Mirador torre Glòries: así es la experiencia interactiva para conocer otra Barcelona

Más que un balcón urbano, el Mirador torre Glòries ofrece un viaje artístico y sensorial para descubrir nuevas caras de la ciudad

El Mirador Torre Glóries se alza como una de las mejores atracciones culturales de España este 2022.

Para subir al atalaya urbano más alto de Barcelona hay que bajar al subsuelo. El Mirador torre Glòries va más allá de mostrar impactantes panorámicas de la capital catalana: desde que los visitantes entran en la planta -1 son recibidos por una serie de experiencias que le ayudan a cambiar las perspectivas sobre la metrópoli.

Esta torre de 142 metros de altura, con su particular forma de bala, fue diseñada por Jean Nouvel y Fermín Vázquez como si fuera un géiser, en homenaje a su primer propietario Aguas de Barcelona.

Abrir la torre a la ciudadanía

Desde que la compañía Merlin Properties la adquirió en 2017 encargó al grupo Mediapro que diseñe un espacio para abrir la cúpula a la ciudadanía, lo que no estaba en los planes de los arquitectos ni de sus primeros dueños.

La Torre Glòries se eleva hasta los 144 metros. Foto Lys Ortega

Tras acceder a un cubículo de cristal al lado del colosal edificio y pagar 15 euros los visitantes entran al Hipermirador Barcelona, que vendría a ser una forma de ver la ciudad sin tener que mirar por ventanas; sino a través de sonidos, esculturas, imágenes y videos.

Otras miradas sobre Barcelona

La primera instalación es Prólogo, donde en pantallas dispuestas como cubos desfilan frases y clips breves de escenas urbanas, como si uno abriera los ojos en un punto de la ciudad y los volviera a abrir en otro.

Le sigue Barceloneses, un despliegue de 132 pequeñas figuras de papel plegado, similar al origami, realizadas por Joan Sallas. “La idea es recordar que los humanos no somos los únicos que vivimos en Barcelona” explican a Tendenciashoy los organizadores del mirador.

Las esculturas sobre especies de la flora y fauna de la ciudad. Foto Lys Ortega

132 esculturas de papel plegado, desde ratas y gorriones a ballenas y medusas, recuerdan que los humanos no son los únicos que viven en Barcelona

Así se pueden ver desde medusas a ranas, desde ratas a gorriones, pasando por ballenas (sí, cada tanto un rorcual se divisa en la costa del Mediterráneo), dientes de león, jabalíes, hojas de plátano, mantis religiosas y erizos.

Cada tanto, se leen poemas visuales de Mireia Calafell que recuerdan que hay mucha más vida en el asfalto, los parques, el mar y la sierra de lo que uno cree.

Atmósferas de la ciudad

El paso siguiente es Atmósferas, una pantalla de 108 metros cuadrados de alta definición que sumerge al visitante en experiencias audiovisuales de siete minutos, en las que un sutil bombardeo de datos radiografía la vida urbana y sus consecuencias.

El panel multimedia de la experiencia Atmósferas. Foto Lys Ortega

Gracias a los datos obtenidos por una serie de sensores en la ciudad, uno se entera que en ese momento sopla el viento Migjorn a 4,5 km/h mientras un lienzo digital se mece suavemente (si fuera Tramontana, se agitaría mucho más), que por las noches solo se pueden ver 400 estrellas por la noche mientras se dibujan las constelaciones (y que en un par de décadas, serán la mitad por la contaminación lumínica), o que en el día han despegado 266 aviones y aterrizaron 315.

La pantalla de 108 metros cuadrados de Atmósferas ofrecen un sutil bombardeo de datos para graficar cómo es la vida en la ciudad y sus consecuencias

Los ritmos y flujos urbanos

Los datos sobre el cielo, el viento y el mar se suman a una serie de paisajes sonoros, donde unas gráficas auditivas invitan a viajar por los ruidos de un barrio como Sant Antoni, pero también por lo que se escucha en la sierra de Collserola, la playa de Barceloneta y el delta del Llobregat, donde se pasa del típico golpeteo metálico del butanero a los cantos de los mirlos y las urracas, con una sirena de crucero por allí y un martillo neumático por allá.

