Albert Soler: «Puigdemont está como una cabra»

El periodista Albert Soler es una rara avis. Vive en Girona sin lazo amarillo y en esta entrevista habla del 'procés' desde lo preocupante a lo grotesco

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No todo son lazos amarillos ni «lacistas» en Girona, aunque por momentos lo parezca. El periodista Albert Soler (Girona, 1963) y, en particular, sus artículos sobre el procés en el Diari de Girona —recogidos ahora en el libro Estàvem cansats de viure bé son, quizá, la prueba más elocuente de que no todo es amarillo en la ciudad que, según Quim Torra, ejerce de capital de Cataluña porque Barcelona ha abdicado.

Torra, conviene recordarlo, es, nada más y nada menos, que el presidente de la Generalitat, pese a sus esfuerzos en parecer algo muy diferente. Poco antes de su juicio por desobediencia ante el TSJC, declaró: «He comido un plato de butifarra con judías bastante contundente y, según las preguntas que me hagan, la cosa puede salir por un lado o por otro».

¿Le sorprende que Torra hable de sus ventosidades antes de ir a juicio?

—Lo veo muy propio del presidente de la Generalitat por los niveles en los que está la institución. Me hubiera sorprendido que no hubiera dicho algo semejante. En realidad, lo verdaderamente sorprendente es que no lo hubiera cumplido.

— Fue a juicio y declaró: «Desobedecí la orden de la Junta Electoral ya que era ilegal e imposible de cumplir». ¿Se está inmolando en busca de la inhabilitación?

—Es como esos defensas que buscan la quinta tarjeta amarilla para conseguir la suspensión. Creo que tanto él como Arran, que son un poco lo mismo, están convencidos de que la razón es suya y llegan a la conclusión de que pueden hacer lo que les dé la gana.

Dice que actúa y habla en nombre del «pueblo». Mas, hasta donde recuerdo, fue el primero en abanderar «la voluntad del pueblo». 

—La gran farsa comenzó ahí, en efecto. Cualquier estudiante de Derecho puede decirte que ninguna mayoría puede pasar por encima de la ley.

—La CUP se jactó de enviar a Artur Mas a «la papelera de la historia», pero hay movimientos suyos que parecen sugerir un regreso. ¿Volverá?

—Mas está esperando su momento. La CUP se piensa que con cuatro eslóganes son importantes y, pobrecitos, no son nadie. Mas se equivocó al seguirles la corriente aun no siendo nadie.

La llegada de Puigdemont

—El caso es que dio un paso al lado o, mejor dicho, atrás. Y llegó Carles Puigdemont, el exalcalde de Girona. Usted lo conoce bien como antiguo alcalde de su ciudad.

—En Girona hizo bastantes burradas como alcalde: dio apoyo a un negocio privado de un restaurante de gente que él conocía y también compró un fondo de arte que nadie conocía a cuenta del recibo del agua. Por tanto, los ciudadanos de Girona nos alegramos muchísimo cuando lo nombraron presidente de la Generalitat. Me sabe mal por el resto de catalanes, pero los ciudadanos de Girona nos alegramos mucho.

—¿Cómo se explica su huida a Bélgica? Por momentos parecía dispuesto a frenar el procés de golpe y por momentos a acelerar a fondo.

—Puigdemont es un calzonazos, no sabe qué hacer. Los líderes, los estadistas de verdad, hacen lo que deben hacer al margen de que los insulten o de lo que sea. Un líder debe ser capaz de decir lo que no es posible, pero como Puigdemont es un calzonazos, pues duda y se acaba marchando.

—¿Oriol Junqueras sí que es un líder?

—Le tengo un poco más de respeto, sólo un poco más, porque no huyó y asumió de alguna forma sus actos, aunque en el juicio dejó un poco que desear.

El procés y sus protagonistas

—¿A usted el procés le ha parecido una farsa, un golpe de estado, una sedición, una tortura?

—Lo veo como una farsa en el sentido de que engañaron a todos los catalanes. Ahora bien, es cierto que ellos realmente pretendían la independencia. Creo que sí, que la pretendían, pero lo hicieron de una manera tan chapucera que parecen más bien personajes de ópera bufa que no políticos. A la hora de la verdad, no le han hecho ni cosquillas al Estado. No estamos ni un milímetro más cerca de la independencia hace cinco, diez o veinte años.

—Puigdemont vive en una chalet en Waterloo, pero dice que aquello es «la Casa de la República». ¿Ópera bufa?

—Eso es cómico, pero es que no es solo eso. Puigdemont está completamente loco. Lo entrevistaron en The Times y se hizo una fotografía en su despacho con una pintura a su espalda donde salen Macià, Companys y él. Primero: es tremendo que te hagas hacer un cuadro. Segundo: es aún más tremendo que lo cuelgues en tu despacho. Y tercero: es el colmo de la locura hacerte fotografiar con el cuadro. Es de psiquiátrico. Cuando vi la foto llegué a la conclusión de que está como una puta cabra.

—También dice que es presidente del «Consejo para la República».

—Bueno, estoy un poco perdido con los nombres. ¿Son él y Matamala, no? ¿O él, Matamala y Comín? ¿Son un trío, no? Comín toca el piano, Matalama los bongos y el otro canta. Son un trío que toca en cabarets de Waterloo. Cabarets de baja estofa, claro.

—(Risas) Dígame, ¿no es raro que desde ERC no critiquen abiertamente a Puigdemont?

—Yo he hablado con gente del Pdecat y le llaman despectivamente “aquél de allá arriba”. Antes le llamaban president Puigdemont y casi levitaban. Yo, que no trato con Puigdemont, ya sé que está como una cabra. Así que la gente que va a verlo debe de tardar dos minutos en comprobar que le falta un tornillo. Si tiene familia que le quiere lo tendrían que medicar.

