Puigdemont torpedea la mesa de diálogo que quiere Sánchez

El líder huido ordena a Torra que deje en vía muerta las conversaciones con el Gobierno para volcar esfuerzos en el lanzamiento de su nuevo partido

Imagen de la primera reunión de la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat el 26 de febrero de 2020 en el Palacio de la Moncloa. Foto: Efe/KH

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La mesa de diálogo sobre el «conflicto catalán» entre Gobierno y Generalitat peligra. Y no peligra porque Pedro Sánchez esté dando largas a la cita que, en principio, debía celebrarse durante la segunda quincena de este mes, sino porque Carles Puigdemont la está torpedeando.

Puigdemont, cuya única preocupación en estos momentos es lanzar su nuevo partido el 25 de julio, ha ordenado a Quim Torra que ponga el mayor número de obstáculos a la mesa de diálogo y que busque los pretextos necesarios para que la reunión, que debía producirse en Barcelona, acabe en vía muerta.

Los dirigentes que rodean al presidente de la Generalitat han podido comprobar que el president está dilatando los preparativos de la mesa con el Gobierno, la cual debía ir precedida por una reunión previa de todos los actores del independentismo (entidades y partidos). Así lo había dispuesto el propio Torra, que se comprometió a convocar a los representantes del soberanismo antes de sentarse con el Gobierno.

Pero pasan los días y Torra sigue sin poner fecha a la reunión de la parte independentista, aunque la portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó, asegura que se hará sin concretar ni cuándo ni cómo.

Esta parsimonia desespera a ERC, ansiosa por retomar las conversaciones con el Gobierno en busca de cesiones relacionadas con los políticos presos y con algún tipo de votación respecto al futuro político de Cataluña.

Torra quiere fecha del referéndum

Pero el president de la Generalitat no solo mantiene el listón del orden del día de la mesa de diálogo en la autodeterminación, en la amnistía de los políticos presos y en la implementación de la figura del relator, sino que lo ha elevado. Su última exigencia a Sánchez es que incluya «fecha y condiciones» de un referéndum de independencia en Cataluña para acudir a la reunión.

Todo ello inasumible para el Gobierno, que se mantiene a la expectativa de ver cómo Junts per Catalunya y ERC resuelven su pulso interno. Esquerra presiona a Torra para que se mueva y proponga un día para la reunión, pero el presidente de la Generalitat no puede tomar iniciativa alguna sin permiso del fugado de Waterloo.

La duda que comienza a extenderse es si Torra se dispone a anunciar a finales de este mes de julio la fecha de las elecciones en Cataluña, un escenario que dirigentes socialistas no solo contemplan, sino que pronostican.

Según los cálculos de estos dirigentes, los comicios en Cataluña serían el 4 de octubre. Es decir, que la llamada a las urnas se produciría a rebufo de la inhabilitación de Torra (su vista en el Supremo está fijada el 17 de septiembre), de la Diada (que cumpliría el 11 de septiembre el papel de motor de arranque de la campaña) y de la efeméride del referéndum ilegal del 1-O de 2017.

La orden de vacaciones en la Generalitat

Fuentes de la Generalitat confirman que numerosos altos cargos han recibido la instrucción de concentrar sus vacaciones en el mes de agosto para estar disponibles al ciento por ciento en septiembre.

Pero los planes de Torra mantienen, en realidad, un elevado grado de incertidumbre. Solo hay una fecha clara en el calendario del independentismo en estos momentos y es la del 25 de julio, el día en que Puigdemont quiere sacudir el adormecido procés con su nuevo artefacto político.

Se sabe que el líder huido no tiene ningún tipo de convicción en el diálogo con el Gobierno e insiste en que solo se puede doblegar al Estado a base de confrontación.

Pero en los mundos de Puigdemont existen indisimulables incertezas respecto a la fiabilidad de su apuesta política, exenta del anclaje económico que todavía tiene el Pdecat (cada vez más debilitado porque el líder huido solo quiere su rendición).

El Pdecat sería partidario de retrasar al máximo las elecciones en Cataluña para dar más tiempo a la reconstrucción de su proyecto político, pero lo que diga este partido ha dejado de importar a Puigdemont.

La agenda de Sánchez

Así que Sánchez puede esperar de brazos cruzados a que Junts per Catalunya y ERC solucionen sus diferencia estratégicas sin tener que soportar ningún tipo de presión de la parte independentista, incapaz de consensuar nada.

Despejada la agenda del «conflicto catalán», el presidente del Gobierno puede centrar sus energías en los procesos electorales de País Vasco y Galicia de este domingo, 12-J,  y también en los brotes de la pandemia. El procés, por una vez, no tiene ni tiempo ni urgencia.

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