El cuarto apartado se llama Ritmos, que en los bloques de Flujo, Pulso y Vibraciones muestran el impacto humano en la ciudad, pero también la influencia de otros organismos.

La escultura de Saraceno se extiende por 130 metros cuadrados. Foto Lys Ortega

Puede ser la descripción de los elementos contaminantes, la huella de CO2 en las calles y hogares, y una perspectiva ‘electromagnética’ del paisaje urbano; en una propuesta creada por Richard Vijgen.

Música generativa

Mientras se transita por este Hipermirador se escuchan unos sonidos que parece música, aunque no tiene una melodía que se pueda identificar.

Se trata de una pieza de “música generativa”, compuesta por María Arnal y John Talabot que va mutando continuamente porque las notas se nutren de los datos sobre la velocidad del viento, la meteorología, las fases lunares, la temperatura del mar, etcétera.

El mirador permite tener vistas en 360 grados de la ciudad. Foto Lys Ortega

El mirador

Con este bagaje de información y sensaciones los visitantes entran en el ascensor, un antiguo montacargas, que en 30 segundos llevan hasta la planta superior, a 125 metros de altura. Preparen los móviles, porque el techo de cristal es ideal para filmarlo.

Para diseñar el mirador se han fusionado las plantas 30 con la 31. En el centro está la cúpula interior que en realidad guarda la caja del ascensor, que está rodeada de una estructura que parece una mezcla de tela de araña con celdas de abejas en 3D.

Se trata de la escultura Cloud Cities, creada por el artista argentino Tomás Saraceno que permite, si uno se anima, a subir un poco más en el mirador.

Es posible trepar por el interior de la escultura de Saraceno. Foto Lys Ortega

La escultura interactiva

Por 10 euros adicionales es posible transitar entre los 113 cubículos de la escultura, que se despliega por 130 metros cuadrados y que, con un poco de agilidad, se puede ir escalando hasta alcanzar los cuatro y diez metros de altura adicionales.

La visita al interior de la escultura de Sarraceno permite subir entre cuatro y diez metros adicionales en la estructura

Cada tanto hay unos almohadones y algún libro sobre ecología o urbanismo. O sea que, al margen de la fotos para presumir en redes sociales, uno puede tirarse un buen rato leyendo y contemplando Barcelona en un pequeño mirador privado.

Precisamente una de las ventajas del Mirador torre Glòries es que no hay un límite de tiempo para la visita: las experiencias audiovisuales de la planta -1 se pueden ver con calma a lo largo de media hora, y después se puede pasar el tiempo que uno quiera mirando la ciudad.

Así se ve la Sagrada Familia desde el mirador. Foto Lys Ortega

Las vistas

No hace falta precisar que las vistas a 125 metros de altura son únicas. Glòries es el punto que Ildefons Cerdà concibió para que sea el centro de la ciudad, aunque los barceloneses miraron para otro lado y mantuvieron el eje Ramblas-Plaza Cataluña como su kilómetro cero.

La ventaja es que desde este atalaya no hay ningún obstáculo: las panorámicas se despliegan en un punto donde la avenida Diagonal se cruza con la Meridiana y la Gran Vía, con la Sagrada Familia con sus cúpulas cada vez más altas en el centro de la escena.

Mientras la gente va dando vueltas por este mirador retrata con sus miradas y sus móviles el perfil del frente marítimo con los cruceros y barcos mercantes en el horizonte, con el sol que se oculta tras la sierra de Collserola, y a sus pies, el tapiz de torres, edificios de diferentes alturas, árboles, asfalto, mar y cielo.

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