El negocio de la clonación
El primer embrión humano clónico relanza las expectativas de la medicina regenerativa y reabre el debate de la clonación reproductiva
Un equipo de investigadores de la prestigiosa OHSU (Oregon Health & Science University), liderado por Shoukhrat Mitalipov, acaba de publicar en la revista Cell, considerada la más influyente del mundo en Biología, la obtención del primer embrión clonado humano. Tras casi 20 años de investigaciones y múltiples éxitos en mamíferos, además de un escandaloso fraude y más de un fracaso, por fin un equipo científico ha conseguido el hito más perseguido, a la vez que el más temido.
El equipo de Mitalipov, de larga trayectoria en este campo, ha empleado en su experimento la técnica de transferencia nuclear (la misma que se empleó para concebir a la oveja Dolly, el primer mamífero clonado de la historia) a partir del óvulo de una donante y una célula adulta de la piel. Tras insertar el núcleo de la célula epitelial en el óvulo, al que previamente se había extraído su núcleo, se consiguió la formación de un embrión que se destruyó a los seis días para extraer células madre. De haberse implantado en el útero de una mujer, podría haber gestado un feto clónico al donante de células de la piel. Esto es, prácticamente idéntico en su dotación genética.
Concretando aplicaciones
El hito alcanzado por Mitalipov, ciertamente extraordinario, viene a ser la culminación de otros grandes momentos de la biología moderna. En particular, el nacimiento de la oveja Dolly en el Instituto Roslin de Edimburgo en 1996 y la obtención de las primeras células embrionarias humanas en 1998 de la mano de James Thomson, de la Universidad de Wisconsin. Tras ellos, una pléyade de científicos alcanzó hitos similares con todo tipo de animales clonados, desde el camello al ratón, y las células madre vivieron su gran momento con las denominadas IPS, células adultas reprogramables hasta su estado inicial. Por este logro, el japonés Shunya Yamanaka conseguiría el Nobel en 2012.
Pero no solo los científicos del entorno académico se lanzaron a la aventura. Animados por los primeros éxitos, muchos se enrolaron en compañías biotecnológicas, cuando no las crearon ellos mismos, con el fin de desarrollar aplicaciones basadas en las técnicas de clonación y de obtención de células madre. En el horizonte se adivinaba un gran potencial económico centrado primigeniamente en la ganadería, pero también en los ámbitos farmacéutico y de reproducción asistida.
En el primer campo proliferaron empresas cuyo objetivo era la obtención de campeones, sementales clonados para la generación de cabañas de calidad y el incremento del rendimiento ganadero. En paralelo, se acuñó el término pharming, algo así como la puesta a punto de estrategias que permitan la obtención de productos de interés farmacológico a escala industrial. Hasta ahora se han empleado animales para la obtención de fármacos para combatir deficiencias inmunológicas, coágulos coronarios, prevenir trombos, hemofilia u hormonas del crecimiento contra el enanismo.
El negocio de las células
Pero donde más han proliferado las compañías biotecnológicas es en el uso de los potenciales beneficios de las células madre, sean embrionarias, adultas o IPS. Aunque no hay datos oficiales, se estima que en Estados Unidos al menos medio centenar de biotecnológicas trabajan con células madre. Muchas de ellas se financian en bolsa y algunas ya han sacado productos al mercado, mayoritariamente con objetivos de “restauración”: regenerar tejidos dañados, sobre todo piel y mucosas. Esta línea también ha sido desarrollada por Genterix, la empresa creada por la ex ministra Cristina Garmendia.
No obstante, el objetivo de estas empresas no es ahora mismo generar producto sino estar posicionadas para cuando la tecnología, claramente vinculada a nuevos descubrimientos, esté disponible. ¿Disponible para qué? Pues para regenerar órganos dañados como el corazón, páncreas, pulmones, hígado o incluso cerebro o hueso.
La industria de la fecundación
Aunque todo el mundo piensa en clonar humanos, hoy por hoy se trata de una quimera. Por cada hijo que se quisiera clonar se necesitarían algunos cientos de óvulos de donantes con toda probabilidad distintas. Además, la posibilidad de que el embrión prospere, es hoy desconocida. Finalmente, quedaría por ver si el recién nacido no desarrollaría enfermedades graves o un envejecimiento prematuro, como ocurrió con Dolly. Por razones obvias, experimentar en esta línea es poco menos que un disparate ético.
Otra cosa son derivaciones de las técnicas que puedan aprovecharse para la fertilización in Vitro. Por ejemplo, para depurar la obtención de óvulos o para seleccionar genéticamente embriones para que puedan donar médula para trasplante, experiencias ya exitosas.
Al menos existe un millar de centros privados entre EEUU y Europa que se dedican a la reproducción asistida. Muchas de ellas han iniciado líneas de actividad (léase negocio) asociadas al diagnóstico genético pre-implantatorio para la obtención de los llamados “bebé-medicamento”. Cada tratamiento tiene un coste superior a los 30.000 euros.
Pese a todo, salvo aplicaciones indirectas como las de la reproducción asistida, todo es futuro y lo existente es a pequeña escala. Habrá que esperar a nuevos hallazgos científicos mientras las empresas se preparan para dar el salto.