con estas premisas, que parten de que las opciones ideológicas ya no sirven para encontrar respuestas, Niño Becerra, responde a la pregunta sobre en qué momento la economía se dirige hacia la posición que él refleja, la de dejar a una gran parte de la población fuera del sistema productivo.

«Tras la Segunda Guerra Mundial, se partió de algunas ideas: que el precio de la energía sería barato, que habría pleno empleo, y que las rentas siempre podrían crecer, y con un endeudamiento privado que en aquellos momentos era muy pequeño. Y eso funciona en los años 50, 60 y hasta en los años 80, cuando se busca una mayor productividad para aumentar el margen de beneficio. Para ello se mejora las organizaciones empresariales, y todo lo que consiga oportunidades de beneficio».

– ¿Y, por tanto, en ese momento ya no se crecía?

– Se crecía menos, y es cuando se opta por crecer a través del crédito, es una patada hacia adelante que funciona desde los años ochenta hasta los 2000. Acaba funcionando, hasta ahora.

– Pero los países emergentes siguen creciendo

– Eso no está tan claro, no es evidente que los emergentes tengan mucho más recorrido. La mayoría de ellos,  dependen de uno, dos o tres productos, como le ocurre a Brasil. El crecimiento también ha sido propiciado por el endeudamiento. En el caso de China es aberrante, porque debe crecer el 6,5% cada año sólo para absorber la nueva entrada de población activa. Y dependen, como todos, de las grandes corporaciones. Sus poblaciones han llegado a mejorar sus condiciones sociales, pero no se podrá mantener la situación que han alcanzado.

– ¿Está preocupado por un supuesto límite del bienestar?

– Es un interrogante, y yo creo que en gran parte sí se ha llegado a ese límite, porque ¿se puede superar? El salto de la revolución industrial fue enorme, tras la II Guerra Mundial se dio, también, un gran cambio, con la idea de que todos nos podíamos beneficiar. Pero yo creo que ahora vamos hacia una etapa en la que se seguirá avanzando, pero con cada vez menos gente beneficiada.

– ¿Si eso es así, que se hace con la parte de la población que no pueda seguir, que no esté integrada en ese avance?  

– Una renta mínima, básica, o como se quiera llamar. Será imprescindible. Si nos fijamos, por ejemplo, en la apuesta del economista Luis Garicano, en el programa económico de Ciudadanos, vemos que defiende una ayuda pública para trabajadores pobres. ¿Qué es lo que llama la atención? Que parte de la base de que habrá, de que hay, trabajadores pobres, que, pese a trabajar, no llegan a una renta mínima. Me parece que comienza a haber un consenso sobre ello.

– ¿Pero es sostenible esa renta básica o mínima, como defendía Podemos en las elecciones europeas, y que después ha matizado?

– Sí lo es. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, se equivocó al decir que no se podría pagar. Hay que tener en cuenta que esa ayuda, me da igual el nombre final que se le dé, se ofrecería a cambio del resto de subsidios actuales.

– ¿Qué margen existe en la política fiscal para lograr más ingresos?

– Yo creo que deberá llegar un impuesto sobre el Patrimonio, en la línea de lo que defiende Piketty. Pero se debería aplicar, como mínimo, en toda Europa. No se puede realizar en un solo país, porque es evidente que habría una fuga para no pagar el impuesto.

– Entonces, ¿qué futuro dibuja en el mundo occidental, como mínimo?

– Lo que está ocurriendo es que se ha producido un enorme incremento de productividad, pero con menos población dentro del sistema. Los avances tecnológicos no se pararán, irán a más, y eso dejará fuera a mucha gente. Es cierto, siguiendo a los defensores de Schumpeter, que se crean nuevos puestos de trabajo, y que son puestos de gran valor añadido, pero si se crean 1.000, se destruirán 100.000. Es decir, se es más productivo con menos gente en el proceso. El desempleo estructural está aumentando en todos los países.

– ¿Y qué pueden hacer partidos como Podemos?

– Yo lo que veo son dos cosas de Podemos que tienen toda la lógica del mundo. La primera es que toda la deuda no se podrá pagar, y que se acabará aceptando.

