La otra ciudad de los prodigios: BCN busca nuevo alcalde sometida a la burbuja turística

Xavier Trias, candidato a la reelección, niega la saturación de la ciudad mientras restringe el acceso al Parque Güell y a La Boquería

El mercado de La Boquería.

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Barcelona puede perder la oportunidad de que de las elecciones locales salga un compromiso sobre qué modelo de ciudad necesita. También ocurrirá en otros municipios, es cierto, pero ninguno de ellos sufre los efectos de una burbuja turística como la barcelonesa, tan potente como negada –no sólo ignorada– por la mayor parte de quienes la gobiernan y de quienes aspiran a hacerlo a partir del 24M.

Parece mentira, pero nadie quiere recordar en este país lo que sucedió con el boom inmobiliario. Como la construcción, el turismo es una actividad positiva para Barcelona: intensivo en mano de obra y expansivo en sus repercusiones comerciales. Pero también tiene aspectos negativos, y de peso.

Crecimiento desmesurado

En sólo cinco años, la planta hotelera de la capital catalana ha crecido un 40%, mientras que el número de pernoctaciones anuales de los casi ocho millones de visitantes supera los 25 millones. Dos cifras que hablan por sí solas del desgaste de la ciudad y del riesgo de que la situación que vive la Barceloneta se extienda a otros barrios. El encarecimiento del coste de la vida es innegable, pero nadie habla de él.

El negacionismo induce a pensar que las cosas irán a peor. Xavier Trias, el alcalde, lidera esa actitud y no tiene el menor reparo en rechazar la saturación –aunque tuvo que restringir el acceso al Parque Güell hace dos años y a La Boquería desde el viernes pasado– o en negar la existencia de un turismo malo, cuando el Tribunal Supremo acaba de tumbarle parcialmente su normativa contra el nudismo callejero.

Al servicio del lobby hotelero

Admitir que existe el problema supondría frenar la colaboración del ayuntamiento con el lobby hotelero, al que ha permitido sitiar literalmente el casco antiguo. El equipo de gobierno de la ciudad –CiU y PP– es liberal, o sea que prefiere dejar en manos privadas todo lo que éstas quieran gestionar. De hecho, la Generalitat, gobernada por CiU, prepara el acomodo legal de Airbnb para aumentar las camas disponibles y así recaudar más.

¿De qué le serviría admitir que Barcelona tiene un serio y creciente problema de mendicidad atraída por los visitantes extranjeros? ¿Para qué hablar del miserable negocio de la chatarrería callejera –la que va en carritos de super–, del conflicto entre peatones y ciclistas o de la invasión inclemente del espacio público a manos del privado tanto en la aceras como en calzadas? ¿Problemas? Ni uno.

El modelo es justamente carecer de modelo

Trias, que es un hombre amable y educado, que tiende a caer bien, puede salirse con la suya y revalidar la alcaldía sin comprometerse con un modelo de ciudad, porque ni lo tiene ni quiere tenerlo. Su modelo es no tener modelo. El socio ideal es el PP, con el que coincide en todas las cuestiones importantes. Y con el que marca distancias fácilmente: basta con enarbolar la bandera de la independencia, pese a que él no es soberanista y a que sabe que la estelada podría perjudicarle en las urnas.

Pero es una buena cortina de humo para separarse de Alberto Fernández Díaz cuando le conviene. Lo hace con un desparpajo sólo equiparable al de Esperanza Aguirre, con quien guarda muchos paralelismos: adinerado –vive en el Turó Park–, con una larga carrera política a sus espaldas, un poco de vuelta de todo y sin pelos en la lengua. 

Con todos, menos con Ada Colau

No le preocupan las encuestas, aunque lo manden a la oposición; y está convencido de que tras las elecciones todos –menos Ada Colau– irán a verle para ofrecer pactos de gobierno.

Se siente cómodo. Y admite sin ningún reparo que esta campaña electoral le gusta porque él se limita a hacer de alcalde y a difundir su actividad diaria. En 2008 le abrieron una cuenta en Twitter, cuenta que se ha transformado en uno de sus principales instrumentos de propaganda. De ahí, la campaña de la CUP #TriasALaSopa. Menuda diferencia de cuando estaba en la oposición, admite; entonces, nadie prestaba atención a que decía, se lamenta.

Presupuesto publicitario

Presume de no haber llamado a ningún director de diario para que conseguir trato de favor, pero no habla, claro, del presupuesto publicitario del consistorio, que se ha convertido en el principal cliente de la prensa local. Vean si no cómo informaron ciertos medios del inicio del derribo de La Modelo –¡que acabará en 2017!–, con el que Trias comenzó su campaña electoral el 31 de marzo. Como él dice, sólo haciendo de alcalde.

Trias sabe que los cambios de caras y los movimientos en las otras candidaturas juegan a su favor. Presume de presentarse con la misma lista que hace cuatro años, frente a los mareos de socialistas, republicanos, izquierdistas y antisistema. Del PP se olvida porque es tan estable como CiU o simplemente porque no le preocupa.

La campaña ha empezado. Y en ella se debería discutir de lo que conviene a la ciudad, no de esas cuestiones amables que tanto gustan al alcalde y al periodismo de salón sobre candidaturas olímpicas, competencia con otras ciudades del país y demás distracciones.

Economía Digital

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp