El PSC: el talón de Aquiles de la nueva estrategia de Sánchez

El endurecimiento del discurso del PSOE y Moncloa respecto de Torra supone un test de estrés para un PSC presionado por PP y Cs con la censura al president

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El endurecimiento del discurso que ahora vende Pedro Sánchez respecto de los independentistas tiene una víctima que a su vez constituye el punto débil de esa nueva táctica: el PSC de Miquel Iceta, abocado a la incómoda situación de mantener una postura de moderación mientras los estrategas del PSOE concluyen que lo que le conviene al partido es amagar con la mano dura contra Quim Torra para no perder comba en ese fronterizo caladero de votos que, por su flanco derecho, puede disputarle a Ciudadanos (Cs).

La nueva apuesta de ese Sánchez camaleónico que ahora se presenta con el elocuente lema «ahora Gobierno, ahora España» implica no desaprovechar ni una entrevista, ni una intervención pública, para lanzar advertencias al presidente de la Generalitat y mostrar su disposición a aplicar, llegado el caso, tanto el 155 como esa Ley de Seguridad Nacional que el PP le pide que active ya.

Pero ese mensaje, que en la cúpula del PSOE entienden que les puede dar réditos en buena parte del territorio nacional, también puede, paradójicamente, pasarle factura en las urnas en Cataluña, donde buena parte del electorado socialista muestra un grado de empatía con el soberanismo que nada tiene que ver con el rechazo que las tesis independentistas suscitan, por poner un caso, entre la parroquia socialista en Madrid o Andalucía.

Prueba de estrés para el PSC

Ese, el de un relativo castigo electoral al PSC, es un precio que en la sala de máquinas de Ferraz se tiene asumido. Otra cosa es que también lo asuman los socialistas catalanes, sometidos a una prueba de estrés que obliga a Iceta a hacer malabares en cada entrevista.

Este miércoles, sin ir más lejos, en la que le hicieron en Ràdio 4, y en la que el líder de los socialistas catalanes insistió en que lo de Sánchez con el 155 no es amenaza, tan solo recordatorio y advertencia, algo que nunca está de más, argumentó, teniendo en cuenta que Torra aprovechó el segundo aniversario del 1-O para volver a amagar con la desobediencia institucional, ese espantajo que el president lleva tiempo agitando sin que por ahora haya tenido más traducción práctica que sus maniobras para posponer al máximo la retirada de pancartas pro presos de los edificios de la Generalitat cada vez que se lo ordena la junta electoral o el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC).

«Más vale prevenir. Es bueno que en esta vida todo el mundo sepa las reglas del juego y las consecuencias. Esto se llama advertir. El Govern amenaza con desobediencia institucional y el presidente de la Generalitat habla de una estrategia de confrontación», dijo Iceta, que alegó que Sánchez «no ha cambiado» porque «siempre ha hablado de diálogo dentro de la ley». El que no contribuye al diálogo, añadió, es Torra.

La mayor tibieza de ese PSC que no puede mostrarse tan beligerante con Torra como Sánchez es a su vez el talón de Aquiles de la táctica del PSOE. Y de ahí que tanto PP como Cs hayan escogido como diana a los socialistas catalanes a modo de prueba del algodón de la verdadera firmeza del presidente del Gobierno frente a la subida de tensión planteada por partidos y entidades independentistas a modo de preliminares de la respuesta a la inminente sentencia del Supremo. Así que la prueba de estrés para el PSC es doble: no solo lo tensionan sus socios nacionales, sino también la derecha constitucionalista.

Moción de censura envenenada para Sánchez e Iceta

El mecanismo escogido para percutir en ese PSC entendido por los de Pablo Casado y los de Albert Rivera como punto débil de Sánchez es la moción de censura contra Torra que el PP lleva meses reclamando y que finalmente Cs ha presentado esta semana.

La moción, que se despachará el lunes que viene, no tiene ninguna opción de prosperar, porque JxCat, ERC y la CUP suman mayoría absoluta en el Parlament. Pero se trata, por un lado, y en palabras del líder del PP catalán, Alejandro Fernández, de «lanzar un mensaje» a los constitucionalistas y recuperar «el espíritu del 6 y 7 de septiembre» de 2017, cuando todos los partidos no independentistas cerraron filas para rechazar las leyes de desconexión, que se aprobarían igualmente y serían tumbadas después por el Constitucional. 

Y, por otro, de retratar a los socialistas. Tanto ellos como los comunes ya han dejado claro que no avalarán la censura plantada por el partido naranja. Pero tanto PP como Cs ponen el énfasis en la postura de Iceta, que anunció una abstención con dos argumentos principales: que la moción no es más que una operación propagandística pero estéril de Cs y que, si bien «la continuidad del president Torra es un problema», ni Cs ni su líder en Cataluña, Lorena Roldán, «són la solución».

El PP plantea que el PSC presente otra moción en enero

Pero la derecha constitucionalista sabe que se trata de buscarle las cosquillas a Iceta para desgastar a Sánchez, y le insistirá hasta el lunes en que cambie de opinión a base de reducir el dilema a una dicotomía planteada en términos rotundos y especulares respecto de los que usa el independentismo cuando repite aquel mantra del derecho a decidir que reza que «esto va de democracia». «El lunes, la votación está muy clara: tenemos que escoger: o Torra o la democracia», sintetizó Fernández. «Esto es una urgencia democrática y una obligación moral», sentenció Roldán. «El partido socialista tiene que decidir si defiende la convivencia, la democracia o la libertad o defiende a Torra».

Los dardos contra la «equidistancia» del PSC se aderezan con la petición, también rechazada por Iceta, de romper los pactos que los socialistas mantienen con partidos independentistas en más de 40 ayuntamientos y también en la Diputación de Barcelona.

Es más, que nadie espere que Cs y PP dejen de meter el dedo en esa llaga pasada la votación del lunes. Quedan aún muchas semanas de campaña hasta el 10-N. Ya lo avanzó este miércoles Fernández: si la censura planteada por Cs no prospera, quien podría plantearla en el próximo periodo de sesiones, es decir, a partir de enero, sería el PSC, que podría contar los votos de los populares. Los de Iceta ni se lo plantean, claro. Pero de eso se trata, de poder seguir afeándole sus pactos y su tibieza. Y lanzándoselos a la cara a Sánchez.

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