Solo nos falta un referéndum sobre la OTAN
Un plebiscito de esa naturaleza polarizaría aún más a la sociedad española, que es lo que más le gusta y de lo que vive este Gobierno
Vivimos unos momentos políticos tan disparatados en España que, quien esto suscribe, se va a permitir el lujo de contribuir a la desquiciante situación que nos impone el “sanchismo” poniendo también un granito de arena de desvarío. Teniendo en cuenta la atracción que siente Pedro Sánchez por sorprendernos a los españoles con los anuncios más inesperados, ¿por qué no un referéndum sobre la OTAN?
Frente a la presión de Trump, que sugiere que nos echen de la Alianza Atlántica, Pedro Sánchez, cuya osadía política es conocida, podría ver en la amenaza una oportunidad (ya saben, hacer de la necesidad virtud): convocar un plebiscito que reforzara su liderazgo ante la izquierda y los nacionalismos y desplazara, de paso, los múltiples escándalos de corrupción que lo persiguen.
Con este artículo, lo reconozco, solo pretendo conjurar cualquier intención que el presidente pueda tener en ese sentido. Porque habría que asumir que, si Sánchez decidiera presentar la salida de la OTAN como estrategia para priorizar el gasto social frente al militar, podría captar el apoyo de gran parte de la izquierda, de los pacifistas pro-Hamás e incluso de los nacionalismos periféricos que tradicionalmente cuestionan la alianza militar. Como decían en La Codorniz, “tiemble después de haber reído”, porque, una vez más, quedaría demostrado que lo que puede ser bueno para Sánchez sería malo para España.
Esa coalición podría dotarlo de una mayoría parlamentaria suficiente para convocar legalmente el referéndum, lo que le permitiría situarse como defensor de los derechos sociales y de un modelo de país distinto. En ese escenario, los casos de corrupción quedarían reducidos a un eco mediático, superados por la “cuestión de Estado” que involucra seguridad, soberanía, identidad y alianzas internacionales. Con otra derivada, el camino para acercarnos a China, que tanto promueve Rodríguez Zapatero, quedaría expedito.
La salida de la OTAN acarrearía riesgos tremendos, España, fuera de la estructura de defensa colectiva, sería mucho más vulnerable ante amenazas externas
Un plebiscito de esa naturaleza polarizaría aún más a la sociedad española, que es lo que más le gusta y de lo que vive este Gobierno. El conflicto palestino ya ha generado movilizaciones y sensibilidades fuertes que Sánchez ha instrumentalizado para consolidar una narrativa tan vacía como peligrosa y efectista, vinculando la OTAN con intervenciones polémicas o acuerdos militares oscuros, y presentando el gasto militar como algo que beneficia intereses lejanos. De ese modo, contar con la movilización en la calle le daría peso al discurso: la “gente” contra las élites o los socios extranjeros, perfecto para agitar el enfrentamiento y la polarización.
Pero la salida de la OTAN acarrearía riesgos tremendos. España, fuera de la estructura de defensa colectiva, sería mucho más vulnerable ante amenazas externas. La más probable sería la de Marruecos sobre Ceuta y Melilla. Sin el escudo protector de la alianza, España dependería únicamente de su propio ejército y de alianzas bilaterales, incrementando los riesgos frente a un vecino con claras y manifiestas ambiciones sobre esas plazas y convertido, de un tiempo a esta parte, en fiel aliado de EE. UU.
Y, puestos a seguir especulando para conjurar cualquier tentación, recordemos que la salud de Mohamed VI no es precisamente buena, y que esa sería una razón de peso que podría intensificar las incertidumbres políticas internas del reino alauita, otorgando al heredero, el príncipe Moulay Hassan, una oportunidad para presentarse como el nuevo monarca capaz de anexionarse las anheladas ciudades españolas, bien por el peso de los hechos consumados o como “gesto diplomático” de una España aislada internacionalmente.
Esperemos que, solo por el riesgo de que algo así suceda, a Sánchez no se le ocurra plantearse la hipotética salida de la OTAN. Porque, entre otras cosas, podría tener un coste geopolítico y económico alto: menor capacidad disuasoria, menor acceso a tecnologías militares conjuntas, erosión de la seguridad marítima y aérea y posibles sanciones diplomáticas o comerciales. También pondría en peligro las bases americanas, al dañar la relación con los EE. UU., cuyo presidente ya ha mostrado malestar con España por su baja contribución al gasto militar.
Sin embargo, si Sánchez juega a aislarnos de Occidente para acercarnos a China, podría convertir este riesgo en una victoria política entre quienes lo apoyan ahora en el Gobierno. Consolidaría así su imagen y sería el indiscutible gran líder de la operación de desguace definitivo de España que sus socios planean para la siguiente legislatura.
Esa es la dimensión especulativa de este artículo: que la amenaza de Donald Trump sea el estímulo para que Pedro Sánchez lance un órdago. Y, teniendo en cuenta lo mucho que ambos se parecen, igual es lo que busca el inquilino de la Casa Blanca.