Siete experiencias de lujo y hedonismo que solo podrás vivir en Marrakech

La elegancia de sus riads, la vegetación de los jardines, las terrazas para tomar el té y sus tiendas de diseño presentan una cara fascinante de Marrakech

Dar el Bacha, un café único en Marrakech. Foto Abdelaali Ait Karroum

Por muchos motivos a Marrakech le llaman la ciudad imperial. Los colores rosa y salmón que caracterizan a las casas, las mezquitas y los minaretes es uno de sus sellos de identidad, en uno de los destinos turísticos más interesantes de la costa sur del Mediterráneo.

Gran parte de ese magnetismo reside en las variadas propuestas de hedonismo en sus riads, hoteles y salones de té; pero también en sus galerías de arte, tiendas y terrazas.

Según las sugerencias de Fabrice Nadjari y Zohar Benjelloun en Soul of Marrakech, (Editorial Jonglez), hay 30 experiencias únicas que se pueden vivir en esa ciudad de Marruecos.

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De ellas, elegimos estas siete. Y no se arrepentirán.

Los riads más lujosos

El esplendor de los riads de Marrakech encaja con su pasado de esplendor. Uno de los más encantadores es el Ksar Char-Bagh, en el barrio del Palmeral.

Es un antiguo palacio con un espectacular patio morisco, con huertos de cítricos, fuentes y olivares.

Los lujosos riads de Marrakech recuerdan el esplendor imperial de esta ciudad de color rosa y salmón

El riad Ksar Char-Bagh. Foto Abdelaali Ait Karroum

El lugar cuenta con una biblioteca que merece ser estudiada y una sala de fumadores que es un viaje a la nostalgia.

Otro sitio sugerido es el Riad El Fenn, abierto en 2004, y donde “la decoración, los colores, los tejidos y el mobiliario cambian constantemente para ofrecer una nueva experiencia en cada visita” dicen en la guía.

También está el Jnane Tamsna con su frondoso jardín y su fusión con la arquitectura; el pequeño pero coqueto Le Farnatchi; la romántica Casa Gyla con su aire de villa árabe-andaluza y la antigua mansión colonial reconvertida en el Riad de Tarabel.

La cultura pop de Marruecos

No todo es tradición, mezquitas, contadores de cuentos y zocos en Marrakech. Hay algunos sitios que atrapan el espíritu de cultura pop que eclosionó en los ’60 y que se conserva en lugares como el salón de té Riad Yima, que parecería como si Andy Warhol hubiera sido atrapado por el espíritu del Magreb.

El colorido local de Jajjah. Foto Abdelaali Ait Karroum

Otro lugar sugerido es Jajjah, donde el artista Hassan Hajjaj demuestra por qué es el pionero del arte pop marroquí.

Jardines como obras de arte

Ya hemos hablado varias veces de los Jardines Majorelle, que Yves Saint Laurent convirtió en uno de los pulmones verdes más fascinantes de Marrakech.

Pues ahora es momento de conocer Anima, un jardín a 30 minutos de la ciudad rosa donde entre plantas suculentas, cactus, palmeras y otras especies el artista austríaco André Heller creó sorprendentes esculturas de gran formato.

Los jardines de Anima. Foto Abdelaali Ait Karroum

Las grandes esculturas de André Heller brillan en la frondosa vegetación del café Anima

Una pausa recomendada es la que hay que hacer en el café Paul Bowles, con un té de hierbas bien dulce mientras se contemplan las montañas del Atlas.

El placer del hammam

La antigua cultura de los baños, con tratamientos como el enjabonado, las exfoliaciones o los masajes, tienen varios templos en Marrakech donde uno entra como un turista y sale como un rey.

Entre ellos se encuentra el spa La Sultana, en el hotel cinco estrellas más pequeño de la ciudad; el de Les Bains de Marrakech, que a pesar de su reforma conserva su espíritu tradicional o el Hamman de la Rose cerca de la medina, con tratamientos como el lavado con jabón negro o la hidratación con aceites esenciales.

El spa La Sultana. Foto Abdelaali Ait Karroum

También están sugeridos Les Bains de Tarabel, al lado del citado riad; y el Royal Mansour, un hammam propiedad del rey Mohamed VI y, como cabe esperar, uno de los más exclusivos de la ciudad.

Saborear el café de los pachás

Esta ciudad está llena de cafés con encanto, pero pocos tienen la valiosa carga histórica del Bacha Coffee Marrakech, que vio pasar a figuras como Winston Churchill, Joséphine Baker y Maurice Ravel.

Rincones únicos de Marrakech. Foto Igor Demba

Su nombre, ‘la casa del pachá’, encaja con el elegante ambiente de su patio interior con las delicadas geometrías de paredes y molduras.

Los cafés, siempre 100% arábiga, van variando según el tipo de grano y del momento del día.

Dormir en las arenas

Aunque uno haga base en Marrakech no hay que dejar de pasar, al menos una noche, en elegantes resorts y campamentos de lujo (bueno, glamping como le dicen ahora) en valles o en el desierto.

Varias compañías ofrecen la experiencia de dormir en campamentos de lujo en el desierto de Agagay, cerca de Marrakech

Tienda de Scarabeo Camp. Foto Abdelaali Ait Karroum

Para los que quieran sentir la experiencia de dormir en las arenas se puede viajar al desierto de Agafay, a 35 kilómetros, y pasar la noche en una tienda de campaña dotada de todas las comodidades, como la que ofrecen en el complejo La Pause.

También son muy exclusivas las tiendas de color crudo de Scarabeo Camp, con juego de cama de lino y algodón, lámparas artesanales y la posibilidad de ver el cielo tachonado de estrellas bebiendo champagne junto al fuego.

Las mejores terrazas

Por suerte la improvisada arquitectura de las viviendas de Marrakech ha permitido que muchas casas de té se encuentren en azoteas que, ante la ausencia de grandes edificios, permiten contemplar el dédalo de calles de su medina y las torres de las mezquitas.

Terraza de L’Mida. Foto Abdelaali Ait Karroum

Entre ellas se encuentra Le Shtatto, al que se llega tras atravesar un par de galerías de arte y tiendas de diseñadores; L’Mida con su interesante propuesta gastronómica y unas vistas magníficas del atardecer; la sofisticada Le Kabana donde entre cócteles y platos mediterráneos se pueden contemplar los recuerdos de la Kotubia; o el encantador Le Café des Épices, con su combinación de cojines bereberes, mesas bajas y vistas a la cordillera de Atlas.

Desconectar en un oasis urbano

El Beldi Country Club, en la vecina localidad de Chrifia, es uno de los lugares favoritos de la alta sociedad de Marrakech. Y se entiende por qué.

Allí hay un fastuoso invernadero que hace juego con la frondosa vegetación de sus jardines donde se pueden probar elaborados platos del Magreb.

Relax en el Beldi Country Club. Foto Abdelaali Ait Karroum

También se puede conocer las propuestas de su zoco, donde se exhiben alfombras, cerámicas, bordados y vidrios soplados de gran calidad.

a.
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