—Quizá está como un majadero, pero en la batalla judicial contra la justicia española siempre gana.

—Es cierto. Pero con una vez que salga cruz se acaba la historia. Pero, oye, yo encantado de la vida que siga en Waterloo por siempre jamás. La tabarra aquí era insoportable.

«Ni presos políticos ni hostias»

—¿Los dirigentes independentistas encarcelados son presos políticos?

—Eso no se aguanta por ningún lado. El código penal no castiga ningún pensamiento, castiga los actos. No se ha condenado a nadie por sus ideas, sino por lo que hicieron. Ni presos políticos ni hostias.

—El encarcelamiento acaba dando pie a una ola de lazos amarillos.

—Bueno, y tú porque vives en Barcelona, pero si vivieras en Girona, verías lo que son lazos.

—¿Qué tal lleva lo de vivir sin lazo en Girona?

—Sé que mi caso es especial porque todo me resbala. Pero conozco gente que lo pasa mal con esto, sobre todo funcionarios de educación, de oficinas de la Generalitat. A mucha gente le pasan la hucha de la caja de la resistencia y si no pones dinero te miran mal.

—¿Qué más te has encontrado?

—A mí hay gente que me dice que le hubiera gustado darme un “me gusta” a un artículo que he colgado en Facebook y que no lo hace por su trabajo, por sus clientes. Girona es muy pequeño y todo el mundo se conoce. Hay un lazo amarillo mental que es peor que el físico, que consiste en fingir que eres de la cuerda. Y la realidad es que hay mucha gente escondida en el armario porque yo me encuentro a esa gente.

—A menudo se dice que Girona ya desconectada de España. ¿Lo compartes?

—No creo que sea tanto. Lo que pasa es que la gente que está en contra de la independencia calla, que es una cosa muy propia del carácter de Girona: callar y no llamar la atención. Esto hace que los lacistas se envalentonen. Esto es triste porque la gente debería ser más beligerante y expresar que no está de acuerdo.

Los eslóganes del procés

—Todo esto que explica no encaja con la revolución de las sonrisas.

—Es que todo eso es mentira, todo eso se basaba en que nadie levantara la voz contra ellos. A la que alguien dice algo que no les gusta —sean políticos del PP, de Ciudadanos o del PSC— ya han ido corriendo a pintar las sedes. Han hecho listas de empresas, de desafectos al régimen. Por tanto, lo que había eran muchas sonrisas de hienas.

—¿A ti te afecta?

—A mí no porque me encuentro mucha más gente que me felicita, que me anima, que no lo contrario. Claro que te encuentras insultos en las redes sociales o alguna pintada en el Diari de Girona, pero esto va con el sueldo. Girona es una ciudad pequeña y hay una culturilla que es manifiestamente independentista. Pero yo, como los desprecio, como no quiero cargos y como no les debo nada, me puedo permitir decir lo que me da la gana. Pero mucha gente de esta culturilla, colocados todos de una cosa o de otra, pues ha hallado en la independencia un modus vivendi.

—Durante varios años el independentismo usó como eslogan «ni un papel en el suelo» como hipérbole de su pacifismo. ¿Un eslogan menos, visto lo visto?

—Bueno, cortan carreteras, cortan vías de tren, agreden a la policía pero no tiran ni un papel al suelo, que es lo más importante. Todo esto se ha hecho no sólo con el consentimiento del Govern, sino que el Govern lo ha azuzado. Yo no me siento perjudicado porque no tengo ninguna empresa y puedo mirar todo esto con cierta distancia. Pero los que tienen negocios sufren y a los que mandan en las instituciones les es igual.

—Es sorprendente ver al presidente de la Generalitat cortando la carretera.

—Igual de sorprendente que ver a la alcaldesa de Girona yendo a las vías del AVE a manifestarse. Y esta misma alcaldesa dice que no hay violencia.

—El caso es el independentismo no baja en porcentaje de voto en las elecciones.

—Creo que va a ir bajando gracias a nuestro Govern y a los CDR. Conozco a muchísima gente, a amigos, que ya están hartos de que quieran destrozar Cataluña.

—Tú no votas nunca. ¿Por qué?

—La última vez que voté fue al delegado de curso cuando tenía 18 años. No voto en ningunas elecciones. Una vez leí a Leopoldo Abadía decir que él no vota porque no juega a cartas con tramposos. Pues es un poco eso y también que soy un poco vago.

El uno por uno del procés

—Quería proponerte algunos protagonistas del procés para una breve descripción. Comienzo por Quim Torra.

—Después de él, y siguiendo la evolución de Pujol a Torra, el próximo president será un mejillón en escabeche

—Gonzalo Boye, el abogado de Puigdemont.

—El último abogado que querría si me tuvieran que defender. Un mitinero.

—Toni Comín

—Un chaquetero que toca el piano para entretener a Puigdemont.

—Elisenda Paluzie

—Una pobre mujer desesperada por ser negra y que la llamen Rosa Parks.

—David Bonvehí

—Está hasta el gorro de Puigdemont y Torra.

—Artur Mas

—Un pijo de Barcelona oprimido.

—Pilar Rahola

Nunca una paella dio tanto dinero.

—Lluís Llach

—Lo admiraba como artista. Dicho esto, es la única persona que conozco de la que todo el mundo habla mal.

—Pep Guardiola

—También lo he admirado como futbolista y lo admiro como entrenador. Debería dedicarse a lo suyo, que sabe mucho.

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