Caixabank sacrificó Repsol para que el BCE bendiga su plan estratégico

Caixabank ultima el plan estratégico con el que volverá a las raíces del negocio bancario por recomendación del BCE

El consejero delegado de Caixabank, Gonzalo Gortázar. EFE

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La venta de Repsol por Caixabank es un síntoma de dos realidades que finiquitan, a su vez, una era. La primera circunstancia es que se acabaron las operaciones políticas. La entrada del banco catalán en la petrolera lo fue. La segunda es que la regulación europea está en plena forma. El Banco de España, efectivamente, es ya sin matices un delegado del Banco Central Europeo (BCE), que logra imponer sus tesis más allá, incluso, de la normativa.

La respuesta a la pregunta ¿por qué Caixabank vende a pérdidas las acciones de Repsol cuando ésta goza de buen momento y proyecciones positivas según el consenso del mercado? hay que buscarla en Fráncfort. Según las fuentes consultadas por Economía Digital, Caixabank ultima su plan estratégico –lo presentará en noviembre— y necesita reflejar que atiende a las recomendaciones del BCE. Mario Draghi opina que los bancos deben volver a sus orígenes.

Y no es el único. “Un banco debe ser un banco”, repiten los altos funcionarios de la inspección en el BCE. La crisis financiera de 2013 a 2015 aún está grabada a fuego—y—sangre en el frontispicio de los poderes financieros de la zona del euro. Y el episodio no termina. La incógnita del Deutsche Bank, su salud es muy dudosa, sigue sin despejarse. Las perspectivas son… en fin.

En este contexto, Caixabank analizó que puede contentar al BCE –y a otros grupos de interés, como los analistas— con un plan de tres años sin participadas industriales y con el que construir un resultado más sólido. Sólo se armará gracias al viejo oficio de captar dinero para prestarlo a continuación. En Fráncfort sí quieren que los bancos continúen con negocios fuera de balance; pero sólo los que generen inercias. Por ejemplo, la venta de seguros o la gestión de patrimonios.

Se acaba el plazo para Caixabank

Repsol, por tanto, estaba en venta desde que Jordi Gual y Gonzalo Gortazar empezaron a trazar la estrategia para los próximos años… y desde que decidieron meterse en el bolsillo a Draghi. Sobre ese paquete de títulos (9,36% de Repsol) también pesa que la mitad de ellos están pignorados –a cambio de distintas emisiones de deuda—. Caixabank ha esperado tanto como ha podido para desprenderse del resto con el objeto de reducir minusvalías.

El momento del banco le permitirá absorber el impacto en sus próximos resultados sin tocar la rentabilidad (seguirá entre el 9 y el 11%) ni la solvencia (mantendrá el 11,6%). Pierde dinero con la operación pero a futuro consumirá menos capital y también reducirá riesgos. Su actividad sólo estará expuesta a las inestabilidades del mercado financiero, y no necesariamente a los vaivenes ajenos –como los del petróleo—.

La venta de Repsol se articulará sin prisas durante los próximos seis meses. Caixabank limita las operaciones diarias al 15% del volumen negociado por sesión. El dinero captado (se esperan unos 2.500 millones) se reinsertará en la cuenta de resultados y generará los 450 millones de minusvalías ya reconocidos.

El futuro en Telefónica

La operación de Caixabank con Repsol y sus motivaciones meritan otra pregunta. ¿Qué futuro tiene Telefónica? El caso es distinto al de Respol: primero por magnitudes (La Caixa tiene a través de Criteria un 5%); segundo que no es Caixabank la dueña de los títulos y, por último, que la porción de la teleco está contabilizada como un “activo financiero a valor razonable con cambios en otro resultado global”. Es decir, afecta al patrimonio y no al resultado.

Al margen de la letra pequeña contable, La Caixa ve sentido estratégico a su participación en Telefónica. Ambas cúpulas habrían expresado la voluntad de desarrollar proyectos conjuntos. La realidad fintech aprieta, también la visión del BCE sobre el mercado bancario. Toda una evidencia del cambio de era, la misma que desdibuja el legado de Ricard Fornesa, arquitecto de uno de los mayores grupos industriales de España. Su cartografía reflejó hasta hace poco no sólo a Telefónica y Respol; también Abertis, Agbar y Gas Natural (actual Naturgy).

Ismael García Villarejo

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