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Amorós: la mujer que quería ganar 10 millones de euros

La exdirectora general de la CAM, acusada de reflejar los excesos de otra época, es la historia del auge y caída de la banquera más importante de Alicante

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Maria Dolores Amorós (Alicante 1962) vivió el pasado 24 de febrero una situación desconcertante. El mismo día en que había reclamado ante el juez más de 10 millones de euros por su despido de la CAM, vio como un grupo de humildes vecinos de un barrio obrero próximo a los juzgados le ofrecían el portal de su casa para que se refugiara de la nube de personas que la perseguía.

Amorós, desconcertada, aceptó entrar en la finca para evitar así las preguntas de los periodistas y los insultos de algunos clientes de la CAM, afectados por las cuotas participativas. Los vecinos, sin embargo, ayudaron a la exdirectora general desinteresadamente, posiblemente sin saber quién era ni que había reclamado unos minutos antes semejante cantidad de dinero.

Personaje mediático

Hasta ese día, Amorós, que ya llevaba 20 años en la caja, era una desconocida para el gran público. Sin embargo, su millonaria reclamación la convirtió en un personaje mediático, en uno de los rostros de la bancarrota. Se dirigió contra ella una crítica feroz, excesivamente personalizada. Se le acusó de ser el reflejo de los excesos de la CAM, una entidad muy vinculada a la burbuja del ladrillo.

Amorós ya no era sólo la exdirectora de la CAM a quien los interventores nombrados por el Banco de España despidieron de forma fulminante y acusaron de “actuar en beneficio propio” al asignarse a espaldas del consejo una pensión vitalicia de 369.497 euros al año. De ser así, su caso no era aislado.

Ahora, y con cinco millones de parados, también es la mujer que ha reclamado 10 millones de euros como indemnización, ya que tenía un sueldo anual de 593.040 euros. Y no sólo eso. También pedía el doble de la cuantía que le correspondería por despido improcedente. Exigencias que rechazó de lleno la jueza, que incluso justificó en su sentencia que la asignación de su pensión era merecedora del “máximo reproche y sanción”.

Su gran escalada

Amorós, que no está conforme con la sentencia y ya ha anunciado que recurrirá, ha visto frenada así una fulgurante carrera que siempre fue hacia arriba. Hija de un empleado de la caja, casada y con tres hijos, empezó en la CAM en 1982 tras diplomarse en Empresariales por Universidad de Alicante y licenciarse en Economía por la UNED. “Llegó cuando todavía era una entidad muy pequeña y eso le permitió crecer”, explican fuentes consultadas.

Sin embargo, en su historia existe un personaje decisivo, Roberto López Abad, su predecesor. “Eran compañeros y ascendieron de la mano”, apuntan las mismas fuentes. Desde 1998, Amorós ya tenía funciones ejecutivas en la caja y cuando López Abad toma las riendas de la CAM, decide rodearse de su gente de confianza. Amorós sería durante 10 años su mano derecha.

Conocida por su perfil técnico y dedicada al área de inversión, los sindicatos no guardan mal recuerdo de ella. Destacan su “disponibilidad”, aunque ahora consideran “esperpénticas” sus exigencias. Su llegada a la cima se produce tras la marcha de López Abad a finales de 2010. Sólo unos meses de que la fusión fría con Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura saltara por los aires.

Su caída

La historia que sigue ya es conocida. La CAM se hundió en un año en el que terminó arrojando unas pérdidas de 2.713 millones de euros y fue intervenida a finales de julio por el Banco de España. Una de las primeras decisiones de los interventores del Frob fue suspender de empleo a Amorós, a la espera de encontrar un resorte legal que posibilitara su despido sin pagar una indemnización millonaria.

Se llevó a cabo en septiembre cuando Banco CAM la acusó de ocultar datos a los órganos de control, de maquillar resultados y decidir en su beneficio. Amorós, sin embargo, siempre ha defendido que la gran mayoría de ejercicios no ocupaba el cargo de directora general o no estaba al mando de la dirección efectiva de la caja. Empezó así su cruzada tan impopular en los juzgados que todavía no ha vivido su último capítulo.

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