La Unión Europea desconcertada e inmóvil    

Uno se pregunta si es tan difícil que la Unión Europea aspire de nuevo a ser una potencia política, militar y económica con el objetivo no solo de sobrevivir, sino de sobresalir

Efectivamente, la Unión Europea está amarrada  -anclada- desde los inicios del siglo XXI. Después de la caída del Muro (1989), después de la recesión económica (2007/2008), después de la pandemia del coronavirus (2020-2023), después de la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin (iniciada el 2022) y después de la guerra de Gaza (iniciada en 2023) y otros acontecimientos como la ruta de China hacia la hegemonía mundial y el diseño de un nuevo orden mundial en que se juega el futuro; después de todo ello, la Unión Europea sigue en el limbo a la espera de que alguien nos ayude o nos salve. Todavía nos queda el “amigo americano”. O no. O menos de lo que parece. O un amigo a la fuerza que mira al Pacífico.   

Lo que caracteriza a esta Unión Europea amarrada o anclada en el pasado es el miedo que tiene a aceptar la realidad y el pánico que siente cuando se trata de defender el ser y el estar de Europa.  

De ahí –del miedo a aceptar la realidad de una Unión Europea débil en cuestión de defensa-, la reticencia a construir un pilar de defensa propio  aumentando el presupuesto militar. Y más si tenemos en cuenta que, de momento, Estados Unidos nos protege; cosa que permite invertir en sostenibilidad y cultura y vivir del cuento en asuntos miliares.   

De ahí –del pánico a defender el ser y estar de Europa-, el miedo a elogiar  los valores de Occidente –lean la Ilustración y la democracia liberal-, porque la izquierda así lo establece por decreto ideológico y social. Y porque lo contrario implicaría ser tildados de colonizadores. De ahí, también el temor a poner en entredicho determinadas manifestaciones culturales –propias y características de la inmigración- que no encajan con los valores de Occidente. ¿Qué se daña la cultura europea y la convivencia y la democracia? Silencio.   

Al respecto de lo último, destaca la Angela Merkel que, sin consultar con sus colegas europeos, acogió a un millón de refugiados procedentes de la guerra de Siria y de otras latitudes en 2015. La política de las puertas abiertas no funcionó y sus problemas tuvo Frau Merkel que se vio obligada a rectificar. A ello hay que sumar el apoyo de Alemania a un Euromaidán que empezó a romper Ucrania al obligar al Gobierno de Kiev que eligiera entre la Unión Europea y Rusia.

Así empieza la ruptura de Ucrania y Vladimir Putin toma nota al tiempo que los Estados Unidos se mantienen con los brazos cruzados. Finalmente -de aquellos barros, estos lodos- llegó la invasión de Ucrania por parte de Rusia (2022) y con el plácet de la República Popular China. Sí, fue Estados Unidos quien defendió a Ucrania, a la Unión Europea y a sí mismo. Así seguimos.   

Efectivamente, así seguimos: la falta de coraje para intervenir en la guerra de invasión de Ucrania y la oratoria en la cuestión de la guerra de Gaza –ninguna propuesta más allá de la retórica española y francesa de tal manera que solo el Reino Unido ha tomado una iniciativa razonable adhiriéndose al Plan Trump, de nuevo Estados Unidos- y su final, así como la defensa light de un Israel –el miedo al qué dirán los progresistas- que, a pesar de todo, es la única democracia existente en el territorio.

Bandera de la Unión Europea. Foto: Freepik.
Bandera de la Unión Europea. Foto: Freepik.

¿Se imagen ustedes un Oriente Medio sin Israel? ¿Se imaginan ustedes una Unión Europa rodeada/acosada por Rusia, la República Popular China, Irán, Líbano, una Palestina integrista y el Sahel? Hoy, no somos nada sin los Estados Unidos. Un Estados Unidos que, cada vez más, mira hacia al Pacífico y menos hacía la Unión Europea.   

Por si fuera poco, ahí está la simpatía de Alemania con la Rusia de Vladimir Putin. Una simpatía que Estados Unidos no logra transformar en antipatía –el gas- desde hace décadas. Y ahí está la España de Pedro Sánchez que se muestra enemigo de Israel, que no quiere invertir más en la OTAN y que cuando los rusos están desarrollando una guerra híbrida –la Red y los drones- él se empeña -no hay otra preocupación que mantener el poder- en insistir y persistir que la Unión Europea oficialice la lengua catalana.        

Estados Unidos, poco o mucho, antes o después, necesitará a la Unión Europea como aliado

Uno se pregunta si es tan difícil que la Unión Europea –pese a los progresistas, pacifistas y ecologistas de libro que la pisan- aspire de nuevo a ser una potencia política, militar y económica –esa burocracia que nos ahoga- con el objetivo no solo de sobrevivir, sino de sobresalir.

Tan difícil es percibir que los Estados Unidos no son los de antes –el Tío Sam que vigila- y, en consecuencia, hay que espabilarse por lo que pudiera pasar cuando, antes o después, estemos solos. Aunque, también es cierto que los Estados Unidos, poco o mucho, antes o después, necesitará a la Unión Europea como aliado. Dicho lo cual, hay que esforzarse para ser un buen aliado en beneficio de ambos.  

Hay que recuperar la confianza mutua. Democracia, seguridad, mercado y valores. O cambiamos o llegaremos tarde. Muévanse.  

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