La desesperada lucha de Puigdemont contra el coronavirus

El avance de la pandemia ha dejado en fuera de juego político al líder huido, incapaz de que sus ataques al Gobierno adquieran relevancia

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Los momentos de crisis suelen ser severos con los liderazgos: o los destrozan o los refuerzan. El imparable avance del coronavirus está siendo implacable con Carles Puigdemont, reducido a la mínima expresión desde hace ya dos semanas aunque pasa por ser el indiscutible timonel del independentismo desde hace varios años.

Quim Torra, que durante toda la legislatura ha interpretado el papel de presidente de la Generalitat supeditado a las órdenes del líder huido, ha logrado lo que parecía imposible: eclipsar a Puigdemont. Y no por un día, como ha ocurrido en algunas ocasiones esta legislatura, sino por una buena temporada. 

Acostumbrado Puigdemont a estar siempre en el primer plano, a que los ataques que lanza desde Waterlooo (Bélgica) a los políticos y jueces españoles capten con frecuencia la atención de los medios, no logra ahora dar con la tecla para hacerse hueco en la crisis del coronavirus.

Y no es porque Puigdemont no lo haya intentado. Ha lanzado reiteradas críticas contra el Ejército por el despliegue de uniformados en Cataluña, pero no ha logrado levantar polémica alguna. Ha dado cuerda a los expertos que piden un confinamiento más radical que el decretado por el Gobierno, pero ha resultado como predicar en el desierto. E incluso se ha permitido comentarios sobre fármacos contra el Covid-19 que resultarían más efectivos que el decreto de alarma. Pero nada. No hay suerte.

Puigdemont: de Perpiñán al mundo invisible

Antes de que la crisis del coronavirus devorara todo el espacio público, el líder huido se las prometía felices una vez más. Se dio un baño de masas en Perpiñán hace apenas tres semanas en el inicio oficioso de la campaña catalana en una indiscutible exhibición de fuerza.

Las encuestas volvían a sonreírle y ya había hecho llegar a los suyos que está dispuesto a a repetir como candidato en la distancia, aunque no tenga ninguna opción de ser investido presidente de la Generalitat.

Pero de aquel baño de masas tan solo queda el recuerdo. Hoy, el líder huido es un dirigente con graves dificultades para reunir a la prensa, puesto que la crisis del coronavirus ha volado por los aires la llamada «agenda del reencuentro» que Pedro Sánchez impulsó para mejorar la fuidez de Gobierno y Generalitat.

La agenda soberanista que Sánchez tenía sobre la mesa está ahora en el fondo del cajón. Muy al fondo del cajón. Las próximas semanas, incluso meses, estarán dominadas por la salida de la emergencia sanitaria y las siguientes, inevitablemente, lo estarán por cómo afronta el Gobierno la recuperación de la economía. 

Puigdemont, sin armas políticas

No hay mesa de diálogo entre Gobierno y Generalitat, por tanto, con la que hacer política. Ni para ensayar aproximaciones, ni para buscar la confrontación. Simplemente no hay terreno de juego. 

El coronavirus ha dejado al independentismo prácticamente sin mensajes. Nada relacionado con el proceso de autodeterminación de Cataluña resulta ahora ni urgente ni importante.

Así que Puigdemont, Torra y el resto de dirigentes de Junts per Catalunya intentan no perder el hilo de la actualidad y despacharse contra Sánchez por no confinar Cataluña de manera más radical para mitigar la pandemia, por decretar el estado de alarma (¡el 155!), por no repartir más material sanitario y por no amordazar al Rey.

El problema es que el presidente del Gobierno no entra al trapo, así que no hay ni cuadrilátero ni combate. Solo hay un pújil boxeando contra el saco. Pero los golpes van a seguir hasta que alguien tiemble. La lucha desesperada de Puigdemont contra el coronavirus (que gestiona el Gobierno) va a seguir sin descanso.

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