Bodega Monumental, la velocidad

C/Creu Coberta, 87 www.bodegamonumental.com 93-432-41-16

Atraída por un ranking que acababa de salir sobre las mejores cañas de Barcelona, un tórrido sábado de verano fui hasta Sants, a probar la afamada Estrella de Galicia de la Bodega Monumental.

Primero atribuí mi decepción al tremendo calor del día, pero en una visita posterior, con una meteorología más benigna, llegué a la conclusión de que la cerveza está demasiado fría. Levanta una buena espuma, pero efímera. La temperatura no permite apreciar bien el sabor. Ése era el problema.

El día que fui a probar las cañas vi que el viejo local –en teoría se inauguró como bodega de vinos a granel en 1937– prometía en cuanto a originalidad, y me quedé a comer.


La noche

Los nietos del fundador del establecimiento, que en su día estaba en la Meridiana, cerca de la plaza de toros de la que tomó el nombre, lo reabrieron en junio de 2011 en esta nueva ubicación tratando de retomar el sabor bodeguero –y taurino- de la época.

Daniel y Manel son dos gemelos que han triunfado en el mundo de la hostelería nocturna de Barcelona, con marcas tan reconocidas como Razmatzz y Oasis. En un momento dado, decidieron abrir un negocio en memoria de los abuelos, aunque con su propia impronta. Y ahí están.

Una de sus especialidades son los desayunos robustos de tenedor: butifarra con judías secas, callos con garbanzos, revoltillo y panceta con butifarra. Al mediodía, los aperitivos, las tapas y los menús para grupos.

Toneles

El salón del sótano, que es más elegante que el de arriba, estaba cerrado aquel día, así que me acomodaron en el comedor principal, al fondo del local. Muy bien decorado, con ladrillos a la vista, unos toneles con la etiqueta del vino a granel que contienen, con su grado y su precio; también botellas y algunos carteles, como el que Miquel Barceló pintó cuando se prohibieron los toros en Catalunya.

Había una mesa enorme con una familia entera –por lo menos 14- y otra en la que un niño, víctima de las gracietas de uno de los mayores que le acompañaban, berreaba sin descanso. Todos eran gente del barrio, aunque también había turistas alojados en el cercano hotel Las Arenas; y suelen acudir visitantes de la cercana Fira de Barcelona.


La máquina

Los camareros, muy amables y profesionales, van vestidos de chaqueta blanca impoluta. Y se manejan con un aparato electrónico que envía las comandas directamente a la cocina, lo que da una gran velocidad a la llegada de los platos. Yo diría que tanto el uniforme como el terminal portátil tienen que ver con el negocio nocturno de los propietarios. En el caso de comer de tapas, como hice yo, tanta rapidez puede desordenar un poco las cosas.

La Bodega Monumental podría pasar por ser una vieja casa de comidas gallega, pero su carta es mucho más amplia. Y su acento está, sin embargo, en las especialidades de la casa, como el cuidado en las latas de pescado en conserva y el vermut, una costumbre muy catalana.

Tienen unas anchoas de L’Escala que sirven con sus espinas fritas, rememorando el viejo invento del Motel Empordà, ampliamente fusilado por todo tipo de locales. Y unas olivas rellenas rebozadas y fritas. Fuertes, pero curiosas. Donde pinchan es en la bomba de la Barceloneta, un homenaje a la Cova Fumada que no acaba de salir bien. Y también en la ensaladilla rusa; una lástima.

Las tapas

Las patatas bravas, otro de los platos estrella de la casa, son buenas y se presentan en forma de pequeños cubos. Como lo es el salmón marinado, un platillo abundante y bien condimentado.

Estuve tentada de pedir unos caracoles en salsa, pero cuando vi el tamaño del plato que servían en la mesa de al lado desistí. Me incliné por un crujiente de brie que luego comprobé que no decía nada. Lo mejor y más singular, sin menospreciar el resto de la oferta, es la coca de cristal con tomate y aceite, deliciosa. Pero con eso ya digo todo.

Además de las cañas, bebí de una botella Santa Digna de Torres, un rosado fresco que entró muy bien. Y un café Bonka, correctamente servido. Pagué 30 euros.

La cuenta

Es muy probable que el calor del día y el ruido ambiente del comedor no me permitieran disfrutar de la comida. Es posible también que la rapidez en el servicio de los platos que facilitan los artilugios de los camareros me mareara un poco.

Si tuviera ocasión, le diría a los propietarios que devuelvan los terminales. No solo da sensación de cadena de montaje, sino que fallan más que una escopeta de feria. No sé por qué razón en mi cuenta no aparecía ni la cerveza ni el vino. Vaya negocio hubiera hecho la casa, si no fuera porque les llamé la atención sobre la avería.

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