Pistoletazo electoral en España con el divorcio amistoso de Sánchez y Puigdemont
Aunque parezca lo contrario, Sánchez y Puigdemont respiran aliviados tras solemnizar el final de la "mayoría progresista" que aupó al socialista en el poder
Pedro Sánchez y sus socios Yolanda Díaz, Aitor Esteban, Carles Puigdemont y Gabriel Rufián
La votación de la militancia de Junts, aprobando en un 90% el fin del apoyo al PSOE en el Congreso de los Diputados, es la primera urna del nuevo ciclo electoral. Tanto Carles Puigdemont como el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, han oficializado esta semana su primer ‘acto de campaña’. Las dos formaciones políticas no es que «se hayan dado un tiempo», sino que han firmado un divorcio, aunque amistoso.
Faltan oficialmente un año y medio para las próximas elecciones autonómicas y locales, es decir, menos de un año para arrancar todo el engranaje electoral. Este margen tan estrecho imposibilitaba ya de facto cualquier acuerdo de calado entre los de Puigdemont y Sánchez: si no ha habido presupuestos en los dos últimos años, menos los iba a haber ahora. Pero Junts necesitaba un acto de reafirmación política que les permita ir a la guerra contra Aliança Catalana sin el sambenito sanchista.
La ruptura escenografiada es un acto electoral y, por lo tanto, Puigdemont, lejos de suavizar el discurso contra Sánchez en los próximos meses, lo lógico es que incluso lo incremente: si no, estaríamos ante una estrategia política ineficiente. Junts ha aparentado romper con el PSOE en varias ocasiones y ninguna de ellas le ha reportado votos. Para ser eficaz demoscópicamente contra Silvia Orriols, Puigdemont debe serlo también contra Pedro Sánchez.
Divorcio Sánchez – Puigdemont
Se trata de un divorcio amistoso. De momento, porque los divorcios suelen ser amistosos hasta que aparece un tercero. La cuestión de fondo es si la si las tendencias demoscópicas obligarán a Puigdemont a acercarse a Alberto Núñez Feijóo (PP) para poner sobre la mesa una moción de censura. El líder del Partido Popular hace esfuerzos por no asumir ningún papel que vaya más allá de comentarista de la actualidad (aunque algunas voces señalan que esto es insuficiente a la vista de la pérdida de apoyos en favor de Vox). Además, tampoco el PP ha sido capaz de capitalizar batallas económicas como las nuevas cuotas a autónomos.
De esta forma, hoy por hoy, Junts ha formalizado la ruptura con Sánchez, pero le ha dado a entender que la legislatura no terminará a menos que él lo decida. Sánchez sigue teniendo la última decisión, y está dirigiendo lo que queda e mandato a un escenario de alta polarización política y confrontación con el PP, para ver si en algún momento aparecen posibilidades de apretar el botón electoral con ciertas esperanzas de revalidar el título.
Así, PSOE y Junts, y el resto de partidos por extensión, han dado el pistoletazo de salida al nuevo ciclo electoral. Sánchez respira aliviado y ve el lado bueno de separarse de Puigdemont, una figura que hacía cuestionar cada vez más la naturaleza «progresista» de su mayoría. Sánchez no tiene ya que esforzarse en aparentar un cortejo al nacionalismo catalán, que de igual forma iba a terminar en nada, y en cambio va a intentar movilizar a su base ante la cristalización de la «mayoría negativa» de PP, Vox y Junts, tal y como la ha bautizado el PNV.
Solo dentro de la cabeza de Pedro Sánchez están sus planes: si realmente alberga esperanzas de revalidar una mayoría de izquierdas (por ahora las encuestas dan al bloque de derechas 20 escaños por encima de la absoluta) o, como se empieza a especular, fortalecer el PSOE comiéndose a Sumar y todo lo que pulule a su izquierda, y tener unos resultados electorales suficientemente dignos como para mantenerse como jefe de la oposición durante un par de años, periodo que considera bastante para que se desmoronara la precaria alianza de PP y Vox.
El papel de Feijóo
Desde el informe de la UCO sobre Santos Cerdán, el PP de Núñez Feijóo ha tenido mala suerte y mal desempeño. Génova se ha notado torpe en todo lo que ha sucedido posteriormente, como los incendios, Israel y Gaza, y la situación en la Comunidad Valenciana. Igual que Puigdemont ha querido recuperar con su portazo el capital político perdido en el último año, esta se plantea para el PP como la posibilidad de recuperar el suyo con una posible moción de censura contra Pedro Sánchez.
Tal y como le piden algunos a Feijóo, este es el momento ideal: el PP necesita ganar protagonismo más allá de comentar el día a día de los escándalos de Sánchez. Tiene además la excusa perfecta: el Gobierno que tanto ha demonizado acaba de perder la mayoría que dice que le sustenta, y también es una magnífica opción de poner a Junts ante la prueba del algodón de la supuesta ruptura. Aunque no impusiera su candidatura, si lograra sumar un escaño de, por ejemplo Coalición Canaria, con la abstención de Junts el PP podría visibilizar una mayoría de 172 diputados sobre 171. A pesar de ello, Feijóo no parece muy dispuesto a tomar la iniciativa.
Sea como sea, la legislatura está, en palabras del PNV de Aitor Esteban, en fase terminal, agonizante. Pero es verdad que Franco, cuya muerte se celebra ahora en su cincuenta aniversario, estuvo «agonizando» seis meses.