El ministro orquesta y su director
La tarea de Félix Bolaños es la de armonizar los poderes y no la de garantizar la división o separación de poderes
Sorprende que en el Gobierno de Pedro Sánchez exista un ministerio que responde al nombre de Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes. El nombre quizá irritaría a Montesquieu. O quizá se lo tomara a broma.
En efecto, el autor de El espíritu de las leyes y promotor de la separación o división de poderes –elemento fundamental de la democracia- no entendería que en pleno siglo XXI, en la muy democrática Unión Europea, hubiera un gobierno con un ministerio que nada tiene que ver con la división de poderes y mucho con la concentración de poderes.
El jurista y filósofo francés del siglo XVII no entendería que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estuvieran en las manos de un solo sujeto. No aceptaría que con estos tres poderes en las mismas manos se corre el riesgo de transitar hacia un régimen autoritario y despótico en el cual alguna persona, o partido político, podría tener una mayoría, no absoluta, sino absolutista.
Se dirá que la tarea de Félix Bolaños –efectivamente, es él- no es otra que la de procurar que los tres poderes mantengan buenas relaciones entre sí. Falso. La tarea de Félix Bolaños es la de ser el hombre orquesta de la política institucional española. Una orquesta que acompasa el poder legislativo, ejecutivo y judicial, dirigida por la batuta del presidente Pedro Sánchez.
El ministro orquesta no negocia para mejorar el engranaje de la división de poderes, sino que lo hace para mantenerse y mantener en el poder a Pedro Sánchez
La tarea de Félix Bolaños es la de armonizar los poderes y no la de garantizar la división o separación de poderes. Armonizar: poner en armonía, o hacer que no discuerden o se rechacen dos o más partes de un todo, o dos más cosas que deben concurrir al mismo fin. Traducción: un ataque a la democracia por la vía de la unión de poderes. La autocracia aparece en la esquina.
Los hechos: exministros/as al frente de la Fiscalía General del Estado, maniobras para cambiar las mayorías constitucionales y así colonizar el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, prescindir de los jueces –en beneficio de los fiscales- en la fase de instrucción, promover el acceso exprés a la judicatura por una vía que transita por el Ministrio de Justicia. Adivinen, ¿quién es el Ministro de Justicia?

Conviene señalar que el ministro orquesta no negocia –como correspondería- para mejorar el engranaje de la división de poderes, sino que lo hace para mantenerse y mantener en el poder a Pedro Sánchez. Eso y solo eso. De ahí, las concesiones –pongamos por caso la Ley de amnistía o la desaparición del tipo penal de sedición- a sus socios o compañeros de viaje. Adiós al principio de garantía democrática.
Conviene señalar también que la división de poderes no pretende únicamente limitar el poder del gobierno, sino que también pretende influenciar en el tipo de decisiones que tomará el gobierno. De lo contrario, el ejecutivo podría sentirse libre para ejecutar leyes opresivas o injustas.
Las maniobras ademocráticas del Gobierno están en el origen de lo que se denomina la democracia iliberal
Al separar el legislativo del ejecutivo, el constitucionalismo liberal pretende cortar de raíz la aprobación de tales leyes no democráticas. La separación de poderes, pese a su formalismo o procedimentalismo, hace menos probable la auotocracia. Eso es lo que no agrada al ministro orquesta y al director que sostiene la batuta.
Las maniobras ademocráticas del Gobierno están en el origen de lo que se denomina la democracia iliberal. Esa “tendencia de los gobiernos democráticos a creer que tienen soberanía (es decir, poder) absoluta puede dar origen a la centralización de la autoridad, a menudo por medios extraconstitucionales y con resultados siniestros”, afirma Fareed Zakaria.
Cosa que ha sucedido “a lo largo del último decenio [los 90 del siglo pasado], gobiernos elegidos que pretenden representar al pueblo han usurpado sistemáticamente los poderes y derechos de otros elementos de la sociedad… el peligro mayor que plantean las democracias no liberales –aparte del que representan para sus propios pueblos– es que desacreditan a la propia democracia liberal, proyectando una sombra sobre la gobernación democrática… cada oleada de democracia ha precedido a retrocesos en los que se ha considerado inadecuado el sistema y ambiciosos jefes e inquietas masas han buscado nuevas alternativas” (Fareed Zakaria, El surgimiento de las democracias no liberales publicada por Política Exterior, 1998).
John Locke: “Sería provocar una tentación demasiado fuerte para la fragilidad humana, sujeta a la ambición, confiar a aquellos mismos que tienen ya el poder de hacer las leyes el de hacerlas ejecutar”.