Iglesias se carga la alternativa de Sánchez

La decisión del líder de Podemos de consultar a la militancia, con una pregunta inducida, y su apuesta por el referéndum soberanista en Cataluña constatan que la investidura del líder del PSOE será imposible

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El PP lo ha crucificado, porque entendió desde el primer minuto que era imposible. Pero Pedro Sánchez lo quiso intentar, en gran medida porque estaba en peligro su propio liderazgo en el PSOE. El hecho es que Pablo Iglesias se ha cargado la alternativa de Sánchez. La ha hecho pedazos. Ya no existe.

Tal vez cava, o champagne. La dirección del PP brindó este viernes por todo lo alto, porque la operación que había iniciado Mariano Rajoy tenía un alto riesgo. Su pasividad, –que es una acción, no se olvide– se basaba en observar cómo Pedro Sánchez se estrellaba en su intento de pactar, al mismo tiempo, con Ciudadanos y Podemos. Se asumió el riesgo de que a Sánchez una abstención de Podemos le llevara a la presidencia del Gobierno, pero no ha sido así. Rajoy tendrá una segunda oportunidad si se convocan, finalmente, elecciones para el 26 de junio. «Muchos ahora estamos convencidos de que Rajoy trazó una estrategia a medio plazo, aunque la pudiéramos criticar entonces», asegura un alto cargo del partido.

Consulta con pregunta inducida

Iglesias se ha cargado la alternativa de Sánchez. El motivo, según fuentes conocedoras de las negociaciones, es ideológico, con un trasfondo histórico: Podemos considera que puede ser el partido referente de la izquierda, por delante del PSOE. Y, como ocurrió con el PCE y el PSOE en la transición, y más adelante con IU y el PSOE, el acuerdo ha resultado imposible.

El líder de Podemos ha cedido en algunas propuestas, como asumir que la reducción del déficit español se haga a mayor velocidad de la deseada, –asumiendo las directrices de la Comisión Europea– o asumir que no se pude subir el gasto público en 90.000 millones. También renunció a que hubiera cuatro grupos parlamentarios de Podemos en el Congreso, aunque se había comprometido con sus marcas terrioriales. También se negó a negociar con el PSOE y Ciudadanos en una misma mesa y lo ha hecho. Pero ha pesado la idea de arrebatar a los socialistas la hegemonía de la izquierda. No se trata de medidas concretas, de programas políticos.

La prueba concreta de la voluntad de romper con Sánchez fue el anuncio, este viernes, de someter la decisión sobre los acuerdos a la militancia de Podemos. ¿Por qué? Por la propia pregunta, inducida por la dirección. Se pide a las bases que se pronuncien por el «pacto Rivera-Sánchez» (Rivera en primera posición); o por el proyecto de Podemos para establecer una alianza de izquierdas. «Eso demuestra la voluntad de romper con el PSOE», clamó el portavoz parlamentario socialista, Antonio Hernando.

La dependencia de Iglesias de sus marcas territoriales

Pero, al margen de esa lucha por la hegemonía, está la alianza de Podemos con sus marcas territoriales. Podemos es un partido con un núcleo de dirigentes de Madrid, con presencia en toda España, pero con partidos aliados que tienen características propias en territorios con tanto peso como Cataluña, Valencia, País Vasco y Galicia.

El compromiso de Podemos con el referéndum soberanista en Cataluña le ha llevado también a romper con el PSOE. Aunque Pedro Sánchez estuviera convencido de que esa podría ser una buena solución para el encaje de Cataluña en España, (cosa en la que no cree) no podría de ningún modo. El PSOE está debilitado, pero sigue siendo un partido presente en todos los rincones de España, con una idea clara de que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español.

Podemos no renuncia al populismo

Podemos tomó ese compromiso, además, por una cuestión electoral. Pablo Iglesias e Iñigo Errejón se inspiran en el filósofo argentino postmarxista Ernesto Laclau. Una de las tesis centrales es que hay que agarrarse al elemento central por el que se mueve una sociedad, por aquello que resulta populista. Y en Cataluña ese elemento es el derecho a decidir, que aglutina a buena parte de la sociedad catalana. Podemos no soltará esa presa, hasta que en Cataluña decaiga.

Y sabe que el PSOE no puede entrar en ese terreno. Por tanto, es un buen pretexto para la ruptura, y se evidenció este mismo viernes, cuando, tras reunirse con el presidente Carles Puigdemont, prometió defender el referéndum.

La centralidad buscada del PSOE

Otro elemento esencial ha sido el acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos. Pedro Sánchez entendió que su partido sí admitiria un acercamiento con Albert Rivera. Pero se produjeron dos cosas: los socialistas necesitaban ocupar el centro político, y lo han recuperado con esa alianza, y, además, se ha establecido un clima de «gran confianza» entre los dos dirigentes, de la misma generación.

Podemos no ha podido romper esa alianza, porque los propios dirigentes socialistas no estaban dispuestos a «dejar colgada» a la dirección de Ciudadanos.

Toda la legislación del PP, intacta

Ahora las repercusiones son terribles para Podemos. Todas las iniciativas parlamentarias decaerán con unas nuevas elecciones. Ni la derogación de la ley mordaza; ni la derogación de la reforma laboral; ni la de la Lomce, ni la de la Ley de Enjuiciamiento, ni la «ley 25», sobre partidas para paliar la emergencia social, nada seguirá adelante, o, dicho de otro modo, todo lo que impulsó el PP estará vigente.  

Iglesias se ha cargado la alternativa de Sánchez, y los dos asumirán sus responsabilidades en unas nuevas elecciones. Porque también el líder del PSOE deberá asumir que su proyecto ha fracasado.

La cuestión es saber quién convencerá al electorado que la culpa no ha sido suya.

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