Canje de candidatos

Distintos análisis tratan de descifrar el porqué de la operación Illa-Iceta. Solo coinciden en una cosa: se trata de una operación de marketing

A propósito del cambio de cromos que ha habido en el PSC, cuya posibilidad el entronizado candidato negó al parecer hasta tres veces, cual nuevo Pedro, me ha sobrevenido un cierto desconcierto como consecuencia de dos sesudos análisis contrapuestos que intentan explicar el hecho.

Cabe decir que esos dos análisis coinciden al menos en algo, que se trata de una operación de marketing. Salvador Illa sería el segundo mejor político valorado en Cataluña, después de Oriol Junqueras, y de ahí su promoción. Me abstengo de ironizar sobre el ranking. 

Según el primer análisis, en las altas esferas socialistas de Madrid se habría apostado por Illa en la creencia que Iceta estaba muy estigmatizado a causa de su apoyo al 155. En pocas palabras, el hasta ahora líder parlamentario del PSC sería una bestia negra del independentismo, o incluso del nacionalismo, por su clara oposición a la DUI y demás.

El argumento me deja boquiabierto, porque el más mínimo seguimiento de la digamos oposición parlamentaria que Miquel Iceta ha llevado a cabo en estos tres últimos años, lleva a la conclusión que cualquier gobierno daría lo que fuere por tener un opositor que lo tratara con tamaño guante blanco.

Si a eso le añadimos otros hechos más recientes, como su posicionamiento cómplice con la llamada a la desobediencia de la reciente sentencia del TSJC sobre la presencia del castellano en la escuela, se llega a la conclusión que los efluvios navideños han afectado seriamente a los que patrocinan dicha conclusión. Por otra parte esa hipótesis implicaría que Illa volvería a casa en tono conciliador, con la pretensión de arrancar votos del nacionalismo moderado. Éramos pocos…

Otro análisis

El análisis alternativo parte de admitir que por parte de Iceta ha existido, en muchas ocasiones, una actitud que al menos rozaría la connivencia con muchos supuestos del nacionalismo. Se habría convertido en una figura con la que se habría hecho imposible la pretensión de entrar a saco en el espacio electoral de un Cs casi en coma, de modo que se le daría la típica patada hacia arriba (posiblemente un ministerio) y se promocionaría a Illa como candidato de innegable temple constitucionalista. De esa manera se facilitaría la opa sobre los votantes que le dieron a Arrimadas la victoria electoral en diciembre de 2017 y, last but not least, se impediría una posible debacle de voto constitucionalista en forma de abstención.  

Iceta habría tenido una actitud cercana a la connivencia con muchos supuestos del nacionalismo

Debe reconocerse que este segundo análisis cuenta con argumentos más realistas que el primero, sobre todo si se asume que Salvador Illa es una especie de mirlo blanco en un PSC controlado, desde su fundación, mayoritariamente por cuadros, en gran parte procedentes de la burguesía, claramente escorados hacia el nacionalismo.

El flamante candidato habría estado en la manifestación del 8 de octubre, sería partidario de la entronización de la bandera constitucional en la sede del partido e, incluso, para los más optimistas, podría suponer que, con su liderazgo, el PSC adoptara posiciones claras a favor del bilingüismo, con lo que ello supondría de desmarcarse de la inmersión lingüística, o de aceptar la sentencia del TSJC antes mencionada. 

El ministro de Sanidad, Salvador Illa (c), la ministra de Política Territorial, Carolina Darias (i) y el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, Fernando Simón (d) / EFE

Debo decir que no conozco al señor Illa en absoluto. Añado que no comparto en absoluto la tirria que la derecha o sectores del nacionalismo catalán le tienen, a propósito de su etapa ministerial. Illa fue de cuota a un ministerio florero, que se convirtió en operativo y complicado por la pandemia.

Es cierto que en determinados momentos ha tenido un comportamiento errático o, incluso, contradictorio, pero le podría haber pasado lo mismo al más pintado. Cualquiera que hubiera ido a Sanidad va a hacer ahora un año, lo hubiera hecho de figurón, sin tener en cuenta su formación, ya que se trataba de un departamento prácticamente sin competencias. Ahora, y otra vez por la obediencia debida, se encuentra de candidato. Mi desconocimiento le otorga como mínimo el beneficio de la duda. Quiero decir que no tengo por qué poner en entredicho su lealtad constitucionalista.

Ahora bien, ¿qué margen de maniobra podría tener, llegara o no a presidente autonómico, con un Iceta posible ministro de administración territorial, con su cartapacio de las ocho naciones bajo el brazo? ¿Podría emitir una opinión sincera sobre los probables indultos a los condenados por sedición, en el supuesto que fuera contrario a ellos, como sería esperable, según el perfil que se difunde?

«No comparto en absoluto la tirria que la derecha o sectores del nacionalismo catalán tienen a Salvador Illa»

Es más, ¿se le autorizaría a tomar posiciones políticas que pudieran perjudicar el encaje de bolillos en el que se basa la mayoría parlamentaria del actual gobierno? Mi respuesta es negativa a todas las preguntas, de forma que no creo que el liderazgo de Salvador Illa comporte ningún cambio de estrategia en el PSC, al menos por la impotencia en que se moverá.

En definitiva el canje no irá más allá del marketing, él mismo de efectos posiblemente insuficientes. Es probable que los que se deshacen en elogios hacia su candidatura lleguen a contentarse con eso, pero la izquierda constitucionalista catalana aspira, y debe aspirar, a mucho más que a un mero continuismo político, parapetado detrás de una figura al que se la supone cargada de buenas intenciones. 

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