La reunión del G-8 se abre con la sucesión al frente del FMI como telón de fondo

Las cantidaturas de Lagarde y del mejicano Agustín Carstens centran los apoyos de Europa y los países emergentes. Japón y Estados Unidos se mantienen a la expectativa

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La población de Deauville, en el norte de Francia, acoge hoy y mañana a los dirigentes de los ocho países más ricos e industrializados del mundo, en una cumbre del G8 con una cargada agenda marcada por la actualidad, pero que estará marcada por las maniobras de los países europeos por conseguir el apoyo de todo el grupo a la candidatura de la actual ministra de Economía francesa Christine Lagarde para dirigir el Fondo Monetario Internacional.

La carrera por suceder al frente del organismo financiero a Dominique Strauss-Kahn, que sigue en Estados Unidos pendiente de un proceso judicial por un presunto intento de violación, ha comenzado ya y la propia Lagarde anunció formalmente su candidatura ayer, precisamente en la víspera del G8

Substitución de Strauss-Kahn

Aunque el tema no está en la agenda oficial de la reunión, los miembros europeos de este selecto grupo (Alemania, Reino Unido, Francia e Italia) no dejarán pasar la ocasión para tratar de convencer a los otros cuatro países (Estados Unidos, Japón, Canadá y Rusia) de la idoneidad de la candidatura de Lagarde, especialmente a los estadounidenses, cuyo voto será decisivo en la elección del próximo director del FMI.

Los países y las instituciones europeas ya habían mostrado su apoyo a Lagarde, antes incluso de que ésta se postulase al puesto. Europa, primer contribuyente del FMI y también el principal deudor tras los rescates de Grecia, Portugal e Irlanda, teme perder el control de esta institución en un momento en el que la institución juega un papel fundamental en las crisis financieras de esos países de la Unión Europea.

Frente a este “lobby” europeo, las potencias emergentes tratan de hacer valer su cada vez mayor peso en la economía mundial para solicitar más protagonismo en las instituciones internacionales y desean acabar con esa norma no escrita que reserva la dirección del FMI a un europeo y la de su institución gemela, el Banco Mundial a un estadounidense. Así ha sido desde la creación de estos dos organismos recién acabada la Segunda Guerra Mundial.

En la rueda de prensa de presentación de su candidatura, Lagarde quiso sacarse de encima la etiqueta de candidata europea: «No soy ni la candidata del Eurogrupo, ni la candidata europea, y tampoco la candidata francesa.», dijo Lagarde. «Ser europea no es un obstáculo y tampoco una ventaja”, añadió para relativizar la cuestión geográfica a la hora de decidir el futuro director del FMI.

Lagarde, de 55 años, fue la segunda candidata en postularse oficialmente, después de que ya lo hiciera el actual gobernador del Banco Central de México, Agustín Carstens. De momento y a falta de que puedan presentarse otros candidatos, el periodo se cerrará el 10 de junio, ambos se presentan como los principales favoritos al cargo, cuyo nombramiento debería anunciarse a finales de junio.

Silencio de Japón y Estados Unidos

De momento, ni Japón ni, sobre todo, Estados Unidos se han pronunciado sobre el sentido de su voto. Países emergentes como China o Brasil tampoco lo han hecho a la espera de conocer los programas que presenten cada uno de los candidatos.

La prensa francesa prácticamente da por hecho el nombramiento de Lagarde al frente del FMI. En un artículo publicado hoy, el diario Le Monde acusa a Carstens de “ultraliberal” para desprestigiar al candidato mexicano y recuerda que los países emergentes no se ponen de acuerdo a la hora de respaldar un candidato común, como sí lo han hecho los europeos.

La cita de Deauville servirá al presidente francés Nicolas Sarkozy para poder desempeñar su papel preferido, el de gran estadista mundial, con el que ganar popularidad en su país de cara a las presidenciales del próximo año.

A ello le beneficiará también la ausencia de Strauss-Kahn, que antes de ser detenido en Nueva york ya tenía pensado abandonar el puesto de director del FMI para presentarse a las presidenciales francesas como candidato socialista. Todos los sondeos le daban como el gran favorito en esos comicios y muchos veían en él al próximo presidente francés.

La agenda de la cumbre del G8 está marcada por la actualidad: la crisis financiera en algunos países europeos, cómo ayudar a los países que protagonizan la “primavera árabe” a financiar sus aperturas democráticas y la seguridad nuclear, tras el grave accidente en la central atómica de Fukushima, en Japón.

Jornada sobre Internet

Por primera vez, en el orden del día de una reunión de este tipo habrá una sesión de trabajo focalizada en Intenet y, más concretamente, en la búsqueda de un equilibrio entre la libertad de la Red y un mayor control de la ciberdelincuencia y de los derechos de autor.

Los dirigentes de las ocho primeras potencias mundiales debatirán las conclusiones del llamado e-G8, un encuentro que se celebró en París el martes y el miércoles y que reunió a algunos de los mayores gurús de Internet. En esa reunión volvió a quedar patente las diferencias entre los patrones de la Red y los gobiernos: los primeros quieren libertad total para poder seguir haciendo negocio, los segundos quieren aumentar los controles para luchar contra los ciberdelincuentes y proteger los derechos de los autores y de la infancia.

Como ya es habitual en estas reuniones, los mandatarios se han atrincherado en Deauville, una ciudad balnearia, turística y muy “chic” del norte de Francia. El gobierno francés ha desplegado más de 12.000 policías en una población que no llega a los 4.000 habitantes. Se han cerrado todos los accesos y no se puede entrar en la ciudad si no es con acreditación.

Todo para evitar las manifestaciones de los altermundialistas. Varios miles de ellos llevan reunidos desde hace unos días en la cercana ciudad de Le Havre para protestar contra la celebración de la cumbre y exigir que otro mundo es posible.

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