Hay que ser idiota para mantener esta RTVE 

Nunca antes la televisión pública de todos había estado tan vinculada al Palacio de la Moncloa

Parece que la actual dirección de RTVE ha decidido quemar las naves. Está poniendo toda la carne en el asador en favor de Pedro Sánchez y su Gobierno, con el único afán de arrimar el hombro para garantizar la continuidad de todos ellos en el machito.

Saben que su futuro está atado al del presidente del Gobierno, porque nunca antes la televisión pública de todos había estado tan vinculada al Palacio de la Moncloa. Y si no lo consiguen, si pierden en las próximas generales, que pase lo que tenga que pasar. Ellos habrán ordeñado la vaca hasta la extenuación con programas millonarios, y los que vengan detrás, que arreen. 

Que esto es así se puede demostrar con múltiples ejemplos, si bien el más llamativo y evidente tiene que ver con las recientes declaraciones de la contertulia de TVE, Sarah Santaolalla, asegurando que los votantes del Partido Popular y Vox son “idiotas”.

Estas palabras han generado una lógica y justificada indignación. No se trata solo de un exabrupto más en un plató televisivo, sino de un ataque frontal desde la televisión pública, la que se financia con los impuestos de todos los españoles, incluidos precisamente aquellos a quienes Santaolalla insulta.

Siempre que ocurren cosas así, recuerdo el consejo que me dio un editor de la BBC en mi época de corresponsal en Londres: “Debes saber que, si trabajas en televisión, siempre vas a molestar a alguien. Lo que debes evitar es molestar siempre a los mismos”. 

Y desde que Pedro Sánchez gobierna en España, en RTVE se molesta siempre a los mismos. A los mismos a los que ha insultado abiertamente Sarah Santaolalla en su papel de tertuliana activista enchufada por su pareja. Y eso, en democracia, no pasa inadvertido.

Porque no hablamos de un canal privado, en el que cada cadena tiene derecho a apostar por la línea editorial que considere conveniente, sino de Televisión Española, un ente que debería representar a todos, sin sectarismos ni agresiones gratuitas a la mitad del país. 

Fachada de RTVE. Foto: Archivo.
Fachada de RTVE. Foto: Archivo.

El problema de las palabras de esta contertulia es que vienen a demostrar el claro sesgo político de buena parte de los programas de la televisión pública. Llueve sobre mojado. Es la tendencia de Mañaneros o Las malas lenguas, donde cualquier espectador mínimamente crítico percibe con claridad que RTVE no está al servicio de todos, sino de unos pocos. 

No es de extrañar que cada vez sean más las voces críticas que se preguntan por qué deben pagar con su dinero una televisión que no solo no los representa, sino que los insulta. Porque, a fin de cuentas, si RTVE se financia con el esfuerzo de todos los contribuyentes, debería tratar de garantizar la pluralidad, el respeto y el equilibrio.

La obligación de sus directivos es evitar comentarios de una contertulia que, pagada con dinero público, insulta a millones de votantes y degrada la esencia misma de la televisión pública. 

Pero no nos engañemos: si una tertuliana puede insultar libremente a quienes simpatizan con el PP y Vox, es porque la dirección de RTVE parece cómoda con este tipo de salidas de tono. De hecho, hay quien sospecha que se busca deliberadamente provocar al votante de derechas, como si la televisión pública hubiera asumido que su misión no es informar ni entretener, sino irritar a la mitad de los contribuyentes. Si esa es la estrategia, desde luego está dando resultado: nunca como ahora la desafección hacia RTVE había sido tan amplia y transversal. 

La pregunta que debemos hacernos es clara: ¿qué futuro puede tener un ente público que desprecia a la mitad de los españoles? ¿Cómo puede sostenerse la credibilidad de una cadena que permite que una colaboradora insulte sin consecuencias a millones de ciudadanos? La respuesta la están dando ya las redes sociales: cada vez más voces piden cerrar RTVE o, como mínimo, acometer una reforma radical en su amplia estructura y en su plantilla. 

Llegados a este punto, conviene recordar una paradoja: idiotas no son los votantes de PP y Vox, como afirma Santaolalla; idiotas son quienes permiten que la televisión de todos se utilice como un arma partidista, quienes miran hacia otro lado mientras se socava la credibilidad de un medio histórico. Idiotas son los que mantienen esta RTVE sin exigir responsabilidades, sin pedir ceses, sin reclamar una regeneración profunda. 

En definitiva, lo sucedido con Sarah Santaolalla no es una anécdota: es el síntoma de una RTVE enferma, capturada por intereses partidistas y despegada de su deber hacia la ciudadanía. Y lo verdaderamente idiota sería seguir manteniendo esta situación con el dinero de todos. 

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