Samoa, en el tránsito

Paseo de Gràcia, 101 www.business-cafe-restaurants.com 93-218-47-82

Tiene un ambiente agradable. Una decoración que trata de evocar el exotismo de una isla de la Polinesia con la que España ha tenido poco, o nada, que ver. Supongo que originariamente se entendía que esa tierra lejana podría resultar atractiva para el público local.

Nunca fue un restaurante de calidad, pero sí muy eficaz tanto para encuentros de trabajo como para comer con los amigos. Hoy es algo distinto por la gran presencia de extranjeros. Gentes que, tras una visita a la muy cercana Pedrera o a la también próxima Casa Batlló, reponen fuerzas.

Hay que decir, de todas formas, que Samoa aún trata de conservar un sabor propio capaz de asumir la acometida turística sin verse totalmente alterado.


La Puñalada

Una parte del público autóctono de esta casa es semejante al que hoy habitaría La Puñalada –si aún existiera-, justo al otro lado del paseo de Gràcia. Aquel mitificado restaurante, al que acudía con frecuencia un famoso juez de cuyo nombre prefiero no acordarme, era conocido por sus paellas y también por su ambiente amigable.

De ese perfil es fácil ver ahora en el Samoa a gentes del mundo de la empresa, algunas parejas y grupos de amigos, tanto en activo como jubilados. Incluso solitarios como el poeta Alex Susanna, presidente del Institut Ramon Llull, cuya sede está unos metros más al norte.

De momento, hay una buena convivencia entre nacionales y guiris, probablemente porque los extranjeros que se decantan por el Samoa no andan en busca de la sangría –aunque la casa les ofrece elegir entre la de vino y la de cava– ni de paellador. No son ruidosos en exceso y tampoco llevan muchos niños, para los que, en cualquier caso, Samoa está preparado: tiene un menú infantil.

Los turistas

Sin embargo, me temo que antes de que pase mucho tiempo se convertirá en un lugar básicamente para turistas. Y diría que así lo han entendido sus dueños, que han adaptado la oferta en un intento de atender a los dos públicos –las dos almas del Samoa, podríamos decir-, quizá sin mucha fe en cuánto durará el tránsito.

La relación de especialidades de la casa incluye platos curiosos, desde ostras a arroz caldoso de bogavante, pasando por las famosas minihamburguesas Samoa y el filete de ciervo con castañas; pero también un Wok Pat Thai, muy del gusto oriental para occidentales. Luego, lo que es propiamente la carta refleja aún más claramenrte ese objetivo de abarcar ambos públicos: platos de arroz, seis especialidades italianas, tempura, ensaladas y carnes.

El menú

La excepción a esa adaptabilidad es el menú del día -14,90 sin bebida-, que no hace concesiones, no cede ni un milímetro: está pensado para los locales. Cuatro opciones de primero, otras tantas de segundo y cuatro más para elegir postre. Todas ellas especialidades culinarias de aquí.

Mientras tomaba una caña Damm bastante correcta, acompañada de unas chips cortesía de la casa, pedí una tempura de verduras y langostinos de primero, y el ciervo de segundo. El rebozado oriental estaba pasable, pero nada más; como ocurre en la mayoría de los lugares donde lo preparan. Es un plato de gran aceptación, pero de difícil ejecución. Pedir caza, yo creo que precocinada, fue un error: gomosa; y las castañas resecas, como los chips de boniato que iban con ella.

Tomé una copa de Valdubon, un ribera pasado por roble, que no estaba mal, pero discreto. Samoa ofrece una relación de vinos que no es muy amplia, pero está seleccionada con criterio. El 99% de ellos son baratos, de modo que después de cargarles el doble del precio de bodega quedan en 13,90 euros, como el Valdubon que bebí; 17,50 el Atrium merlot de Torres; o 15,25 el Marqués de Cáceres. El café, Bou, estaba riquísimo, lástima que la cucharilla llevara una incrustación de su anterior uso.

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