Sant Antoni teme la gentrificación

La reapertura del mercado modernista del barrio barcelonés de Sant Antoni inquieta a los vecinos por el miedo al incremento de precios del alquiler

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El barrio de Sant Antoni de Barcelona ha recuperado el imponente edificio modernista de su mercado, tras nueve años de obras y 80 millones de euros de inversión municipal. Aunque en la inauguración del espacio, este miércoles, la alegría de los paradistas fue la emoción predominante, algunos vecinos expresaban su temor a que el aumento del precio del alquiler en la zona se agrave con la nueva instalación y les obligue a mudarse. 

El precio de la vivienda en Barcelona se mantiene al alza en los últimos meses y este barrio del Eixample no se escapa de las dinámicas del mercado. Un piso de 75 metros cuadrados en Sant Antoni costaba de media 842 euros en 2016 y un año después se había encarecido un 8%, hasta los 900 euros de media, según datos de la Cambra de la Propietat Urbana de Barcelona.

Òscar Gorgues, gerente de la Cambra, reconoce que el barrio se ha puesto de moda en los últimos años y cuenta ya con «lista de espera» de personas que quieren mudarse a él. Sin embargo, a su juicio la apertura del mercado es una ventaja más de la zona pero «no es el elemento dinamizador de un mercado del alquiler que ya es muy dinámico». En todo caso, señala, el nuevo equipamiento afectará al precio de los locales comerciales.

La Cambra de Propietat pronostica que el nuevo mercado encarezca los locales comerciales, no los pisos de alquiler

En los últimos años en el barrio ha proliferado una abundante oferta de bares y restaurantes, con ejes de especial concentración como la calle del Parlament, en la que ya hay en funcionamiento una cuarentena de bares, y los visitantes empiezan a incluir la zona en el circuito turístico. Para evitar que el mercado se convierta en una réplica de La Boqueria, el mercado junto a la Rambla convertido en un icono turístico más, el de Sant Antoni apenas cuenta con tres bares y en solo una decena de las 226 paradas se ofrecen degustaciones de productos.

El modelo San Antón

Pese a las medidas para reducir los posibles efectos negativos del nuevo mercado en el barrio, un estudio publicado en la revista Barcelona Metròpolis, del Ayuntamiento de Barcelona, argumenta que la reforma de los mercados municipales causa una revaloración comercial de los barrios y acaba transformando establecimientos de uso vecinal en atractivos turísticos o de ocio gastronómico.

Ejemplos de esta tendencia se pueden encontrar en los mercados de San Antón y San Miguel en Madrid, La Encarnación en Sevilla o La Ribera en Bilbao. En Barcelona el caso más reciente es el del mercado de Santa Caterina, en el barrio del Gòtic. Tras abrir reformado en 2005, bajaron la persiana cerca de 200 establecimientos comerciales en sus aledaños.

Tras la reforma del mercado de Santa Caterina cerraron 200 comercios en su entorno

Esta boutiquización, según los autores del estudio, convierten a los mercados en un «motor de gentrificación», es decir, de la sustitución de la población de ingresos bajos de una zona por un nuevo grupo de población de ingresos más elevados. Plataformas vecinales como Fem Sant Antoni lamentan que a su juicio este proceso ya ha empezado, y advierten de que este año vencen los contratos de alquiler de 3.500 familias del barrio, con lo que podría afectarles una eventual subida de precios.

Un tercio de recién llegados 

El gerente de la Cambra de Propietat, por su parte, destaca que en el barrio abundan los contratos de renta antigua, de carácter indefinido, con lo que en su opinión una proporción significativa de los vecinos podrá vivir «toda la vida» en Sant Antoni. «El aumento de precios sí que puede afectar a los contratos que se tengan que renovar al pasar tres años», apunta.

En cualquier caso, Sant Antoni ha experimentado en los últimos años un cambio en su estructura social. Según un estudio de la Universitat Autònoma, un tercio de los 38.000 habitantes del barrio llegaron entre 2012 y 2017. Los nuevos vecinos son personas jóvenes, de entre 20 y 35 años, que proceden en su mayoría de otros países europeos, de capitales de provincia españolas y de Latinoamérica.

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