Jordi Amat: «El paso de decir que Cataluña es una nación al derecho a decidir, eso es populismo»

El ensayista destripa la evolución del catalanismo en El llarg procés, con la idea de que todo cambió cuando Aznar combatió al nacionalista Jordi Pujol con su proyecto de nacionalismo español

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Ha hablado largamente con Jordi Pujol, que ha sido un ávido lector de El llarg procés (Tusquests), una obra que analiza con todo lujo de detalles la evolución del catalanismo desde las postrimerías de la Guerra Civil hasta el pasado año. Jordi Amat, (Barcelona, 1978), conversa con Economía Digital buscando precisión en el lenguaje, con ánimo de no abandonar el matiz, porque, entonces, considera que no se podría entender nada de la actual situación.

Y es que su libro no ha gustado al movimiento independentista, pero tampoco a los que consideran que todo ha sido una farsa, y que Jordi Pujol se inventó poco menos que Cataluña. «Lo que existió y se pudo comprobar es que la hegemonía intelectual en muchas ocasiones no casa con la hegemonía política, y Pujol ganó esa batalla, sin que la izquierda catalanista le pudiera hacer frente», explica Amat.

El ex president, tocado tras su confesión sobre el dinero oculto en el extranjero, se hizo el sorprendido con Amat, al asegurarle que en el libro le había sobrevalorado. Pero es cierto que Pujol ha marcado, y sigue marcando el tablero de juego de la política catalana.

Maragall no es un «catalanista»

Nadie pudo con él, aunque lo intentó, «de forma ingenua», según Amat, el también ex president Pasqual Maragall. Amat destaca un pasaje que le parece «absolutamente ilustrativo». Cuando Joaquim Nadal era el jefe de la oposición en el Parlament –se presentó al frente del PSC en las elecciones autonómicas de 1995– se reunió con Jordi Pujol en la Casa dels Canonges, en el Palau de la Generalitat.

Y el ex president le espetó: «Tu eres catalanista, pero Maragall no. Maragall es hijo de la Institución Libre de Enseñanza, como su padre. No piensa como un catalanista». Amat interpreta, al segundo siguiente, a Pujol. «Tal vez habría sido más preciso –Pujol– decir que no pensaba como un nacionalista, pero tal vez el problema es que el pujolismo ya había fagocitado prácticamente del todo el catalanismo clásico».

Pujol siempre ha rechazado el federalismo

Pero, ¿qué ocurre a partir de ese momento? ¿Por qué estamos en vísperas de unas elecciones autonómicas que se presentan como un plebiscito sobre la independencia de Cataluña?

La contribución de Amat es que Pujol no es exactamente un independentista camuflado. Es peor. O mejor, según quien lo juzgue.

«Pujol no piensa que su proyecto deba acabar en la independencia, lo que hace es poner en marcha, desde la Generalitat, y durante más de 20 años, un proyecto nacionalizador, que cree profundamente en la construcción de una comunidad, y, por eso, no desea un proyecto federal, como dice en el libro que escribió en la prisión, en los años 60, cuando declara que el federalismo liquida la comunidad».

Aparece Aznar

El catalizador de la actual situación, según Amat, es José María Aznar, el de la segunda legislatura. Amat no le critica. Describe su proyecto, «legítimo». Y afirma: «Aznar es el primero que rompe una forma de actuar, en la que el catalanismo se había encontrado cómodo, con figuras como Narcís Serra o Miquel Roca, que habian convivido desde la transición con los dirigentes de la política española. Pero Aznar defiende ante Jordi Pujol, por primera vez, un nacionalismo tan fuerte como el del ex president: nacionalismo español, contra nacionalismo catalán, y eso provoca, progresivamente, una deriva hacia posiciones independentistas, reforzadas por el penoso proceso del Estatut».

Hay más cosas. ¿Y la lucha del poder por el poder, que el primer tripartido que preside Maragall establece con CiU? «Claro, hay batallas, pero lo que planteó Maragall, de forma ingenua tal vez, fue un proyecto honesto para reforzar el catalanismo, por resolver el problema, que los dirigentes del PSOE tampoco entendieron», señala Amat.

La figura de Paco Candel y España

Una de las amargas quejas de Amat es que figuras como Paco Candel –el autor de Els altres catalans— apenas tienen reconocimiento en el resto de España. «Me parece que ha habido errores en todos lados, pero no entiendo que el resto de España no hiciera suyo un hombre como Candel, que es el representante de una oleada de inmigración del resto de comunidades que, con todos los problemas que queramos destacar, se integró en la sociedad catalana, con un catalanismo blando, y de ello es copartícipe, también, el conjunto de la sociedad española, es un haber enorme».

Ahora, sin embargo, el problema central es otro. Amat tiene claro que el proyecto que lidera Artur Mas está cargado de grandes contradicciones y errores. «Lo que no puede ser es el paso que se ha dado, de decir que Cataluña es una nación se ha pasado al derecho a decidir, y eso se llama populismo, con una campaña electoral que se inicia en la Diada del 11 de septiembre, por ejemplo, o con una lista conjunta que impide que se pueda fiscalizar la obra de gobierno».

Sin salida

Amat, que avanza una idea, para interrumpirse él mismo, y precisarla con otro giro distinto, no esconde su pesimismo. «No veo una salida, sencillamente no la veo, ya no digo el problema de formar gobierno, sino la falta de transversalidad, de buscar espacios comunes. Había dos dirigentes que encarnaban ese espacio transversal, Jordi Pujol y Felipe González, y los dos ahora ya no lo representan, uno con su declaración sobre el dinero oculto y los negocios de la mayoría de sus hijos, y el otro acaba de dejarlo de ser con su carta a los catalanes«.

Tal vez, con todos los mimbres que utiliza Amat en su libro, –cartas cruzadas, el caso de Jordi Solé Tura, las pullas de Alfonso Carlos Comín a Pujol en Cuadernos para el Diálogo, «fue tan agresivo que a Pujol le vino bien, porque le ayudó a centrarlo en la sociedad catalana»– no se podía haber llegado a otra situación que la actual, aunque suene a determinismo.

«Se debía haber actuado mucho antes, anticipar cosas, anticipar problemas, ahora el bloqueo es total y sólo una operación ambiciosa de reforma de España podría solucionarlo».

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