Trump mete presión a Maduro

La Casa Blanca acusa a Maduro de liderar un narcoestado mientras países de la región temen un efecto dominó

La simple posibilidad de una intervención militar norteamericana en Venezuela ha puesto en tal estado de nerviosismo a Nicolás Maduro y a sus secuaces que nadie, en este momento, es capaz de adivinar cómo va a reaccionar el régimen en los próximos días. Es quizá lo que busca Washington: un movimiento en falso del dictador que aliente a otros militares a tomar las riendas para negociar una transición democrática.

Suena quizá demasiado fácil, pero también es cierto que, según atestiguan figuras como María Corina Machado, las estructuras del régimen son más débiles de lo que parecen. No hay más que ver la reacción de Maduro llamando a la movilización de la Milicia Nacional Bolivariana, un cuerpo civil-militar creado por Hugo Chávez, con más capacidad propagandística que otra cosa y escasamente preparado para un conflicto real.

La verdadera fuerza de Maduro radica en la reacción de algunos países del entorno y en la inestabilidad geopolítica que una intervención militar pudiera generar en la zona. Estados Unidos ha enmarcado el despliegue militar como una operación antidrogas, pero la presencia de tres destructores, 4.000 marines, aviones de combate y submarinos frente a la costa venezolana hace pensar que, más que el cerco a una persona, lo que se busca es la caída de todo un régimen. De hecho, la Administración de Donald Trump ha aumentado la presión sobre Maduro, elevando la recompensa por su captura a 50 millones de dólares y acusándolo de liderar el Cártel de los Soles, una presunta red de narcotráfico integrada por altos mandos chavistas.

Al igual que la mayor parte de las democracias occidentales, la Casa Blanca consideró fraudulentas las elecciones presidenciales en las que Nicolás Maduro se proclamó vencedor, a pesar de no haber presentado las actas electorales para acreditarlo. Pero la Administración Trump no anunció ninguna medida contra el régimen venezolano a cambio de que este colaborara en materia de inmigración y aceptara a todos los nacionales deportados desde EE. UU.

La Casa Blanca consideró fraudulentas las elecciones presidenciales en las que Nicolás Maduro se proclamó vencedor

Por eso, la operación militar de estos días no se debe tanto a que Trump no reconozca a Maduro como legítimo presidente de Venezuela, como a que lo identifica como el artífice de un narcoestado que se lucra introduciendo droga por toneladas en los Estados Unidos. La Casa Blanca, a través de su portavoz Karoline Leavitt, ha llegado a calificar al régimen de Maduro como un «cártel de narcoterrorismo» y lo acusa de conspirar para introducir cocaína en el país y de hacerlo en connivencia con redes criminales y con las antiguas FARC.

A pesar de todo, muchos gobiernos de países de la zona, e incluso el de España, son conscientes de que el derrocamiento de Maduro pondría en peligro otros liderazgos vinculados, sobre todo, con la izquierda más populista y reaccionaria. Así que nunca aceptarán una intervención militar norteamericana, por mucho que esté perfectamente justificada con el objetivo de acabar con una narco dictadura como la de Nicolás Maduro.

Gustavo Petro, de Colombia, ha advertido que una intervención norteamericana convertiría a Venezuela en «otra Siria«; el brasileño Lula da Silva también sería contrario, al igual que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que ha rechazado cualquier medida militar. Por no hablar de Cuba, presente ya en Venezuela con miles de “asesores” cuya misión es “salvar la revolución”. A ellos hay que sumar los aliados habituales de Maduro, como Rusia, China e Irán, que seguramente condenarían una intervención, aunque su apoyo militar directo es improbable.

En cuanto a España, hay quien cree que un hipotético derrocamiento de Maduro tendría un efecto dominó: primero sobre José Luis Rodríguez Zapatero y después sobre el propio Pedro Sánchez. ZP, reconocido mediador y lobista del régimen, ha sido criticado por su estrecha relación con Nicolás Maduro y se le acusa de haber obtenido beneficios económicos a través de contratos y gestiones relacionadas con el chavismo. Un cambio de régimen podría sacar a la luz estas relaciones y sus detalles, generando un escándalo político en España, especialmente para el PSOE y el Gobierno de Pedro Sánchez, donde Zapatero sigue siendo una figura influyente.

Pero, más allá de todas estas consecuencias de carácter político, las más importantes serían, sin duda, las que tendría para el pueblo venezolano. Agotado por años de crisis económica, política y humanitaria, una intervención que se quede a medias podría exacerbar la frustración y el sufrimiento ante el temor de un enfrentamiento interno y aumentar aún más la grave situación del pueblo de Venezuela.

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