El sanchismo, más que una crisis política 

Pedro Sánchez ha replicado en la política española el modelo del proceso separatista catalán

La crisis moral que atraviesa España no puede entenderse solo como una anomalía coyuntural, es la culminación de un proceso de degradación institucional y polarización provocado por una manera de entender el poder político.

Esto es el sanchismo: el aferrarse a la poltrona sacrificando todos los principios, el maquiavelismo actualizado, la pestilencia de la corrupción y la podredumbre autocrática. Es la famosa fotografía del “número uno” escoltado por José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García. Es la causa de la decadencia de toda res publica, es decir, la avaricia añadida a la ambición.  

Pedro Sánchez ha replicado en la política española el modelo del proceso separatista catalán. Las dinámicas son las mismas: la propaganda fundamentada en mentiras, las instituciones al servicio de intereses personales y la discordia social alimentada desde el poder político.

Sin embargo, Sánchez ha ido mucho más lejos de lo que jamás se atrevieron a imaginar los propios líderes de la sedición. Ha amplificado los vicios del procés a una escala impropia de la Europa del siglo XXI. 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Juan Barbosa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Juan Barbosa.

El Gobierno ha normalizado el uso de teorías conspirativas para evitar rendir cuentas. La emisión constante de conspiranoia ya la sufrimos en Cataluña: “España ens roba”, “el Estado nos persigue por ser independentistas”, “detrás de los atentados de las Ramblas está el CNI”, etc.

Ahora el terraplanismo sanchista ha superado al terraplanismo amarillo. Si los trenes dejan de funcionar, es por el sabotaje de la ultraderecha. Si España se queda sin luz, se tontea con la posibilidad de un ciberataque y se ataca a los “ultrarricos”. La política ideológica en materia energética, dicen, no ha tenido nada que ver.  

En la degradación institucional también el sanchismo se está mostrando insuperable. Más allá de la destrucción de la independencia de los organismos públicos, y más allá de la eliminación de controles y la anulación de los contrapoderes, se están superando todos los límites al perseguir a quienes investigan la corrupción.

Además, rodeado por los escándalos de su familia, su partido y su gobierno, no solo evita apartar las manzanas podridas del cesto; al contrario, las protege y las mantiene cerca. Las afora como al presidente de la Diputación de Badajoz. Todo se pudre.  

En el PSOE se aprietan las filas por razones pecuniarias, pero también parte del electorado parece ajeno a las virtudes cívicas

Y todo puede empeorar. La sensación de que el deterioro institucional es inevitable se convierte en una profecía que se autocumple. La ciudadanía se desconecta de la política, diluye el ejercicio de sus deberes y permite que se perpetúen en el poder los menos ejemplares y los más mediocres.

En el PSOE se aprietan las filas por razones pecuniarias, pero también parte del electorado parece ajeno a las virtudes cívicas. Como en los años del procés, se premia al tramposo y al mentiroso. Astut Mas! Jugada mestra de Puigdemont!  El respeto a las normas de la democracia es percibido, por la masa creyente, como una debilidad. Cuánta irresponsabilidad.    

Esta dinámica tendrá consecuencias negativas muy tangibles: si la pobreza moral les parece poco, pronto se acentuará la pobreza económica. No hay capitalismo que pueda sostener la (in)cultura del sanchismo. Aquí encontramos a Cataluña, otra vez, como un mensaje procedente del futuro.

El proceso secesionista no trajo la secesión, simplemente aceleró la decadencia. Huyeron las empresas y huyeron también, hoy empieza a saberse, miles y miles de personas talentosas. De momento, algunas comunidades autónomas, como la madrileña, son el freno más eficaz a las dinámicas destructivas del sanchismo, pero ¿hasta cuándo un país puede resistir los ataques de su propio gobierno?  

España no solo se enfrenta a una crisis política; esta es una crisis constitucional. Si la sociedad no desarrolla una cultura cívica que rechace y sancione con firmeza tanto la corrupción como los abusos de poder, ningún texto legal, ni siquiera la propia Carga Magna, será suficiente para garantizar la calidad y la continuidad de la democracia.

Así pues, la resignación no puede ser una opción. La respuesta a esta crisis debe ir más allá de simples reformas superficiales o de la mera y necesaria alternancia política. Será fundamental una refundación institucional a partir de un gran pacto cívico.  

Un comentario en “El sanchismo, más que una crisis política 

  1. La crisis moral que atraviesa España, será su España don Juan, porque la mía vive una vida normal, aunque los números son claros, el número de desempleados ha bajado, el de ocupados marca récord, su visión del país es muy corta gradúense la vista o bien sigue los designios de «el que pueda hacer que haga», el cerco de la familia del Presidente del Gobierno es un circo y quién paga el circo?, está claro rePeinado no deja de cobrar su sueldazo de juez, ni la jueza de Badajoz; sí ahí tiene ud. una buena parte de la crisis moral.

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