Helados

Estamos inmersos en un proceso, denominado genéricamente como cambio climático, que nos está acorralando por todos lados, con los distintos efectos que conlleva

Un trabajador se refresca con una manguera en una calle de Madrid. España atraviesa estos días la que es, de momento, su peor ola de calor del verano

Un trabajador se refresca con una manguera en una calle de Madrid. España atraviesa estos días la que es, de momento, su peor ola de calor del verano. EFE/ Juan Carlos Hidalgo

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En este tiempo estival hablar de helados seguramente nos refiere a los refrescantes, dulces y sabrosos productos que solemos consumir, sobre todo por estas fechas. Máxime cuando las mismas se están caracterizando por temperaturas extremas, incluso en el otro hemisferio terrestre, donde están en invierno y registran calores inusuales.

Mientras que España enfrenta la peor ola de calor del verano, con récords de temperatura en diferentes lugares del país, en Sudamérica se está experimentado un fenómeno inusual. A pesar de ser invierno en el hemisferio sur, se han registrado temperaturas récord en varias ciudades de Brasil, Paraguay, Chile, Perú y Ecuador. Formándose un “bloqueo cálido de altas presiones” en la región sudamericana, lo que ha provocado que se alcancen temperaturas propias del verano en pleno invierno.

Pero el título de este artículo es una continuación de los anteriores, completando así un panorama que resulta desde preocupante a desolador. Incluso alguna información meteorológica ha relacionado el clima que estamos teniendo con nuestra extinción. Así, Carlos Almansa, presentador de noticias de Canal Sur, dijo que “en cualquier caso, estén ustedes seguros de que más tarde o más temprano, nos acabaremos extinguiendo. De momento eso no es algo que vaya a ocurrir de forma inminente”, mientras mostraban las temperaturas extremas en diferentes ciudades españolas.

Por tanto, al referirme a que ardemos, sequitos y helados pretendo describir que estamos inmersos en un proceso, denominado genéricamente como cambio climático, que nos está acorralando por todos lados, con los distintos efectos que conlleva.

Si cuando comenté que “Ardemos” me referí a las temperaturas extremas, tanto climáticas como anímicas, y con “Sequitos” quise llamar la atención sobre los problemas que el agua está causando, por su escasez para el consumo humano y las persistentes sequías y consiguientes desertizaciones que se están produciendo en todo el mundo, con “Helados” pretendo describir cómo nos vamos a quedar si esto sigue así.

Los movimientos marinos desempeñan un papel crucial en la regulación del clima global y pueden influir en los patrones climáticos

Particularmente me ha llamado la atención y he seguido la evolución de los posibles cambios en las corrientes oceánicas que, según los conocimientos científicos actuales, sabemos que determinan (más) la climatología de este planeta. De hecho, son las que, por ejemplo, han influido en los llamados periodos de glaciación.

De ahí el título de este otro artículo ya que, según los últimos informes, parece que dichas corrientes están a punto de cambiar y, con ello, puede que en poco tiempo se produzcan cambios que nos dejen literalmente helados.

En concreto, un equipo internacional de investigadores del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de San Diego (EE. UU.) ha publicado en la revista Science Advances que la influencia del cambio climático en las corrientes oceánicas globales se había subestimado. Descubriendo que el calentamiento provoca la aceleración de las aguas superiores y una desaceleración en la circulación de las inferiores. Y aunque la relación entre las corrientes, el cambio climático y las glaciaciones es un área de investigación compleja, se sabe que los movimientos marinos desempeñan un papel crucial en la regulación del clima global y pueden influir en los patrones climáticos, incluidos los ciclos de glaciaciones y periodos interglaciares.

El clima extremo experimentado en julio es una realidad del cambio climático y un adelanto de lo que depara el futuro

Puede que el deseo de tiempo más fresco que estamos viviendo contradiga esta otra posibilidad. Sobre todo, teniendo en cuenta que este julio de 2023 ha sido el mes más caluroso en la historia, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), una entidad vinculada a la ONU. Incluso, la propia ONU ha introducido un nuevo término para describir la situación actual del cambio climático ya que, según su secretario general, António Guterres, el calentamiento global ya no es suficiente para describir la gravedad de la situación.

El término “ebullición global” refleja el efecto invernadero, el calentamiento sin control, las consecuencias y eventos climáticos extremos, como incendios masivos, deshielo de los polos y anomalías térmicas constantes, generando un verano cruel y un desastre global. Así, Petteri Taalas, secretario general de la OMM, enfatizó que el clima extremo experimentado en julio es una realidad del cambio climático y un adelanto de lo que depara el futuro.

No sé si será el calor el que acabe con nosotros, como está demostrando el aumento de muertes por las altas temperaturas en todo el mundo. O si será una repentina glaciación que nos congele en menos tiempo. Pero está claro que se están produciendo fenómenos de todo tipo que son alarmantes.

Ya he referido aquí la metáfora de la rana que se va cociendo poco a poco sin saltar. Pero es que cada vez se parece más a lo que está ocurriendo y, nada más y nada menos, la organización mundial de naciones habla en estos términos, de ebullición. Es decir, que esto empieza a hervir.

Como en las estaciones del año, parece que estamos pasando de la primavera, el verano, el otoño y el invierno a estas otras: ardemos, sequitos, helados y ebullición. Indudablemente no es a mejor y, de hecho, me parece que Antonio Vivaldi no compondría ahora algo tan hermoso como sus cuatro conciertos para violín, representando cada periodo estacional.  

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