El Liceu brinda esta Navidad con La Traviata
La ópera vuelve a Barcelona con el gran clásico de Verdi, que amplia funciones y reparto para cumplir con el aforo máximo permitido de 500 personas

Montaje de La Traviata. Foto ® A Bofill
Después de una jornada de protesta por las restricciones impuestas al sector cultural a la hora de volver a la actividad y que fue retransmitida vía streaming, el Gran Teatre del Liceu se prepara para reabrir puertas después de cuatro semanas de obligado cierre. Y lo hace añadiendo nuevas funciones y ampliando el reparto de la que es, sin duda, una de las óperas que más pasiones y emociones levanta del repertorio, La Traviata, de Verdi.
El tirón popular que rodea la conmovedora historia de la joven cortesana Violetta (y su famoso brindis), se convierte ahora en el mejor aliado para que el coliseo lírico barcelonés intente recuperar algo parecido a la normalidad. Para ello, el teatro reparte en dos funciones el público de la jornada inaugural (4 y 5 de diciembre) y cumplir así con el aforo máximo de 500 personas permitido a las salas de conciertos.
El Liceu, que confía que en los próximos días esta cifra se amplíe —“aquí hay un error aritmético de las autoridades que no tienen en cuenta los metros cúbicos de espacios”, argumentan—, también ha añadido otras dos nuevas sesiones, los días 8 y 16, a las 6 de la tarde, a fin de reubicar a los espectadores afectados por las restricciones de desplazamiento intermunicipal de los fines de semana.
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18 funciones de La Traviata
Serán, en total, 18 funciones de La Traviata —una de ellas para jóvenes de menos de 35 años—, que se extenderán hasta el 30 de diciembre y que contarán con cuatro voces en el rol de Violetta —las sopranos Pretty Yende, Lisette Oropesa, Kristina Mkhitaryan y Ermonela Jaho, que cantará la última función— y dos para su enamorado Alfredo, los tenores Pavol Breslik y Dimitri Korchak.
El montaje traslada la acción de los convencionales salones versallescos a un París marginal, de cortesanas, actrices y sirvientas
A la singularidad de este amplio elenco, se añade la presencia en el foso del teatro de una batuta femenina, la italiana Speranza Scapucci, ya conocida por los aficionados por haber dirigido la ópera Attila la temporada 2017-18. Y también la de una directora de escena, Marie Lambert, encargada de reponer la celebrada producción de David McVicar que pudo verse en este mismo escenario en 2014.
El montaje, que apuesta por una lectura realista de la obra trasladando la acción de los convencionales salones versallescos a un París “marginal, de cortesanas, actrices y sirvientas”, en palabras del propio McVicar, busca subrayar la tragedia de una mujer víctima de las convenciones sociales. Una exaltación de valores como la generosidad, la compasión y el sacrificio aplastados por el juicio implacable de una sociedad clasista.
Coro enmascarado
Naturalmente, la escena ha tenido que ajustarse a las nuevas circunstancias. “La principal diferencia es que el coro lleva máscaras y no podemos ver sus expresiones faciales. También se ha ampliado el espacio de actuación y hemos adaptado algunas de las acciones. Hemos tenido que ser muy sensibles respecto a lo que quieren hacer o no los artistas, que tienen que hacerse pruebas semanalmente”, explica Marie Lambert.
Tampoco la partitura se salva de los cambios. “Queríamos interpretarla sin recortes, pero al final no podrá ser así e incluiremos los cortes tradicionales a causa del toque de coda”, señala Speranza Scapucci, para quien una de las grandes dificultades a la hora de trabajar en estas circunstancias es que los músicos no puedan compartir atriles y partituras. “Esto representa un cambio enorme para ellos que nos obliga a hacer muchos ajustes. También se sientan más alejados y por tanto también se escuchen de manera diferente. Y los miembros del coro son unos auténticos héroes por tener que cantar con máscaras. Pero estos son problemas que están viviendo todos los músicos del mundo”.
Aún así, todo el equipo artístico expresa su entusiasmo por poder volver a escena después de meses de inactividad. “Violetta es un papel nuevo para mí. Lo debuté hace solo un año en París y me siento fascinada por la autenticidad del personaje”, afirma la soprano Pretty Yende. Por su parte, la norteamericana de origen cubano Lisette Oropesa, ve a su personaje como una mujer que encuentra toda su fortaleza en el amor; un amor que la conduce al sacrificio de su propia felicidad. “Lo más importante es que es un personaje al que cada cantante puede aportar algo específico. Es la primera vez que yo lo interpreto dirigida por una mujer, y creo que en este caso hay una energía femenina especial entre nosotras”.
Para Scapucci, sin embargo, su condición femenina no es determinante a la hora de abordar una partitura. “Siempre digo que la música no tiene género. Es cierto que aquí somos muchas mujeres y que aportamos nuestra sensibilidad en el escenario, pero yo no creo que la mía venga determinada por el hecho de ser hombre o mujer, sino por lo que yo soy como músico. De todos modos, creo que es una suerte vivir en una época en que las mujeres podemos aportar a la música desde una posición de liderazgo”, concluye la directora.