La segunda es la apuesta por algún tipo de renta básica. En todo lo demás, ellos mismos han ido cambiando la posición. Sobre la edad de la jubilación, por ejemplo. Habrá gente que estará jubilada toda su vida, y otra que no podrá hacerlo nunca.

Pero lo importante de Podemos, como ocurre con Syriza en Grecia, que tiene un 80% de apoyo tras las elecciones, es que aportará estabilidad. Porque, ¿cómo inversor, que prefiero, cobrar el 40% de algo, o el 0% de todo? ¿Y qué deseo, movimientos sociales y protestas o estabilidad? Que los de Podemos sean Chavistas, eso es una anécdota, porque está claro que España no es Venezuela, no se parecen ni en el clima. Es muy posible, yo así lo creo, que el poder económico admitirá a Podemos, como a Syriza en Grecia, porque aportará estabilidad.

– Si le nombro Francia, ¿qué me dice? Porque es un país donde ahora se dan todos los ingredientes, con una economía, todavía, en gran medida en manos del Estado.

– Le diré que hay que pensar en los dos partidos antes citados. Podemos o Syriza son dos fuerzas políticas muy potables. En Francia la alternativa es el Frente Nacional. Y ya me dirá.

Lo que ocurre en Francia es otro debate, en el que tanto la izquierda como la derecha, si es que todavía tienen algún sentido como conceptos políticos, se han equivocado. El problema no es si la economía es pública o privada, sino si es eficiente. La izquierda se equivocó, al no tener en cuenta la eficacia del sector público. Y la derecha se equivoca al pensar, a priori, que la gestión privada es mejor que la gestión pública. Eso no es cierto.

– Pero, insisto, ¿qué puede hacer un país en materia fiscal, que, por ahora, es lo que le queda?

– Creo que Piketty, sobre la desigualdad, ha planteado algunas cosas interesantes, como es ese impuesto sobre el Patrimonio, pero que no se puede aplicar en un solo país. La cuestión es que la desigualdad tampoco se debe plantear pensando sólo en lo que ganan los de arriba. A mí me da igual, absolutamente igual, que Ignacio Sánchez Galán, el presidente de Iberdrola, gane nueve millones de ellos. Lo que me preocupa seriamente es que los de abajo ganen 300 euros y eso se debe resolver. Eso no es ni de izquierdas ni de derechas. Es una realidad que hay que resolver.

– ¿Cómo?

– En Europa hay que caminar ya hacia una homologación fiscal. Es absurdo que Bruselas controle los presupuestos, y que, al mismo tiempo, cada país tenga su propia política fiscal. Pero me parece que la solución pasa por gravar el gasto, y no tanto el ingreso. Mis gafas, por ejemplo, que son absolutamente normales, ¿por qué pago por estas gafas el mismo IVA que por otras gafas de platino, por ejemplo? El Patrimonio es un gasto, no una inversión.

Por un puro convencionalismo hemos decidido que comprar una vivienda es una inversión. ¿Por qué? Mi idea es que si te compras una vivienda en la Avenida Meridiana de Barcelona pagarás un IVA menor que si te la compras en la Avenida Pearson. Ese IVA debe ser progresivo, pero debe gravar más el gasto en determinados objetos o servicios de más valor. Que ganas mucho, genial. Bien por ti. Pero si gastas, pagas.

Ideas claras

Niño Becerra corre para ofrecer la clase a sus alumnos. Tiene las ideas claras. Podría cambiarlas, pero insiste en que «la cosa va por aquí». En su libro las referencias son constantes. Algunas de las últimas citas evidencian su pronóstico, que rubrican esta entrevista:

«El contrato social se está empezando a deshacer en muchos países. La incertidumbre y los miedos a la exclusión han alcanzado a la clase media en muchas sociedades, la gente siente que está sufriendo una crisis de la que no es responsable, mientras esos con altos ingresos resultan perdonados». (Angel Gurría, secretario general de la OCDE, en la presentación de un informe, en 2011)

«No se recibía tantas peticiones de ayuda desde el fin de la ocupación nazi. No se había visto una situación tan desesperada desde la Segunda Guerra Mundial. Hay muchísimas familias necesitadas en todas partes». (Julien Lauprêtre, presidente de la organización Socorro Popular Francés, 2012)

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